Vladímir Putin se cansó de la prepotencia otaniana y le señaló los límites
Por Christian Lamesa.
El 24 de abril pasado, el presidente de la Federación Rusa, Vladímir Vladímirovich Putin, dio su discurso anual ante la Asamblea Federal, mediante el cual, habitualmente hace un resumen de los logros alcanzados en los últimos doce meses y anticipa las políticas y los proyectos nacionales para el futuro próximo.
Además de abordar temas de suma importancia como la lucha del país euroasiático contra la Covid-19 y el triunfo de la ciencia rusa en la elaboración de la vacuna Sputnik V, considerada por expertos científicos de numerosos países, como la mejor vacuna contra el virus pandémico, también aprovechó para enviar un mensaje contundente e inequívoco a aquellos países, que como el mismo líder ruso expresó, parecen haber convertido en un deporte, el acusar a Rusia de todos los males.
El presidente enumeró una serie de atropellos llevados a cabo con la anuencia o instigación de EEUU y Europa, como los intentos de golpe de estado y desestabilización que hace ya mucho tiempo se vienen llevando a cabo en países como Venezuela y el exitoso derrocamiento del presidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich, durante el cual, inclusive estuvo en riesgo la vida del mandatario. En el mismo sentido, denunció el silencio de occidente ante el desbaratamiento hace algo más de un mes, de un complot para llevar adelante un golpe de estado en Bielorrusia y asesinar al presidente Alexandr Lukashenko, llegando estas acciones a límites demasiado graves.
En muchas ocasiones, destacó Putin, su gobierno no ha respondido a actitudes hostiles o a graves afrentas, comportándose con contención y con una actitud modesta, ya que no está en las intenciones de su país el quemar puentes, pero si otros países desean utilizar un tono arrogante para comunicarse con Rusia y eligen quemar los puentes y destruirlos, estos países recibirán una respuesta asimétrica, rápida y dura, ya que resultaría un grave error confundir las buenas intenciones del Kremlin con debilidad.
Posiblemente la parte más dura y contundente del discurso de Vladímir Vladímirovich, fue aquella en la que advirtió sobre la existencia de una serie de “líneas rojas”, las cuales no deberían ser cruzadas por aquellos países que intentan organizar o provocar acciones en contra de los intereses fundamentales de la seguridad de Rusia y que de cruzarlas, lamentarán sus actos y se arrepentirán, como no se han arrepentido de nada durante mucho tiempo. El jefe del Kremlin también enfatizó en que esperaba que nadie tuviera la idea de cruzar las líneas rojas con Rusia y que van a ser los mismos rusos quienes determinaran por dónde pasan dichas líneas.
Considero que de este discurso se desprenden muchos elementos interesantes para analizar e inclusive tratar de determinar, por donde podrían pasar estas líneas rojas, pero antes de seguir adelante, me gustaría expresar la hilaridad que provoca leer o escuchar medios de comunicación como Euronews o Deutsche welle, los cuales adjetivaron las noticias sobre el discurso del presidente ruso como “amenazante” o calificaron al mandatario como a “un Putin desafiante”, mientras que en los artículos referidos al exabrupto del senil inquilino de la Casa Blanca, se esmeraron en hacer tan solo una descripción de lo sucedido durante el reportaje en el que Biden llamó asesino al presidente ruso, sin expresar ni el más mínimo juicio de valor sobre estas palabras.
Diez días antes del discurso de Vladímir Putin ante la Asamblea Federal, las Fuerzas Armadas rusas realizaron ejercicios militares en la península de Crimea, a unos cuarenta kilómetros del estrecho de Kerch, los cuales fueron supervisados en persona por el ministro de defensa y Héroe de la Federación Rusa, Serguéi Shoigú.
