Peronismo, el único proyecto de Nación

Por Daniel Petriz y Jesús María “Tito” Plaza.

La globalización en curso es, la culminación de un proceso que comenzó con la constitución de América y la del capitalismo colonial/moderno y eurocentrado como patrón de poder mundial. Hoy cuestionado no por agentes políticos emancipatorios sino por agentes microscópicos, el COVID 19 deja al desnudo la fragilidad el sistema de dominación.

América se constituye como “el primer espacio/tiempo de un nuevo patrón de poder mundial”. Es decir, de la condición intrínseca de control y explotación, con un mercado a escala mundial, estableciendo el “sistema mundo” que conceptualmente rige hasta hoy nuestras prácticas humanas basadas en la hegemonía cultural del capital y sus relaciones regulatorias en las sociedades que transformaron el espacio colonizado y el europeo desde 1492 hasta la fecha. Para ello Europa occidental elabora su propia justificación teórica de dominación.

La idea de “raza” es el instrumento teórico que da lugar a la relación práctica entre el dominador “blanco”, luego constituido como “europeo occidental” (a partir de la construcción de “lo americano”) y el dominado “no-blanco” y luego no-europeo. Modelo que fue utilizado a nivel planetario. En ello se combinan las ideas de la separación del alma y el cuerpo del cristianismo en primera instancia, las ideas de la razón cartesiana que separa la razón-sujeto del cuerpo y por último la idea de evolución-civilización, desde lo primitivo/conservador a lo civilizado/moderno. Es decir que, desde la perspectiva temporal de la historia, los europeos colocaron a los demás pueblos en el pasado y se colocaron ellos como culminación. De modo tal que se ubicaban como ápice de la civilización, los modernos. A partir de allí, los no europeos por ser primitivos carecían de razón, eran meros cuerpos; objetos y como tales dominables y explotables. Todo esto da como resultado, una transformación por medio de las nuevas formas de relación explotación-trabajo- capital que modifican lo existente hasta el momento.

Explotación de recursos humanos y naturales con la incorporación de nuevas tecnologías y reglas sociales, nuevas vías de comunicación, cambio en la relación de lo urbano y lo rural, creación de nuevas ciudades y enclaves portuarios, recreando un espacio de dominación europeo que conserva aquello de lo preexistente que le es funcional. Lo que podemos observar en la actualidad es que esos patrones siguen reproduciéndose como reaseguro del sistema más allá del rol que se cumpla y de los actores, ya sea como dominador o dominado, incluso en la dinámica interna de los grupos dominados que reproducen la misma lógica. Lo que coloca a esos pueblos en un espacio teórico-conceptual subalterno por imitación, espejismo intelectual que provoca la explotación entre los explotados con un premio para los opresores locales: el capital como símbolo de blancura y por lo tanto de superioridad y poder (prestado, nunca propio).

Partiendo de lo antedicho, Argentina permanece en un estadío inconcluso y todavía lejano a la resolución de su independencia y a la categoría Estado-Nación moderno, partiendo al menos de esta definición: sociedad nacionalizada y políticamente organizada en un marco institucional ciudadano y democrático que permite una participación en el control del poder, creando la noción de valores e ideales comunes en una sociedad, que distinguen a unos Estado-Nación de otros.

En Argentina la apropiación de la tierra a expensas de los pueblos preexistentes se realizó con una extrema concentración de la tenencia, que hizo imposible cualquier tipo de relaciones sociales democráticas incluso entre los propios blancos y en consecuencia de toda relación política democrática. Lo que se constituyó fue una sociedad y un Estado oligárquicos, que más tarde se asociaría a la cuasi burguesía local. La pequeña minoría en el control del Estado no puede tener ningún interés social en común con el resto de la sociedad de la que se sirven, al contrario, sus intereses sociales son explícitamente antagónicos, dado que sus privilegios están hechos de dominio/explotación. En consecuencia, no existe ningún interés nacional común a todos ellos. Por eso, desde el punto de vista de los dominadores, sus intereses sociales están mucho más cerca de los intereses de sus pares extranjeros y en consecuencia siempre inclinados a seguir los intereses de la burguesía foránea. Son dependientes. Como consecuencia de esta situación, la falsa discusión del siglo XX entre categorizaciones que son expresiones de la colonialidad del poder, esto es, una revolución democrático-burguesa y una socialista son superadas por el peronismo como expresión socio-política de carácter nacional.

La revolución democrático -burguesa postula un proyecto en el cual la burguesía organiza a la clase obrera urbana y rural y a otros grupos para reorganizar la sociedad y el Estado en los términos capital/burguesía; la revolución socialista postula el control del Estado por la clase obrera, a la cabeza de una coalición de las clases explotadas, para imponer el control estatal de los medios de producción y construir una nueva sociedad. Ambas falsas, puesto que en nuestro país no existió un feudalismo anterior para ser desplazado por una burguesía, ni tampoco una sociedad obrera industrial alienada y extendida que desembocara en una revolución socialista.

