¿Quién tiene el Poder?
Por Liliana Etlis.
Eva dormitaba en el sillón ubicado en el comedor de la casa, la luz entraba desde los ventanales sin causarle molestia, sus ideas giraban alrededor de su cuerpo; le inquietaban preguntas desde hacía tiempo, pero la que le pesaba en el corazón era ¿quién tiene el Poder?
Recordaba su historia relacionada a debates superficiales en la escuela secundaria, siempre alrededor de respuestas contradictorias ante la llegada de vacaciones, cantidad de días, horarios, turnos, suplencias, horas extras con la prohibición de no discutir. También venía a su memoria las demás mujeres ya que no era un colegio mixto porque argumentaban que el rendimiento era mejor si eran del mismo sexo.
La Rectora decía que había que seguir las directivas del Ministerio de Educación porque *así tenía que ser*, a Eva siempre le quedó esa frase porque sentía la obligación de escuchar argumentos medievales, el *así tenía que ser* la llevaba a un padecimiento adolescente por la estupidez de los dichos.
Seguía su memoria circulando por la escuela secundaria de Villa Ballester, cuando entraba al patio y antes de saludar a la bandera palidecía ante esos rituales donde la cruz y la celeste y blanca siempre estaban juntas en épocas de dictadura, la preceptora medía el largo del delantal con una regla que acostumbraba tener como extensión de su brazo en su mano derecha y medía los centímetros que tenía el delantal por debajo de las rodillas: tenían que ser diez centímetros exactos sino el destino era la vuelta a la casa. En la fila, luego de tomar distancia con el brazo diestro ¿pura coincidencia? entre todas las alumnas de cada curso, disciplinaba si no se cumplía con las normas abominables con un soberano ausente, sumaba el control de uñas cortas, despintadas, el cabello atado y el rostro sin maquillaje. Una vez que se pasaba la inspección de la celadora con aire a gendarme, se saludaba a la bandera y la entrada a clase presencial estaba asegurada.
La Vice, en cambio, era más flexible, no le daba ni cinco de entusiasmo al ritual, ella sostenía su bolso y miraba hacia la laguna del fondo de la institución, generalmente llena de agua que salía de una canilla con pérdidas ubicada al costado del quiosco del patio. Ella estaba como disociada de la realidad. Las profesoras estaban divididas según opiniones concretas ante cualquier fenómeno.
El día que más rememoraba Eva era aquél tan aburrido y poco productivos, cuando su amiga Teresa, llevó un ornitorrinco, lo había traído atado a una correa verde aferrada a su mochila ya que su madre le había dado un ultimátum: o se llevaba el animal, que dicho sea de paso lo había expropiado del zoológico en horas de la madrugada a metros de su casa, o no volvería a salir a las fiestas cumpleañeras, situación que significaría no ver más al Gallego con quien tenía acercamientos seductores.
Un grupo de profesoras quería denunciar al visitante inventando un episodio de violencia que nunca existió pero que sí imaginaban en sus geométricas neuronas, pero sabían que si lo hacían comprometía a la madre de Teresa ya que todas eran menores de edad y la persona que se hacía responsable tenía que pertenecer al sector adulto que todavía no sé por qué le decían así ya que la posición de las menores era más coherente que las demás, simplemente porque reclamaban al animal para aprender a cuidarlo y tener un acercamiento a otras formas de vida.
De esta manera se distribuyeron las diferencias, las cercanías, las semejanzas y los acuerdos.
-las que querían que se devolviera el Ornitorrinco al zoo, lo que significaba que, si optaban por esta solución, iba a morir en pocos días ya que no le daban de comer lo suficiente, su evidencia era su rápido adelgazamiento y su mirada era de auxilio por recuperarse.
-las que estaban con la crianza y acercamiento hacia una experiencia relacionada a la vida y así salir de los moldes preestablecido por las instituciones.
-que Teresa regrese a la casa con el animal, lo que significaba que no podría ir al cumpleaños de su amiga Eva al sábado siguiente y no poder seducir al Gallego.
– las que no escuchaban porque los oídos sufrían una transferencia desde lo que se debía hacer o hacer sin interrumpir la diciplina y el control.
Llamaron a los medios de comunicación a pesar de las filmaciones, fotos, historias inventadas y extraños sentidos que le daban al hecho, hasta dijeron que era un ejemplar sobrehumano.
Los medios o miedos informativos olvidaron todo lo demás, quedaron atrapados en una especie de estupidez increíble, nunca experimentada en la historia de Villa Ballester porque la noticia giraba únicamente, alrededor del suceso sin resolver.
Se hizo a posteriori una reunión en el Ministerio de Educación, llamaron a profesionales de la salud interdisciplinaria para investigar si el ornitorrinco transmitiría alguna enfermedad, las madres y los padres vivían haciendo asambleas en la puerta de la escuela, pero no se llegaban a acuerdos entre las partes. Se le ocurrió a una profe llamar a una delegación de organizaciones sociales y sindicales para integrar otras opiniones y llegaron a la conclusión siguiente por votación
* Se quedaría en la escuela y se tendrían que organizar respecto a las diversas tareas que requeriría su cuidado, de quienes se encargarían de las necesidades más urgentes, un porcentaje del dinero ahorrado de la Cooperadora se destinaría a los gastos extras y su ubicación sería un poco más a la izquierda del mástil donde estaba la pequeña laguna*
Eva recordaba toda la escena pretérita con emoción.
Pasaron los años y Teresa en el día de la amistad le regaló un loro que llamó Helio por su liviandad y recuerda que también fue un tanto extraño, un loro que aprendía muy rápido palabras y frases.
Eva estaba dormitando en el comedor de su casa cuando la luz iluminaba el ambiente cuando de repente Helio comenzó a repetir sin parar, suavemente ¿Quién tiene el Poder?
