Sincrotiempo (Parte V)

Por Victoria Rítmica.

Otra mañana acontecía, otro momento más en su historia de viaje, de encuentros y desencuentros.  El clima ayudaba bastante, ya habían cesado las lluvias, y el calor húmedo se hacía presente con un radiante sol. Decidieron entonces “mudarse” de lugar, viajar a otro sitio, en ese caso ella estaba contenta, ya que no estarían más solos. Lo cual le daba esperanza de sentirse más acompañada, pero por dentro extrañaría a ese cuidador, a ese señor de piel mestiza y manos curtidas, que desde su silencio siempre entendió y observo todo, al igual que los perros que allí estaban, y una familia de gallinas. Eran como su compañía, como sus “guardianes” de penas y desencantos. Recordándole a través de su ternura, lo maravilloso y más noble de la vida, esos valores que, en ella, estaban marcados a fuego, el compañerismo, la familia y la lealtad, valores que siempre permanecen intactos en los animales, y que ayudan a re- aprender, y a re-cordar.

Emprendieron viaje con todas sus pertenencias, no eran muchas, pero sí muy pesadas, caminaron hacia la salida al puente, seis kilómetros era el trayecto, era difícil hacer dedo o esperar que alguien con transporte se detuviese, ya que casi nadie pasaba por allí, salvo muy alternadas veces.  La idea era salir hasta la ruta, para tomar desde ahí algún micro o bus, hacia otro lugar.  Había que frenar de vez en cuando, para respirar acomodar la espalda y seguir caminando. El paisaje era realmente hermoso, aunque parecía infinito, una ruta húmeda en medio de la selva, solo se veía a lo lejos el mismo camino con subidas y bajadas, era a veces desesperante, pero no quedaba otra que seguir caminando para llegar a donde querían hacerlo. Luego de varias horas con intervalos, parando, tomando agua y siguiendo, llegaron exhaustos, agotados y con muchísimo calor, pero llegaron. Se acercaron hasta una estación de servicio, cada cual compró cosas para el camino (aún tenían algo de dinero) y lo indispensable, una botella de agua, también llamaron a sus familias, para comunicar que estaban bien.

Era otro escenario aquel, ya habían dejado atrás mucho de esas vivencias en la plena soledad, este paisaje urbano, sí que era diferente y llamaba poderosamente la atención ver tanta gente alrededor, como otra vez en “la civilización”  aunque muy lejos de serlo, (comparándola a una gran ciudad), había movimientos de autos, colectivos, carros y gente; comercios y almacenes,  vecinos y vecinas que por allí circulaban y formaban parte de la escena; y eso tan común en ese contexto, era todo un acontecimiento.

Una vez que ya estaban preparados para seguir viaje, tomaron un bus, a un pueblo cerca de aquel lugar, un pueblo que estaba a doscientos treinta kilómetros, sabían que llegarían de noche, pero ya estarían radicados en otro sitio. Ese viaje fue bueno, ya que durmieron la mayor parte del tiempo, descansando de todo lo que había sido el agotamiento de días pasados y la caminata anterior, era muy necesario dormir, y los asientos eran bastantes cómodos, un micro viejo, con esos asientos “de antes” cortitos, pero acolchonados.

Transcurrió poco más de una hora, y se despertaron, mejor dicho, ella se despertó, él ya estaba con los ojos abiertos, da vuelta la cabeza y la mira; mientras ella estira como desperezándose, le pregunta cuánto falta para llegar, él le responde: un rato más (de modo seco y cortante) Mientras le contestaba, ella percibe que él tenía en sus manos, su celular mirándolo y con los auriculares puestos. El celular era de ella, era todo lo que tenía para comunicarse con su familia, generalmente no había señal en ningún lado, por lo tanto casi nunca podía usarlo, al menos no “monte adentro”, si en las “ciudades” o en algunos pueblos donde había antena cerca y ahí podría comunicarse, solo tenía señal para hablar, mandar mensaje y usar la radio, que el auricular funcionaba como antena de la misma, solo eso, suficiente, pero nada más, no había internet ni aplicaciones modernas como las que conocemos ahora.