Sin duda, estas maniobras militares realizadas en el territorio ruso de Crimea, el cual sigue reclamando Ucrania, de forma infundada, ya que la reunificación con Rusia se dio dentro del marco del derecho internacional, a pesar de que la Unión Europea y EEUU acompañen los reclamos de Kiev; consistieron en una formidable muestra del despliegue del que es capaz Moscú, a la hora de defender su territorio y a sus ciudadanos. Los ejercicios fueron ejecutados por los distritos militares de las regiones sur y occidental, y contaron con la participación de diez mil efectivos, cuarenta buques de varios tipos y cien aviones y helicópteros. El despliegue naval estuvo a cargo de la Flota del mar Negro y de la Flotilla del mar Caspio, coordinando unidades de desembarco con tropas de la Infantería de Marina y unidades de paracaidistas, demostrando una impresionante precisión para la organización de una operación a gran escala, combinando en tiempo record, fuerzas del ejército, la marina y las fuerzas aeroespaciales rusas. Los ejercicios contaron también con unidades especializadas en los tres tipos de guerra, química, bacteriológica y nuclear, ejecutando tácticas defensivas y pasando a la ofensiva de forma inmediata.
Las maniobras militares organizadas por el Ministerio de Defensa ruso en su propio territorio, despertaron la preocupación y generaron quejas por parte de Kiev y la OTAN. Sin embargo, la alianza atlántica no parece considerar que el Kremlin tiene muchas más razones para estar molesto, debido a los ejercicios DEFENDER-Europe 21, que comenzaron a movilizar tropas norteamericanas y europeas desde marzo pasado y concluirán en junio de 2021, con despliegues militares en el mar Negro y otras regiones sensibles para la seguridad de Rusia y serán las maniobras más grandes, de este tipo, llevadas a cabo por la OTAN en los últimos veinticinco años. Para que el lector tome dimensión de esto, tratemos de imaginar qué posición adoptaría EEUU, si Rusia organizara un gigantesco despliegue de fuerzas militares en el golfo de México, en conjunto con fuerzas de Cuba, Nicaragua y Venezuela, por ejemplo.
Considerando todo esto en conjunto y le sumamos la amenaza del gobierno ucraniano, con el respaldo de EEUU, de un inminente ataque a la población del Donbáss, las sanciones unilaterales a Rusia por hechos, que si no son imaginarios, por lo menos no han sido probados fehacientemente, como los supuestos ciberataques o la injerencia rusa en las elecciones norteamericanas de 2016 y 2020 o la retórica agresiva y ofensiva de Washington y Bruselas hacia Moscú; podemos entender que la paciencia y los buenos modales del presidente Putin se están agotando y en este momento está pasando, de los gentiles pedidos de respeto hacia sus colegas de la UE y EEUU, a las demostración con hechos, de que ya no queda margen para más atropellos contra Rusia y esto quedó plasmado con el señalamiento de las líneas rojas que deberán abstenerse de cruzar.
Considero que las líneas rojas señaladas por el jefe del Kremlin, consisten en cualquier acción que ponga en peligro la seguridad e integridad del territorio ruso o de su pueblo, esto sin importar donde se encuentre, ya que luego de la desintegración de la URSS, millones de ciudadanos de las diferentes repúblicas que la componían, de repente pasaron a estar en un nuevo país y en algunos casos surgieron hostilidades hacia diferentes minorías, instigadas por gobiernos pro occidentales y rusófobos, como en los países bálticos o el candente caso de Ucrania. Por supuesto que a esto se debe la comprensible negativa de Moscú a abandonar a su suerte al pueblo del Donbáss, a manos de bandas neonazis. Otra línea roja son las sanciones, a las cuales está respondiendo el Kremlin con acciones semejantes contra funcionarios europeos o norteamericanos, según de que país se trate, del mismo modo que ante la expulsión de diez diplomáticos rusos de Washington, Rusia respondió con la salida del país del mismo número de funcionarios del Departamento de Estado. A cada medida habrá una contramedida, como la restricción a la cantidad de personal que podrá prestar servicio en las embajadas en territorio ruso, de aquellos países que actúan de forma hostil y atentando contra los intereses de Moscú.
