¿Qué justicia queremos?
Por Maximiliano Rusconi.
No tiene sentido hablar de reforma judicial sino definimos previamente que tipo de justicia queremos. Para definir justamente que tipo de justicia deseamos puede ser de mucha utilidad un pequeño cuestionario que quizá colabore en el desarrollo de un camino critico no sólo a efectos de contornear el modelo de justicia que forma parte de nuestro ideario republicano, sino también con la pretensión de establecer el camino que entre mil senderos posibles nos lleve de modo exitoso a ese logro tan bastardeado como deslucido y posiblemente incomprendido.
A ver. ¿Queremos jueces con buena formación y trayectoria o perfectos arribistas que le deban eternamente el cargo al padrino político?
¿Queremos fiscales objetivos, serios, respetuosos de las garantías constitucionales o nos gustaría que el ministerio público ostente un plantel de marionetas que pasan de ser tanques dispuestos a pisotear toda la dignidad del caído en desgracia política a transformarse en pequeños pitufos desentendidos y temerosos a la hora de investigar el delito del poderoso?
¿Buscamos una Corte Suprema de tránsito ligero y exitoso para el poder de turno o una Corte que se presente frente a todo ciudadano como la barrera infranqueable de los excesos del poder que arremeten frente a los ciudadanos de a pie?
¿Pretendemos defensores oficiales dispuestos a pelearse con el sistema por las garantías de sus defendidos o que se transformen en lastimosos asalariados que en cada escrito piensan que a su pupilo no lo verán más y en cambio al fiscal y al juez los seguirán tratando durante el resto de sus ascendentes carreras?
¿Imaginamos jueces y fiscales que tengan en claro que sus acciones deben originarse en sus propias convicciones y ética individual o que releven presurosos sus listas de tareas en la madrugadora lectura de los portales de los multimedios?
¿Soñamos con jueces y fiscales que todos los días recuerden que están al servicio de cada uno de los ciudadanos, mujeres y hombres o que desayunen con dosis de soberbia institucional fomentando tanto su alejamiento de la comunidad como su acercamiento al edulcorado poder de turno?
Sino elegimos las respuestas correctas es preferible no reformar nada.
Nada de nada.