La radio estaba muy buena, era de gran compañía a veces, ya que según donde estuviesen, tomaba el aire de las difusoras del lugar, algunas con más o menos cercanía, no siempre eran en español, muchas veces en portugués, en guaraní, locales, según…  Fue entonces cuando ella pensó, que él con su teléfono estaría escuchando radio (y la verdad que no) primero porque es muy difícil conectar una radio en la ruta, y segundo por la expresión de su cara, era de temer. En realidad, estaba escuchando una nota de voz que ella había grabado un tiempo atrás y que jamás había borrado de aquel teléfono; relataba pensamientos que del alma le afloraban, tenía que ver con todo lo que estaba viviendo, y sobre todo con recuerdos que aún le dolían, reflexiones que entre las cuales se abrazaban nostalgias y penas, relatos de acontecimientos pasados, entre tantos, por ejemplo, tener que devolver una guitarra obligada… eso la marcó y aún le dolía.  Fue, cuando en un pasado atrás, la antigua pareja de ella, le había regalado una guitarra pintada por él, con toda su dedicación y amor. Ella la cuido y amó por mucho tiempo, incluso estando separados, hasta que su compañero de viaje que ya había ingresado a su vida, con tantos celos la obligó a devolvérsela, ella en ese momento estaba ciega y creía estar haciendo lo correcto, ya que el miedo era el “mandamás” de esa relación. Llego a tal grado de toxicidad, y entregó su poder de tal forma, que ya no tomaba sus propias decisiones. Solo obedecía.

Recordó como se la devolvió, llorando fuerte y pidiéndole que no haya ni abrazos de despedida ni acercamientos, porque sabía que, como se lo había advertido su nueva pareja, estaría observándolo todo a una cuadra, detrás de un árbol.  Ella lloraba y le pedía perdón, sabía que le estaba rompiendo injustamente el corazón a quien fue su gran amor, y además de serlo fue antes su amigo, no se lo merecía, pero tenía tanto miedo a que sus amenazas se hagan realidad, que finalmente lo hizo; como hizo un montón de cosas más, lejos de su propia voluntad.  De esa forma le mostraría a su actual pareja “seguridad” y además no se enojaría, que era lo principal… Prefería eso, antes que las amenazas que él una y otra vez le hacía, ¿cuáles eran?: matarlo. Hacelo, o lo busco y lo mato.

Lo mismo pasaba con escuchar canciones de “los Beatles” o las que eran “romanticonas”, estaba terminantemente prohibido, todo lo que sea un recuerdo de amor o le sacara una sonrisa, o que sea de un pasado para ella, él no lo toleraba, por lo tanto, durante mucho tiempo, también se alejó de la música.

En esas notas de voz, recordaba todo eso y había en ellas otras reflexiones más, sobre todo preguntándose cómo había llegado a tal situación, como había sido posible que no se haya dado cuenta antes, y que ahora se encontraba ahí sola, con él, en esa situación, sin saber que hacer o en que confiar, y sobre todo que emoción seguir. Era tanta la confusión y se había alejado tanto de sí misma, que intentaba “retomarse” con la escritura y las palabras para ir procesando todo lo que iba sintiendo, además de leer su amado libro entre otros que tenía; Herramientas, “cables a tierra” que eran un bálsamo y un desahogo para su ser, en su “intimidad” (que cuidaba de conservar) de sentimientos y pensamientos. Mientras acontecía esa situación en el micro, la cara de su compañero de viaje, se seguía transformando para peor, ella lo observa y otra vez aparece el temor, se incorpora en el asiento y como haciéndose la tonta, pero con voz determinante le dice: – que haces?! ¡Dame mi teléfono!

-si claro, le responde. Y se lo revolea de mala manera sobre su falda. Él continúa diciendo: -ya escuché todo lo que tenía que escuchar…  Ella tragó saliva y otra vez la tensión se hizo presente, con la incomodidad esta vez, de estar rodeados de gente, no había más de quince personas allí, algunos viajantes, otros lugareños con sus bolsos, sus bultos sus jaulas y gallinas; y tierra que entraba por el piso del micro y se dificultaba a veces respirar.  Faltaba poco para llegar a arribo, la situación era insoportable, y ni siquiera podían cambiarse de asientos. Lo que más quería ella era llegar, sin saber lo que pasaría, ni cuál sería el desenlace, pero si sabiendo, que le esperaría un enorme y denso sermón una vez estando solos.

Cuando llegaron, tomaron sus cosas, bajaron del micro, y se fueron hasta el camping más cercano, era todo silencio y los pasos del caminar, eran toscos y de mala gana, al menos los de él, los de ella eran de extrema precaución y con la sensación de estar en falta, eran lentos, espaciosos y aletargados, sintiéndose culpable y mal por lo que había pasado.

