Se te cayó la gorra…

Por Claudio Posse.

Llovía en Buenos Aires.

Antes de salir a hacer las compras escuché en la tele (porque la tele casi no se vé, se escucha como si fuera un integrante más de la familia que tiene que estar no se sabe bien por qué, la escuchas de refilón) que había “mucha gente en la calle”.

Salí… llovía.

La verdad es que no había mucha gente. Como si fuera el último domingo del mes, sin fútbol y con mal tiempo. Poca gente. Arreglé mi barbijo casero, de color negro y avancé. Una señora con su cartera colgando del hombre me miro y, supongo, hizo una sonrisa pícara, como diciendo: “Muy bien, con barbijo y con bolsa para comprar”. El encargado del edificio que está llegando a la esquina levantó su mano para saludarme, cosa que no ocurre nunca.

Caminé una y dos cuadras solo, pensé: “que bueno para hacer una peli de ficción de futuro apocalíptico”.

La tercera, como siempre, es la vencida. Me encontré con un pibe que miraba para todos lados. “Que pasa” pregunté intrigado ante el nerviosismo del vecino. “me llevó a casa las motos”, me dijo como si fuera algo cotidiano. Lo miré, pensé en la pandemia e inmediatamente me di cuenta que me estaba hablando de la policía. “¿qué hiciste?” dije contundente, como si supiera el más mínimo detalle de lo que había pasado. El vecino me miro y me respondió con la verdad que te dá únicamente la realidad: “un baño”.

Lo miré… llovía en Baires.

– “¿te choreaste un baño?”, interrogue un poco desorientado. El pibe me miró tratando de descifrar mis gestos, como si quisiera encontrar la lógica del interrogatorio casual que se producía en medio de una pandemia en un barrio popular de Buenos Aires. –“¿cómo me voy a chorear un baño? ¿qué sentido tiene? ¿Me estás descansando?

Me sentí medio boludo. Llovía mucho en el barrio.

“uno más uno es dos. Si te paró la policía es que algo, algo habrás hecho. Qué se yo”, le dije sin disculparme, porque un poco de razón tengo che. Estamos en pandemia y nos tenemos que cuidar. Esto no es joda. Noté que estaba un poco ofuscado el vecino. Pucha… para que me pongo a saludar en este momento que no me doy cuenta los gestos que tiene el otro porque todos estamos con estos barbijos que nos tapan todo. ¿Qué sé yo si está enojado? Tampoco fue tan grave. Al fin y al cabo, es un baño, de ultima lo soltaban después de la cuarentena y listo.

Tenía los pies empapados. Llovía en la esquina como si se acabara el mundo.

– “pegue un laburito para reformar un baño, entendés. Igual a los ratis no le dije eso, por eso voy con la bolsa para comprar. Me pararon a la vuelta de casa, les dije que iba a comprar y me zarparon. ¿Dónde querés que vaya a comprar, a lo del vecino?, le dije y me tiró no sé… quédate en casa”, me dijo el vecino que me miraba a mí y a todo loe había a su alrededor. Yo me llamé a silencio. Me miró y me tiró el codo en señal de saludo y mientras me dijo: “a mí me parece que a vos el Covid te comió la cabeza”. Se fue, caminó unos pasos, se dio vuelta y me chifló: “che… cuidado, ahí… se te cayó”. Miré al piso y no había nada. Le hice hombritos en señal de despiste. Y remató: “la gorra… vi gi lan te” y se fue riendo. Bah… creo porque tenía el barbijo.

No fui a comprar. Me volví para casa. Ya estaba empapado. Llovía mucho en Buenos Aires.

Estaba llegando a case improvisé un paraguas con la bolsa de las compras que había llevado cuando escuché un sonido, eran dos motos… me encerraron y me apuraron: “¿de dónde venís?”. Los miré y dije la verdad: “de hacer unas compras”. Miraron la bolsa en mi cabeza. Vacía y empapada… llovía mucho en Buenos Aires.