Mientras que las expresiones políticas, ya sean las burguesas en sus variantes liberales o socialdemócratas y la miríada socialista, proponen proyectos de organización social por exclusión, el peronismo lo hace por inclusión, postulando el equilibrio entre el derecho del individuo con el de la comunidad.

De tal modo que el Proyecto Peronista ocupa la centralidad como auténtica opción revolucionaria que confronta con el poder colonial y las expresiones locales de la dependencia, mediante un planteo que reúne los requisitos para la conformación de un Estado-Nación: La Comunidad Organizada como “nacionalización de la sociedad políticamente organizada” y la Constitución Nacional reformada (1949) como marco” institucional ciudadano y democrático que permite una participación en el control del poder”.

En ese contexto, se propone la práctica del Estado de Bienestar que, desde lo concreto, lo simbólico y lo comunicacional permite la identificación y la apropiación de la idea de Nación, ya que los nuevos sujetos de derecho, las amplias mayorías excluidas, serán protagonistas del proceso político-social y porque podrán disfrutar la patria que construirán en antítesis de los privilegios de goce virreinal de las clases dominantes/subalternas. El resultado, “la noción de valores e ideales comunes en una sociedad, que distinguen a unos Estado-Nación de otros”.

La Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana cumple un rol fundamental en los procesos del desarrollo. Es el gran articulador entre la empresa y el trabajo; construye un sistema nacional de políticas científico-tecnológicas; en tanto principal productor de bienes y servicios estratégicos, regula los mercados y promueve las inversiones de gran escala.

Nación Socialmente Justa, es pretender la equitativa distribución de la riqueza haciendo hincapié en un esfuerzo que, como así también de los derechos y responsabilidades, ya sea de parte de quienes aportan el capital, como de quienes aportan su esfuerzo para la producción.

Nación Económicamente Libre, es la potestad del manejo los recursos del país, los procesos de producción, transformación, distribución para aplicar el concepto de auténtica distribución de la riqueza.

Nación Políticamente Soberana, es la independencia de los Pueblos en la libre determinación de elegir a quienes lo dirijan. Se es soberano cuando se concurre a votar, eligiendo a sus gobernantes, pero fundamentalmente cuando se ejercen los derechos y obligaciones en la plenitud de la participación política y la vida social inscriptos en los valores reflejados en la Constitución Nacional. Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada.

Uno de los ejes sobresalientes y distintivos del peronismo es la preeminencia de la dimensión humana en oposición a la dominación por explotación del capital o del estado.

El peronismo encarna la propuesta de una Tercera Posición. Propone la fórmula de un gobierno centralizado donde todas las fuerzas que aportan a la riqueza nacional sean representadas, dando lugar a que las diferentes expresiones sociales dialoguen acuerden y posibiliten la realización individual y sectorial en un marco social”. En resumen, unidad, cooperación, solidaridad y organización son la base de la realización de la Nación.

En propias palabras de Perón “… la Nación no ha de realizarse, mientras haya un argentino que no se haya realizado en ella”.

Para lograr el objetivo de descolonización ideológica, es decir la aceptación de los conceptos de libre comercio que llevan al subdesarrollo y la subordinación política, se crean instrumentos a tal fin. Entre ellos la nacionalización del Banco Central, de los depósitos bancarios y del comercio exterior; el impulso estatal y la defensa de una industria naciente por medio de un plan quinquenal, es obra pública como elemento central de ese impulso estatal, las restricciones cuantitativas a partir de un sistema de estudio previo y cuotas de importación para determinados artículos.El Estado controla el uso de las divisas y privilegia a sectores industriales para que pueda incorporar equipos e insumos para el desarrollo nacional. El sistema prevé la aplicación de derechos aduaneros adicionales, cuotas de importación, exenciones impositivas y tipos de cambio preferenciales”.

El otro elemento fundamental de la política peronista destinado a defender la industria naciente es la nacionalización del comercio exterior. Y lo recaudado no es para el agro, es para la industria. Lo que siguió es sabido por todos. La insubordinación como expresión de rechazo de la dominación ideológica y práctica, es decir el intento de descolonización social, fueron truncados por el golpe de estado de 1955, por lo tanto, la independencia, la conformación del Estado-Nación en el territorio argentino quedan inconclusos.

Sin un proceso de descolonización de las relaciones sociales, políticas y culturales entre los grupos y elementos de la existencia social, la colonialidad del poder seguirá ejerciendo el dominio. En consecuencia, es tiempo de aprender a liberarnos del espejo donde nuestra imagen es siempre y necesariamente, distorsionada. En tiempos de pandemia y caos del sistema mundo, es tiempo de más peronismo. Patria sí, colonia no.