Se mencionaron en la recepción, y ya tenían a disposición una parcela para su carpa, pensaban quedarse algunos días. El paisaje ya estaba oscurecido, había faroles e iluminación a lo lejos entre los árboles, muy distinto al otro sitio donde habían estado, podía sentirse la humedad del aire, la niebla oscura por la nocturnidad, y una luna menguando casi a nueva que opacaba aún más el cielo, sin embargo, desnudaba así a millones de estrellas que allí estaban, adornando el espectro. En ese lugar también había una mesa de material bastante cómoda, troncos para sentarse y el baño medianamente cerca, con una bacha para lavar del lado izquierdo.  Armaron la carpa bruscamente, rápido y de mala manera, con la escasa, pero suficiente luz que había, pudieron relativamente acomodar sus cosas, el ambiente era de profunda densidad, y terminada la cansadora tarea, de otra vez “proveerse del habitáculo” llegaría el momento, que ella tanto temía: el sermón. Y así fue, más que una conversación incomoda, el motivo de lo que escuchó en el micro paso a ser lo peor; Era tarde,  pero el cansancio y la superficial alegría de estar en otro lugar,  no eran suficientes para calmar los ánimos… él caminaba en círculos con un enojo efervescente elevando cada vez más la voz, ella lo miraba y discutía sentada desde la mesa donde “relojeaba” a lo lejos, si había alguna de las personas de la recepción medianamente cerca;  Tenía vergüenza y miedo de lo que pasaría, y le costaba pedir ayuda, tampoco sabía cómo hacerlo, todo empezaba a subirse más de tono y era cada vez más turbio. Los discursos y la agresión psicológica eran lo peor, lo cual desencadenaba en fuertes e intensas discusiones, él se le acercaba humillándola y reduciéndola a lo más mínimo que se pudiese reducir a cualquier persona, con palabras hirientes y punzantes, tocando fibras y hebras sagradas para ella, por ejemplo, su familia.

Entre el llanto y la ira, ella se levanta de la mesa y se le va encima, como empujándolo diciéndole que pare, o iba a pedir ayuda; el respondiendo entre furia y risas le dice:

– a dónde vas a ir?  ¡Vos te quedas acá!  y la empuja, haciendo que ella se caiga. ¡Ella se levanta y sale caminando hacia el baño que aun desconocía, solo para caminar, para irse, para lavarse la cara, algo!…  cualquier cosa para salir de esa situación, él la persigue y la acecha contra el paredón del lugar, apretándole los brazos muy fuertes, zamarreándola e insultándola, diciéndole que baje la voz, le tapaba la boca para que no gritara, ella trataba de zafarse, pero era difícil, las fuerzas físicas no eran semejantes, (y las mentales en ese entonces, tampoco) la mantuvo quieta sobre la pared, reduciéndola a cero, le repetía que se calmara, que parecía una desquiciada, y era lógico ella lo estaba. Se había enfurecido tanto con esa situación que era difícil calmarla, entonces ella abrió la boca y empezó a hablarle con un enojo que envenenaba sus labios seguido por sus ojos, y ese mismo veneno cada vez se hacía más evidente; Era ego contra ego, furia contra furia, si esas fuerzas estarían pintadas o dibujadas, los colores que prevalecían eran de los más oscuros de aquella paleta imaginaria. La realidad ahogaba, y ya no podía soportar, todo un problema iniciado por celos, que cada vez se acrecentaba más; a ella todo le parecía injusto, se sentía impotente y desesperada. En medio de ese forcejeo , ella le dijo cosas hirientes, pensando así que podía ofenderlo y de esa forma aprovechar y liberarse, además era tanta su bronca que no iba a quedarse atrás, y cada vez le gritaba más fuerte, acompañando la fuerza de sus palabras a la fuerza que hacía mientras,  para desprenderse de las manos de él que seguían apretándola, y cada vez era más fuerte, ella ya podía ir sintiendo el ardor físico en su piel;  él no aflojaba en soltarla, entonces ella en un dejo de mucha bronca y decepción, lo comparó con su amor pasado, diciéndole:

– vos que tanto criticas!  al final, tanto amor, tanto “confía en mi” y tanta libertad… no le llegas ni a los pies!, esto lo enfureció más, y fue donde reaccionó. Sin dejar de sujetarla, y haciéndolo aún con más fuerza, tomo impulso hacia atrás y con la misma furia, la desmayó de un cabezazo en la nariz. Ella cae inmediatamente, se desploma al instante y queda inconsciente en el piso.