Una maldición oriental
Por Jorge Lobosco.
Decía aquella maldición oriental:
Ojalá que te toque vivir
tiempos interesantes,
que el “Poder” sepa tu nombre,
y que te enamores.
Maldición o tal vez bendición,
en pandemia no es fácil estar seguro,
al equipo de gobierno del “Frente de Todos”
sin duda le tocan
“tiempos interesantísimos”,
y el “Poder real”
sabe su nombre,
aunque en ambos casos sea
algo propio de la función.
Septiembre trae a la memoria
“Golpistas
efemérides” que recuerdan horrores y
tambien a algún otro lejano
Horacio Rodríguez Larreta,
aquel Procurador que
motivo,
con su coordinada y tan oportunista
consulta,
el fallo de
la Corte Suprema de la Nación
que legalizo lo obrado por
toda Dictadura militar
durante el siglo XX.
Detalle casi menor ante la magnitud de la catastrofe,
Uriburu pago el “favor” de la Corte, cediendole la potestad de
elegir a su presidente.
Estando ya con tan
ilustre familia patria,
y recordando siempre que
el Plata no nos separa,
nos une,
porque no recordar aquel otro Rodriguez Larreta,
Eduardo,
quien desde la orilla originaria de esta bella familia,
intento regalarnos con las bendiciones de
su “Doctrina” en un lejano
aunque siempre presente 1945.
La “Maldición Oriental” hablaba de
“Tiempos interesantes”,
también lo fueron aquellos fantásticos
días de 1945.
Vaya si lo fueron.
“Doctrina Larreta”,
que acorde con el modelo de Panamericanismo
propuesto por nuestros
“buenos vecinos” de Washington
para moldear la Latinoamerica de posguerra,
auspiciaba y legalizaba el intervencionismo militar
en el continente de toda nación que no respetaba
las formas democráticas aplaudidas por la Casa Blanca.
Tiempos interesantes aquellos,
vertiginosamente interesantes,
en que este Eduardo Rodriguez Larreta,
pariente de “nuestro”
Rodriguez Larreta,
(todos son una “Gran familia”)
asumía como canciller uruguayo
a principios de octubre del 45,
y en noviembre ya lanzaba su
“Obra Cumbre”.
Traje a medida para la
“discola” argentina,
aquel peligroso Coronel
de ideas tan extrañas y un
“Movimiento” que ya al ir naciendo
prometía, y cumpliría,
con cambiar la Historia.
Primo la cordura y
la propuesta fue rechazada
en los demás países,
sabedores tal vez de cual
sería el uso que se daría,
y el sangriento papel que
les tocaría representar.
Washington agradeció, aunque no pedía tanto,
y pensó que, con un Braden,
algún “Libro Azul” y
alguna “Democrática Unión” alcanzaría,
y sino,
bueno, después se vería.
Ya vería la década siguiente
otras formas de intervención,
un poco más discretas,
aquellas de las “armas patrias” alzadas
contra sus propios pueblos,
(tenemos en puerta
otras terribles y sangrientas
efemérides septembrinas pero
eso merece otra pluma),
pero al menos los ejércitos
latinoamericanos
no sumaron a sus vergüenzas del pasado siglo
la masacrar países hermanos.
Aquella “Doctrina Larreta”,
que igualaba Paz con Democracia,
y justificaba la guerra con tal de garantizar esa
Paz y Democracia de barras y estrellas,
y que no casualmente fue reflotada del
arcón de los papeles sucios,
en el 2015 en uno de los momentos
más duros de la ofensiva “Democrática”
contra Venezuela.
La “Orientalidad” no es solo
candombe,
murgas, mate,
Galeano,
Julio Sosa y “El Pepe”,
son también
el “oscurantismo bancario”,
las “facilidades impositivas”,
Punta del Este,
los emigrados ricos de
lagrima fácil y cuentas abultadas,
esta Historia que contamos,
alguna OEA tan Luis de Almagro,
y esas “Treinta Familias”
tan entrelazadas con las que sufrimos aquí,
que explican la
“Diáspora uruguaya”
que embellece el mundo
con su nostalgia celeste.
Igual,
en defensa de “nuestro”
Rodríguez Larreta,
podemos asegurar que no es genético,
es solo una cuestión de “Clase”,
intereses de clase,
negocios son negocios,
y de eso,
Horacio, probablemente el más inteligente y trabajador de la estirpe,
sabe más que incluso
aquel procurador o el canciller.
No es cuestión de caerle con dureza a un hombre,
que comparte espacio con Macri, los Burlich y Michetti,
y que sufrió ya la pérdida del
del puerto y ahora esto de la coparticipación
en la ciudad donde el Covid explota,
aunque blindaje mediante, nadie lo nota.
Mauricio te espiaba pero “cedía”
mucho mejor.
Empezamos con aquella maldición,
(¡qué culpa tendrán los chinos!)
y nos quedó colgado
aquello del amor.
Bueno,
¿Acaso la amistad no es una forma,
como todas,
sublime de amor?
Entonces es bueno saber
que los amigos están
en otro lado,
que ninguno
está en el tan cristalino y abundante
“Palacio de Los Patos”.
Novedad que los trabajadores
del Gobierno de la Ciudad
sabemos y sufrimos
hace trece años
y la cual el 45 % de los porteños,
(¡sépanlo en toda la Patria!)
también parecen conocer.
Al menos,
entre cambios de vereda,
maceteros de colores,
contagiometros habilitados y quema de barbijos,
los porteños
tendrían que odiar un poquitito menos
y comenzar a entender
o vaya uno a saber…