“Una carta para papá”

Por Lucía Braggio.

(Una pausa en  la saga “Jony Potter” porque la fecha lo amerita -y porque venía bien tomar un poco de distancia necesaria cuando la intensidad es tanta.)

Pensando y buscando materiales para laburar paternidades (en el marco de los encuentros dedicados al abordaje de la Educación Sexual Integral) con los estudiantes de la escuela que está en ese lugar con muchas rejas en el barrio de Devoto, encontramos una publicación especial dedicada a “los padres en su día” en un portal de noticias chileno (cuyo link no se encuentra actualmente activo) en el que 20 personas “famosas” en ese país, le escribían una carta a sus propios papás.

El párrafo que las presentaba decía: “Padres vivos, padres muertos. Padres biológicos, padres adoptivos. Buenos padres, padres malos. Padres que están siempre presentes, padres que nunca aparecieron. Padres que abandonaron. Padres que viven un siglo, padres que fallecen jóvenes. Padres viudos. Padres solteros. Padres que extravían su memoria. Abuelos que reemplazan a padres. A todos ellos, en todas las combinaciones posibles, se les celebra mañana. En estas páginas, 20 hijos/as les escriben una carta a sus propios padres. Con lo que necesitan decirles en estos momentos.” Las esquelas expresaban esa diversidad de formas de “ser papás” y abrían el juego a pensar en otras, entre ellas, la que nos convocaba a pensar: la paternidad atravesada por la privación de la libertad.

Inspiradas en la propuesta (o plagiándola pero Shhh!), luego de leer algunas de esas cartas, eso mismo les propusimos hacer a los estudiantes. En homenaje a ellos, esta vuelta, las palabras son las suyas:

“Por más cosas malas que pasamos quiero decirte que te amo, más allá de las veces que te necesité y no estuviste. Yo, de grande, te perdono porque los mismos errores estoy cometiendo con la diferencia de que yo voy a pelear por mi hijo como vos no lo hiciste por nosotros… Pero igual no te guardo rencor porque hoy estoy preso y dejé a mi hijo solo. Me hubiese gustado que nunca nos dejes solos pero no te juzgo porque yo me equivoco todo el tiempo y yo sé, viejo, que a vos te duele más que a mi habernos dejado… Te amo viejito y te perdono por no estar….” decía la carta de Oscar.

Siempre me pregunté por qué no me reconociste y nunca te preocupaste por hacerlo. También me pregunto por qué siempre estuviste tan distante de mí” le escribió Jony a su papá. Omar le decía al suyo que era el “mejor del mundo” y le pedía perdón por no haber escuchado sus consejos.

“Soñé muchas veces con vos. No veía tu rostro pero sabía que eras vos… tenés tres nietos hermosos y sé que los cuidás desde el cielo”, le contaba Mati a su viejo.

“Mis recuerdos de vos –escribía José– son historias o anécdotas que algún conocido que me contó… todos dicen lo mismo: que eras buena gente, pero yo no te conocí… Se me ocurre reprocharte por haberte ido, por dejarme tan jovencito, por no haber decidido quedarte… no sé si fue el destino o qué pero te fuiste dejándome solo… Muchas veces te necesité, muchas veces te busqué y, lógico, no te encontré, estabas en el cielo o en el infierno… sé que me quisiste, que me amaste, pero sí quiero decirte que le hubieras puesto un poquito más de onda para estar conmigo… De todo lo malo, quizás algo bueno aprendí de vos: no dejar a mi hijo solo, no morirme y vivir por y con él. Siempre te extrañé, siempre te amé, no te reprocho nada solo que me hubiese encantado compartir más tiempo a tu lado”.

Javi prefirió dedicarle la carta a su abuela, que fue quien lo crió a él y a sus hermanos, y le decía: “siempre estás en mi corazón”; Guille le agradeció al papá que lo crió “por aguantarme sabiendo que no soy tu hijo”.

Esta carta es para vos que nunca estuviste cerca mío, no sé el motivo pero hoy en día no te juzgo. Quizá la vida tenía todo planeado pero me hubiese gustado conocerte. Sigo caminando y preguntándome, ¿por qué? ¿Por qué no estuviste conmigo en los momentos que más te necesitaba? ¿fue culpa mía o de mi mamá? No importa, no te guardo rencor. Pero, quizá, si hubieses estado conmigo la vida hubiese sido diferente. Siempre tuve la duda de saber cómo sería mi vida si hubieses estado conmigo, en mi crecimiento, en el primer día de clase, en mis días de tristezas, de emociones buenas; pero bueno no importa, quiero que sepas que te perdono. Gracias a eso me dí cuenta que soy más fuerte… Hoy en día soy padre y tengo un montón de errores. Por esto te comprendo y por más que me cueste, voy a hacer lo posible para que mi historia sea diferente y mejor”, expresaba Fernando.

Ezequiel la hizo corta: “No estuviste, no estás, no estarás”.

Aquella tarde, los estudiantes escribieron sus propias cartas venciendo resistencias y atravesados por emociones diversas. Escribieron a pesar de lo que costó (para algunos) entender que en ellos había un papá, aunque no haya estado (por el motivo que sea).

Aquella tarde, yo también le escribí al mío. Para la mayoría, era la primera vez que lo hacíamos. Algunxs compartimos nuestras cartas con el grupo; otros prefirieron guardarlas, en silencio; hubo quienes no quisieron (o no pudieron) escribir y a varixs se nos escaparon lágrimas al leernos y escucharnos.

Es difícil (incluso arbitrario) seleccionar, cortar, sacar partes de todo lo tanto que dicen sus cartas. Y es un montón lo escrito y pensado que queda afuera, en aquella oportunidad pero también en varias otras instancias de intercambio y reflexión.

Ya sé… a todxs nos hace ruido que exista “UN día” para “saludar” a “alguien”… porque “es todos los días” y porque “es una construcción impuesta por el capitalismo para generar consumo” y blah…

Todo bien, pero hoy es el Día de quienes Paternan. Y, a pesar de los debates que nos queden pendientes, elijo saludarlos. Quizás, porque nos sirve de “excusa” (aunque no sea necesario tenerla) para avanzar en la construcción de paternidades más activas y comprometidas. Y porque, de algún modo, también es saludar a todxs aquellxs (en su mayoría mujeres) que sostienen y acompañan las crianzas, que hicieron las veces de padres, intentando suplir ese rol, a veces difícil de reemplazar…

Saludo a Mi Papá, a quien (por cierto) no le tocó una fácil conmigo. Y saludo, especialmente, a quienes paternan estando privados de su libertad para que nada ni nadie les quite su derecho (y obligación) a ejercerla…

PD: Nunca le entregué aquella carta a mi papá; y al releerla, hay poco de lo que necesite decirle ahora o, quizás, hoy sean otras. Por eso, le voy a escribir una carta nueva y, esta vez, se la voy a dar. Y como él me lee muy temprano, no voy a decir que planeo caminar hasta su casa para saludarlo desde la vereda… (Shhh!)

(Y digo “planeo” porque debo gestionar el permiso correspondiente para poder circular porque, por la pandemia, transitamos -todxs desde hace un montón de días- un período excepcional de aislamiento social obligatorio y tenemos que quedarnos en casa para cuidar nuestras saludes… y eso, de ningún modo y bajo ningún punto de vista se parece, ni un poquito, a la privación de la libertad o a estar “presxs”, ¿no?)