Un mundo donde quepan muchos mundos

Por Liliana Etlis.

“Basta de Hambre”, “FMI o Pueblo”, “Todos a la Plaza”, “Las Madres son el faro”, “Lealtad a Perón”, “Libertad a los presos por luchar” y otras, iban delineando con grafitis y tonalidades sobre cementos, una memoria activa.

Aquella tarde, sentada en uno de los asientos del tren ramal Belgrano, iba observando aquellas paredes con pintadas y murales que siempre fueron parte de la cultura durante décadas lejanas, donde las ideas se transmitían además con pincel y pintura sobre lugares visibles. Seguía observando cómo el tren que me llevaba a destino, mostraba lugares de aquellos cumpas fortalecidos en ideas organizativas y participativas, con la memoria germinada por relatos que sus anteriores generaciones habían dejado huella.

Continuaba el viaje en la realidad y en el recuerdo.

Durante estos últimos años hice referencia a la necesidad urgente de las prácticas con diversos saberes pluriversales, descartando la mirada de lo único, de lo universal que deja sin voz o con afonía, las de otras culturas milenarias somo son los pueblos originarios, afrodescendientes, campesinos, migrantes, jubiladoxs, intelectuales y artistas que quedaron fuera del sistema, y otrxs, principalmente “los nadie”, mirada que el neoliberalismo fundamenta con su ideología y la ausencia del pensamiento crítico, favoreciendo lógicas con argumentaciones donde la explotación de otro ser humano, las miserias, las desigualdades sociales, el racismo, el patriarcado, la desocupación, el exterminio de personas que piensan diferente, la insolidaridad y otras infinidades  experiencias que vivimos, las justifica, ubicándonos a los que estamos del lado del campo popular en un estado complejo a pesar de que seguimos soñando con cambiar este miserable mundo en otro.

Las prácticas formativas relacionadas a una nueva modalidad para la construcción de otras normalidades en pandemia, me sumerge en un desafiante sendero de incertidumbres en medio de la crisis civilizatoria.

Aquella época en donde viajaba en el mismo tren pero durante muchas décadas anteriores, continuaba mis prácticas en el Hospital público, la concurrencia era una experiencia por un lado fascinante; atravesar los pasillos del lugar no era nada fácil, a medida que iba entrando el aire era más espeso, húmedo, tóxico por la falta de limpieza, pacientes pidiendo cigarrillos o alzando del suelo con la costra de la mugre del día anterior , sin pudor algunos en pijama, otros semidesnudos comían una almuerzo que traían en bandejas de plástico casi siempre  polenta, quienes la comían desesperados con los dedos sucios por la ausencia de cubiertos. Luego la falta de agua durante algunos días, la falta de consultorios, si mal no recuerdo teníamos tres espacios para 75 pacientes, los perros andando alrededor con piojos pegados en el pelaje denunciaban la degradación de la dignidad. Aquella época del menemato, nos volvían a dejar de lado a los trabajadores y pacientes.

Recuerdo mi primera experiencia en la atención y mi indignación descubriendo cómo los laboratorios experimentaban con los cuerpos de los sufrientes. Antipsicóticos, ansiolíticos, pero lo que se destacaba era la globalización de los antidepresivos.

Estaba en una unidad donde el aprendizaje como profesional dejó marca, huella profunda en lugares ante mi desconocimiento debido a una formación deficiente y neoliberal en la Facultad de Psicología.

Muchxs pudimos zafar de esa estructura porque tuvimos un entretejido entre las nociones no solo psicológicas, sino que sumaba la nutriente de un jefe de servicio que además era antropólogo y tenía una orientación hacia los tratamientos integral, diferente concepción del paradigma colocándonos todxs los profesionales del lado de la interdisciplina y la salud incluyendo las narraciones respecto de la vivienda, el trabajo colectivo y las experiencias laborales que  algunxs pacientes tenían muy guardados en cofres de cristal.

Teníamos algunxs profesionales en cuenta, la historia cultural, cómo había afectado los momentos de terror en el aparato psíquico, la etnia, la clase social y cotidianeidades.

Continuaba con los mensajes en las paredes aún en el Hospital, demandas, derechos a tener agua y esto me llamaba la atención, cómo se juntaban y pedían en una salita lo justo, lo digno, lo inmediato, mejor comida, otra frazada, que los vidrios rotos los arreglen para que no entre frío y que están muy solos.

Se está naturalizando muchos fenómenos que si no los cuestionamos con mirada crítica volveremos a repetir nuevamente parte de nuestra siniestra y terrorífica historia.

O seguimos como Colonia del imperialismo o construimos una Patria donde quepan todos los mundos posibles. La ética partiendo desde las bases empoderadas y no desde las alturas del poder es urgente. Que no nos privaticen la historia y que la política del encuentro entreteja una fibra reconociendo a las otras personas y sus nuevos saberes, a pesar de que genere incomodad. 

Una de las salidas que se me ocurren es el debate y la participación de todxs lxs personas en un Frente, Coalición, Alianza o como se llame con un Proyecto donde podamos construir un lugar habitable. 

Mañana Lealtad al Pueblo o FMI.