Sigo esperando
Por Sebastián Ruiz.
Al cumplirse un mes del ASPO, escribí el siguiente texto.
“Cuando termine la cuarentena voy a…“.
Esta es la frase que más se dice y se escucha por estos días.
¡Qué amagué me comí, compa! No sabés: ya estaba ahí yo, esperando que suene el corchazo de salida y arrancar a todo ritmo.
Pero no, atroden. En Canadá domiciliaria, con salidas transitorias hasta el almacén. El que se pone la 10 y te saca el fiado.
Estoy tachando con palitos cada día que pasa. Me crucé a mi gata por el pasillo y le pregunté qué había hecho yo para estar acá. Me miró mal y se paró de uña. Me zarpó la latita de atún. Me siento en un capítulo de El Marginal. Mentira, esa es puro chamuyo. No se parece mucho a lo que pasa de verdad. Me lo contó un pajarito mientras tomaba pajarito.
¿Qué pinta cuando me larguen? Lo primero, ir a comer papas fritas a lo de mi vieja. Segundo, le pego un abrazo. Tercero, me sirvo más papas. Estoy con una re abstinencia, monopatín.
¿Cómo va a ser el mundo después? ¿Seremos mejores? ¿Caerá el capitalismo como lo conocemos? ¡Awantiá!. No sé, para mí el sistema va a seguir igual, con la diferencia que, quienes puedan, tendrán ahí un canuto que se llame «por si se pudre como la otra vez» o «fondos para futuras pandemias :-)»
¿Por qué cambiar si no van a perder? Equipo que gana no se toca. No quiero desilusionar a mis querides Bolcheviques 2.0 que se están mandando una cruzada épica a base de likes y frases bonitas que decoran la malaria. No tengan en cuenta ese comentario, que aprobé Introducción a la Economía con lo justo en el CBC y si hago referencias a la Revolución Rusa es porque la estoy estudiando para rendir historia la próxima semana.
De acá vamos a salir mejores, eso seguro. Los buenos más buenos; los malos más malos. Esos reencuentros que siempre quedan en un “De una, perro. Arreglamos y nos juntamos” se van a concretar. El abrazo, cuando se pueda, va a valer doble. El salario, la mitad. ¡Si no le gusta vaya no más, que atrás suyo viene otro cagado de hambre!
Tenemos que quedarnos en casa para poder salir de ella. ¡Qué místico todo! Desde febrero, el encierro me está volviendo loco. Les voy a confesar algo: ayer me escapé. Salté la medianera y caminé por el techo del vecino. Tuve que volver porque me olvidé el tapaboca. La próxima sale. La próxima voy a verte, ma.
Cuando todo termine. Cuando todo empiece.
Hoy, muchos días después, sigo extrañando y esperando.
Feliz día, Ma. Ya voy a escaparme.