Por suerte está todo bárbaro: No hay ninguna reforma judicial que hacer.

Por Maximiliano Rusconi.

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Cuando sucedió el hecho Cristina tenía 19 años. Era un 28 de julio de 2001.

Como el sistema de justicia anda bárbaro, Cristina, entre 2001 y 2008 fue detenida y encarcelada en tres oportunidades.

Insisto, el hecho fue en el año 2001, pero como la justicia penal es eficiente y ágil, Cristina, que era inocente, fue condenada por un Tribunal Penal el 20 de mayo de 2010, es decir 9 años después.

Como Cristina era inocente, presentó un recurso de Casación ante el Superior Tribunal de Justicia de Misiones. Debido a que el sistema es ágil y eficaz, el Superior Tribunal de Misiones resolvió tres años después: sí tres años, el 12 de julio de 2013.

Cristina que era inocente, tuvo que esperar tres años para que su Condena fuera revisada por el Superior Tribunal de Misiones: pero como el sistema penal es un ejemplo, no es urgente cambiarlo y no hay que gastar plata en ese cambio, para colmo de males, el STJ de Misiones rechazó el recurso de Casación y la injusta condena quedó firme.

En febrero de 2015 Cristina presentó un recurso “in pauperis” (hecho por ella misma sin asistencia de abogado) ante la CSJN para que revise su condena que estaba firme y ella no lo sabía.

La Corte Suprema de Justicia, en las sentencias del 17 de marzo de 2015 y el 12 de abril de 2016 (un año y dos meses después del recurso in pauperis) deja sin efecto la sentencia del STJ y le ordena que revise la condena.

Por suerte, todo muy ágil y rápido. La Corte Suprema de Justicia de la Nación no resolvió directamente, total, sólo habían pasado 16 años del hecho. Para ésta Corte Suprema de Justicia, 16 años de antigüedad del proceso no justifica que resuelvan en forma directa. Parecen pensar que lo que se paga en la piel del sometido a proceso, no tiene ningún valor.

Qué contundente que habrá sido el fallo de la Corte Suprema de Justicia que, a pesar de que Cristina era inocente, el 5 de diciembre de 2016 hay una nueva confirmación del STJ. Cristina que llegó a la Corte Suprema 15 años después de una condena insostenible y que era inocente, tuvo que esperar hasta cumplir 16 años y medio de espera para que el máximo Tribunal Provincial simplemente vuelva a confirmar el fallo.

Si en esta nota diéramos ejemplos de lo que es capaz esta Corte Suprema cuando le interesa por malas razones un caso, Flash Gordon quedaría ninguneado.

Los recursos extraordinarios, interpuestos por Cristina, que era inocente, fueron concedidos el 15 de diciembre de 2017.

Como la Corte es muy eficiente y resuelve muchos casos por año, y con cinco miembros puede abastecerse, el 12 de septiembre de 2018 le corre vista al Procurador eternamente interino Casal, quien dictaminó que los recursos debían declararse improcedentes. Ello a pesar de que –como ahora sabemos, Cristina era inocente- y que la Corte ya había visto graves problemas en la sentencia de condena.

Si el lector supiera a qué cosas es capaz el mismo Procurador de considerar como recursos procedentes (incluso echando manos de un modo inaudito a la famosa gravedad institucional), y las comparara con éste caso en el cual una Joven inocente clama por su inocencia y reclama su libertad en un caso de 16 años de antigüedad compartiría mi indignación.

Como Cristina era inocente, el 26 de diciembre de 2019 la CSJN declara la absolución, y recién ahí, y como la Corte funciona bárbaro, dice que después de 9 años insistir con el reenvío al tribunal superior provincial, vulneraría el derecho a obtener un pronunciamiento definitivo (¿la remisión, sin resolver, en el año 2016 no violaba este derecho? ¿15 años de proceso es poco tiempo? ¿cuánto tiempo llevaba Cristina en el año 2016 de encarcelamiento sin condena?). En particular los miembros de la CSJN consideraron que Cristina se encontraba privada de su libertad sin sentencia firme desde hacía más de 11 años.

La Corte intervino tres veces en este caso, según Sabsay no hace falta tocarla y es toda una garantía. El caso llego a la Corte por el trabajo de litigio estratégico de la asociación Pensamiento Penal (APP) y la asociación de mujeres penalistas de la argentina (AMPA), que tuvieron que vencer todos los prejuicios imaginables.

Cristina fue absuelta, pero, como el sistema de justicia funciona bárbaro, Cristina se suicidó.

No tengo más nada que decir. Lamentablemente Cristina tampoco. Yo me siento culpable, como abogado, como Profesor de la Facultad, imagino como se sentirán algunos otros.