Un 1° de Mayo entre las luchas históricas, la era tecnológica. La Comunidad Organizada y la Pandemia
Por Pablo Flores.
El 1 de mayo, como todos sabemos, conmemoramos el día internacional de los trabajadores. El hecho histórico evoca la huelga general de lucha por la jornada de 8 horas diarias que termina con una brutal represión y deja un saldo de cientos de heridos, 38 asesinados, 2 dirigentes condenados a cadena perpetua, un dirigente condenado a 15 años de trabajos forzosos y cinco condenados a pena de muerte. Estos son conocidos como los mártires de chicago.
Este hecho trágico sintetiza un sinfín de luchas obreras en contra de un sistema económico y social de desigualdad, explotación y miseria que nacía más de 100 años atrás con la Revolución Industrial. Era la primera vez en la historia que el uso de la tecnología transformaba la economía de rural y agrícola a una economía urbana e industrializada y donde el hombre no alcanzó a organizar la transformación social por la velocidad y dinámica con que esas tecnologías produjeron los cambios y su consecuencia fue una época signada por la injusticia, la explotación y la miseria.
Un poco más de medio siglo después en nuestro país, el General Perón, ejerciendo su mandato como Presidente de la Nación, también realiza una transformación revolucionaria en términos sociales, políticos y económicos. Para ello no solo tiene un plan de gobierno que implica el desarrollo material, sino que plantea una base filosófica que le da sustento a ese desarrollo en valores espirituales. Esa armonía que plantea el General Perón es “La Comunidad Organizada”. El planteo de “el Hombre en Comunidad” es en virtud de alcanzar el valor supremo de un sujeto Social que se realiza junto a su comunidad y que se debe organizar para tener certeza del rumbo presente y futuro; y que para ello debe estar imbuido de una sólida verdad que le va a permitir cabalgar sobre su propia evolución para afrontar los cambios.
Hoy, un 1° de mayo de 2020, donde hace más de 130 años se luchó y se conquistó la jornada de 8 horas de trabajo y donde hace más de 70 años en nuestro país se lograron las leyes laborales más importantes de todo el continente en derechos para los trabajadores y que permitieron aquella transformación donde la JUSTICiA SOCIAL era realidad, debemos reflexionar cómo fueron esos procesos históricos y en consecuencia qué características tiene el que estamos atravesando en la actualidad. No podemos desperdiciar la experiencia histórica de esos procesos.
A esta altura a nadie se le escapa que estamos viviendo otra era de revolución tecnológica y que vamos a sufrir grandes transformaciones en todos los planos. Sin duda, una de las preocupaciones es conocer el impacto en el mundo del trabajo y prever cuántos puestos de trabajo va a reemplazar y eliminar ese desarrollo tecnológico, cuáles y cuántos serán los empleos del futuro, en qué especialidades se deberán educar las nuevas generaciones, como será en consecuencia el sistema de seguridad social, los interrogantes y las incertidumbres hacen que todos nos avoquemos a planificar de qué manera va a subsistir el hombre.
Por otra parte, la velocidad con la avanza la tecnología es muy superior a los demás momentos históricos y parece ser que el único límite para la innovación es la creatividad y la imaginación del hombre. El avance es impresionante y se da en materia científica, en sistemas de salud, de alimentación, de comunicaciones, la robótica, el comercio, la producción y en todos los campos que imaginemos.
Soy de esas personas que reivindican los últimos 70 años de historia, no todos exactamente, sí en términos del proceso histórico de irrupción del peronismo y en consecuencia del surgimiento de los trabajadores organizados como actores políticos de la vida de nuestro país.
El desafío para el mundo del trabajo aparece como colosal y demasiado complejo como para respuestas simples y aisladas de las respuestas que puedan dar los demás sectores de la vida del país. Es evidente que si no se organiza y se planifica el futuro las transformaciones serán dolorosas. Hace casi cuatro décadas que nuestro país vive sin interrupciones del sistema democrático y sin embargo pasa el tiempo hay más excluidos, más pobres y los caminos hacia el desarrollo parecen puentes bloqueados por la indiferencia de los que más oportunidades y condiciones de bienestar tienen.
Es así que ante este panorama deberíamos hacer algunas reflexiones para interpretar la realidad y poder cuestionarnos desde que punto iniciamos nuestro rumbo hacia ese futuro. Al menos yo me pregunto:
¿Tiene nuestra sociedad los valores espirituales y morales, en sus hombres y mujeres, para lidiar con semejante desafío por delante o está en una carrera desenfrenada por la acumulación material?
¿Estamos pensando el recorrido como una comunidad o la salida en el plano individual?
¿Estamos preparando la educación y el aprendizaje de las nuevas generaciones para el mundo que viene o el para el mundo que se va?
Así podría seguir preguntándome al infinito, pero la Pandemia mundial me trae de golpe a la realidad inmediata, a la emergencia sanitaria, al aislamiento obligatorio, al trabajo esencial y al trabajo remoto.
De un día para el otro nos encontramos que nuestra realidad cambió, que la crisis económica que veníamos arrastrando del gobierno anterior se profundiza con este estancamiento económico. El gobierno ha tomado decisiones que aprueba la gran mayoría de la población porque son en beneficio y protección de ésta, pero no dejan de ser decisiones difíciles.
La pandemia ha sacado lo mejor y lo peor de los argentinos, las muestras de solidaridad más grandes y los egoísmos inexplicables, vimos como los trabajadores de la salud atendieron, se contagiaron y murieron en su vocación de salvar vidas y vimos como los poderosos mandataron a sus voceros mediáticos para iniciar una campaña en contra de un impuesto a la riqueza que permitiría alivianar la crisis y poder experimentar alguna vez como se siente hacer algo en función social. Vimos como los trabajadores organizados ponían a disposición de toda la población sus hoteles y obras sociales y también vimos como aquellos que socaban el rol del Estado fueron a exigirle que los auxilie ante la crisis, demostrando que son liberales en las buenas y socialistas en las malas.
Otra cosa de la cual no quedan dudas es que esta pandemia mundial, ha acelerado el proceso tecnológico en varios campos, pero en uno fundamentalmente, en el mundo del trabajo.
En este 1° de mayo de 2020, vengo tomando conciencia de que el futuro ya llegó y no hay escapatoria. Nos queda ver si la historia nos pasa por arriba o si estamos dispuestos a cabalgar sobre nuestra propia evolución. Si el rumbo hacia el futuro lo hacemos en comunidad con la certeza de llegar a algún lado o partimos solos sin destino. Y que nos sentemos a pensar realmente cual es nuestra sólida verdad para atravesar este desafío. Confío en los hombres y mujeres que reflexionan de la historia, recogen el legado de lucha y sacrificio de generaciones y van a cumplir un destino de grandeza.
¡Sin duda será como siempre el camino hacia la Justicia Social de las trabajadoras y los trabajadores!