La defensa de los intereses nacionales, para la Casa Blanca, consisten en el robo de los recursos energéticos de Siria, en los territorios de ese país, que EEUU ocupa ilegalmente; la amenaza a sus propios socios europeos para conseguir la suspensión de la finalización del gasoducto Nord Stream 2 y así obligarlos a comprar gas norteamericano más caro, o sancionar a un miembro de la OTAN, como Turquía, por haberse atrevido a comprar los sistemas de defensa rusos S-400, mucho más eficaces y económicos que los equivalentes sistemas Patriot norteamericanos. Por el contrario, para Rusia, los intereses nacionales significan la seguridad y el bienestar de su pueblo, la búsqueda del crecimiento y del desarrollo económico del país y las relaciones internacionales con todos los países del mundo, en un marco de respeto y cooperación, como lo viene demostrando con la colaboración internacional en la lucha contra la Covid-19, pero sin duda, a los personajes que pretenden dirigir el mundo desde Washington e imponerle su forma de vida a toda la humanidad, los valores que esgrime Rusia le son ajenos.
Para finalizar, me gustaría abrigar la esperanza de que dentro de la Casa Blanca haya alguien que tenga un mínimo conocimiento de la historia y pueda entender las lecciones que nos deja, para que así logren entender cuáles y como serían las fuerzas que se estarían enfrentando, si no prevalece la razón y empujan al pueblo ruso a la alternativa de tener que defenderse ante la negativa de occidente, a dejarlos vivir en paz. Por un lado, estaría Estados Unidos junto a Europa, pero hablemos del dueño del circo, que los payasos solo acompañan. A lo largo de su historia bélica (excluyendo la guerra civil), el país norteamericano casi siempre ha sido el agresor, llevando la devastación a todos los rincones de la tierra, pero sin sufrir las consecuencias de la guerra en su propio territorio y con un bajo costo en pérdidas humanas en comparación a las que han infligido, como en Vietnam, por ejemplo, donde más tres millones de personas perdieron la vida, entre civiles y militares, mientras que los muertos norteamericanos no llegaron a los sesenta mil. El más grave ataque extranjero sufrido en el territorio de EEUU fue el atentado a las torres gemelas y es a ese nivel que desconocen los padecimientos de la guerra en su propia casa.
Por el otro lado esta Rusia, la cual nunca buscó ni busca una guerra, entre otras cosas porque conoce muy bien cuáles son sus consecuencias y el sufrimiento que provoca. A veces los números despersonalizan el dolor y el drama humano, pero hay otros momentos en que las cifras nos pueden ayudar a entender la magnitud de la devastación. La Gran Guerra Patria, tal como llaman en Rusia y las ex repúblicas soviéticas al periodo dentro de la Segunda Guerra Mundial que va del 22 de junio de 1941 al 9 de mayo de 1945, durante el cual la URSS sufrió el ataque nazi; duró 1.418 días, a lo largo de los cuales murieron a causa de la guerra 27 millones de soviéticos, civiles y militares. Durante esos casi cuatro años de guerra murieron trece soviéticos cada minuto, cada sesenta segundos trece hombres, mujeres, niños, ancianos, todos por igual eran asesinados y al final de la guerra, 1 de cada 7 soviéticos había muerto. Entre muchas otras razones, por todo este sufrimiento, Rusia no quiere una nueva guerra, pero también por estos mismos motivos va a hacer lo que haga falta para que la historia no se repita. El oso ruso ya les está mostrando a sus enemigos que tiene las garras muy afiladas para defender a sus hijos y ya lo están poniendo de mal humor con tanta torpeza.
Si los matones de la OTAN tienen alguna esperanza de doblegar la voluntad de Rusia o vencerla en un enfrentamiento bélico, deberían (si fuese posible) preguntarles cómo les fue a Napoleón y a Hitler cuando intentaron eso mismo.
Voy a hacer mías las palabras que hace no mucho tiempo le escuche decir a un ruso: “Ellos deberían recordar que Rusia nunca comienza las guerras, pero siempre las termina”.