Sólo algunas preguntas…

Por Maximiliano Rusconi.

Algunos de los generosos lectores de estas columnas semanales posiblemente ya se hayan acostumbrado a definiciones contundentes, cierta vehemencia argumental y al uso de recursos como la ironía que acompañan a mis aportes con menos humildad de lo aconsejable (debo decir que la humildad no es una virtud de la cual pueda presumir). Sin embargo, en esta ocasión creo que el tipo de herramienta que más puede ayudar para pensar nuestra realidad y cómo enfrentarla, pasa simplemente por compartir con los lectores mis preguntas, los interrogantes básicos, dudas e incertidumbres que más me cuesta superar. 

En ocasiones (en realidad casi siempre) uno se acerca a la verdad cuando define con precisión las preguntas, aquello que debemos saber y cuyos extremos desconocemos. Repetir una y otra vez las respuestas que hemos encontrado para el pequeño conjunto de incertidumbres que eventualmente superamos, siempre tiene mucho menos valor epistémico que trabajar sobre las preguntas de lo desconocido. 

¿Por qué creemos que quienes nos gobiernan toman decisiones que, claramente, acarrean costo político, que son antipáticas, y lo hacen –según algunos parecen pensar- sólo para subrayar su autoritarismo y no para asegurar las condiciones de salud de nuestra población?

¿De dónde sacamos la peregrina idea de que todos tenemos autoridad científica para definir si algún comportamiento o su limitación es o no riesgosa?

¿Por qué los medios de comunicación, en particular los de mayor poder hegemónico –al multiplicar su capacidad de influencia- tienen una actitud tan sesgada? 

¿Por qué en esos mismos medios la opinión ha reemplazado en forma total a la información?

¿Por qué quienes tienen responsabilidad política toman el camino de debilitar la institucionalidad del país –por ejemplo al instigar a la desobediencia?

¿Por qué cuando reclamamos decisiones en el gobierno de nuestro país no tomamos en cuenta el tipo de decisiones que frente al mismo problema han tomado en el pasado reciente los países que son considerados potencias mundiales –Alemania, España, etc .?

¿Por qué gobierno y oposición no trabajan unidos para alzar la voz ante el problema, de gravedad ética y social inusitada, de la desigualdad planetaria en el acceso a las vacunas? Se trata de un genocidio por omisión frente al que callamos de modo vergonzante.

¿Por qué cuando criticamos ciertas decisiones omitimos una mirada completa del tejido social? ¿O en verdad creemos que el nivel de contagio por la escolaridad presencial se manifiesta igual en la clase alta, medio alta o media, que lleva a sus hijos en autos y a colegios ubicados a pocas cuadras de sus domicilios, que en las clases vulnerables que deben usar el transporte público y acompañar por horas a sus hijos, pasando casi todo el día –o medio día- en el viaje casa-escuela/ escuela-casa?

¿Por qué no tenemos la capacidad o la generosidad emotiva de dilatar nuestra queja, cuando vemos que hay compatriotas que atraviesan situaciones enormemente más graves y frente a las cuales en países pobres o emprobecidos como el nuestro cada vez hay menos soluciones? ¿No nos debería hacer dudar un poco el dato de que las cámaras de los multimedios que nos transmiten a las golpeadas caceloras se instalan en Olivos, Palermo, Belgrano o Caballito? ¿Es que hay menos caceloras en los barrios más humildes?

¿Por qué algunos –quizá con cierta arbitrariedad empírica- podemos creer que los mismos que ninguneaban el virus y antes habían cerrado escuelas y universidades  –“porque los pobres no estudian”-, aquellos que posiblemente nunca hayan colocado como una prioridad el presupuesto en educación, son sorpresivamente los mismos que ahora ya no les parece bien instalar 15 días de no presencialidad? –aunque hace unos meses les parecía que era la única solución ante un aumento de la curva de contagios-

Para quienes creen que estas preguntan surgen de una mirada –otra vez- sesgada, debo decir que también me pregunto la razón por la cual el gobierno no corrige sus graves errores de comunicación –comunicación que había comenzado de modo excepcional-

Me pregunto también por qué el gobierno cree que el diálogo con la oposición es una opción que el Presidente otorga sólo en la medida que su humor lo sugiere. 

Me pregunto la razón por la cual el Gobierno no asume que es su obligación ser empático y contruir puentes políticos y sociales. Ello es así porque la pandemia exige esfuerzos descomunales a todos y cada uno. 

De las mezquindades de la oposición y los errores del gobierno surge un camino de sombras a través del cual se van vidas, almas, sueños que lamentablemente faltarán en el futuro y por ello, el futuro ya no será igual a como lo imaginamos.