Un año sin Diego es una eternidad

Por Lucila Coccia.

Hace un año el pueblo se quedó sin alma, sin alegría. Hace un año que Diego Armando Maradona trascendió la tierra de los mortales y se ubicó entre las estrellas que más brillan por encima de Argentina, para cuidarnos. 

No hay tiempo que concilie un vacío tan grande, un año parece una eternidad cuando no hay una frase o un gesto de Diego que lo enmarque. El dolor no cesa por aquel chico de Villa Fiorito, que soñó con jugar a la pelota y consiguió algo invaluable. Diego, sólo Diego con un sueño a cuestas y con un halo de luz propio logró iluminar a un pueblo golpeado. 

Diego en su apogeo como futbolista -siempre con el puño en alto- inclinó la balanza y resignificó la palabra “justicia”, ante un repleto Estadio Azteca. Solo 4 minutos después, marcó el mejor gol de la historia para demostrarle al mundo entero que Dios es argentino y fanático del Ché. 

Diego, el más argentino de los que nacimos en estas tierras, es también él 10 al que las adicciones, o el poder, le cortaron las piernas en aquel Mundial de Estados Unidos de 1994. El astro del fútbol, es nuestra viva representación y él vive en todo lo que constituye a nuestro pueblo. Maradona representa como espejo todas nuestras virtudes, pero también nuestros defectos.

A un año de su partida siguen sin alcanzar las palabras para describir su figura. No alcanza una vida para llorar a aquel pariente cercano que partió ese 25 de noviembre de 2020. Aquel que forjó nuestra identidad con la zurda, una pelota y esa imperiosa necesidad de unirse a las causas justas. Ese Diego, que trajo la primavera a un país emocionalmente devastado por la Dictadura Militar y la Guerra de Malvinas.

Diego, Pelusa, D10S. Tan amado y odiado, tan coherente y contradictorio. Siempre inigualable. Te vamos a extrañar, ojalá nos alcance con mantenerte inmortal en la memoria.