Por la calle

Por Sebastián Ruiz.

El otro día, de noche, salí a comprar unas lentejas. Estaba apurado, pues tenía que llegar antes que me cierren los mercados de cercanía. Ya sabemos cuáles, todos tenemos uno a menos de dos cuadras y lo atiende un tal “Leo”. Ya sabía desde el mediodía que necesitaba lentejas, de hecho salí a comprarlas, pero siempre me cuelgo con algo y me olvido justo lo que más necesito. Entro, miro la góndola y me pregunto: “¿qué vine a comprar? Por las dudas, llevo una salsa de tomate”. Tengo 9 cajas de salsa de tomate en casa.

En esta salida iba concentradísimo con un solo objetivo en mente. Sin margen de error. “Visualiza el guiso”, me decía a mí mismo, mientras caminaba. Día perfecto para ese menú, porque llovía. ¿Existe alguna combinación mejor? Sí, claro: Riquelme y el 2007.

Cuando camino de noche y llueve, me gusta mirar cómo se refleja la lluvia en las luces. Apunté arriba y me encontré con un pasacalle. Sí, un pasacalle. Vivo en San Telmo, un barrio vieja escuela. Pero: ¿un pasacalle? ¿Es realmente eso que estoy viendo un pasacalle? Sí, eso es. Usted pensará: “bueno chango, calmate, es un pasacalle”. No, no me calmo nada. Perdón de antemano si quien lee estas líneas labura en este rubro.

Antes de dar mi opinión, quiero aclarar algo importante: soy anti – pasacalles. Casi desde la cuna. De chico, iba al cumpleaños de un compañerito de la escuela y le habían puesto un pasacalle: “Feliz cumpleaños, Alan” y el dibujo de lo que aparentaba ser un MickyMaus. Digo aparentaba, porque parecía que lo habían desfigurado a trompadas justo antes de ser dibujado. Le faltaba una oreja. Era amarillo.De yapa, pasó un viento picante y lo desenganchó de una parte, así que quedó como decapitado. Más triste imposible.

En su función como publicidad, tampoco le encontré mucha vuelta. Generalmente, si vas en auto, no llegas a anotar el número de teléfono que necesitas pa comunicarte. Lo único que recuerdo es que los que compran pelo, usan pasacalles. ¿Quién no se ha cruzado con alguno que diga “COMPRO PELO PAGO MÁS”? Dos actividades que no entiendo, juntas. ¿Qué onda? ¿Los pasacalles se hacen con pelo? Usted pensará: “bueno chango, calmate, es un pasacalle de alguien que compra pelo”. No, no me calmo nada. ¿Cuál era el número al que hay que llamar?

Ahora, pregunto, y sin querer pecar de gorra: ¿en qué fase se habilitaba la puesta de pasacalles? Yo no lo vi en ninguna filmina. No quiero meterme con los pasacallejistas, aliento a que los use, ver uno me ha llevado a escribir esto.

Si estoy con vos, no necesito nada…”, decía el pasacalles que vi en San Telmo. Adjunto al texto, un corazón. Un pasacalle con un fin romántico. Sin firma ni dedicatoria. No compraban pelo. Claramente, el emisor y el receptor están transitando una relación clandestina. En cuarentena. Es una película genial.

Tal vez me encuentre al que escribió el pasacalle en lo de Leo. Ya no necesita nada. Yo, ¿qué necesito? Ah, sí, lentejas.