“Nunca fuimos, Vicentin”

Por Gustavo Feldman.

El libro sigue siendo para mí el principal vehículo difusor de cultura, de información; sigue siendo para mí la forma excelsa de testimoniar, de dejar evidencia de algo o de alguien.

La Editorial Fundación Ross es una verdadera institución en Rosario y la Provincia de Santa Fe, hoy presidida y dirigida por Silvina Ross, escritora, editora, librera y militante. Espero en marzo de este año poder tener en la calle el libro que lleva por título el de estas líneas y que edita la célebre editorial rosarina de Silvina.

El libro es el reflejo del camino paralelo con la pandemia que viene llevando el default y el desfalco de Vicentin. Vicentin es la mayor estafa en la historia de la provincia. Es un hito de lo que es el sistema capitalista en lo que hace al riesgo no calculado, a la improvisación del management, al encubrimiento con sociedades fantasmas para conseguir financiamiento y fugar dinero, y también en lo referente al aprovechamiento de las relaciones políticas para conseguir favores espurios y, sobre todo, a la falta de controles del Mercado y del Estado para anticipar y evitar estas maniobras delictivas que le costaron sólo a los acreedores comerciales u$s400 millones. Con el libro busco evidenciar  cómo un conglomerado de gran magnitud implosiona por sus malos manejos internos. Y quería dejar un testimonio de esta historia en un formato perenne como es un libro.

Con el título elegido, busco un contrapunto con lo que  fue “la adhesión sin sentido a Vicentin por el sólo hecho de que el Estado quería intervenir”. Rememoro que en su momento  apoyé el intento de intervención y expropiación  que impulsó el gobierno nacional, y tampoco que el mismo  tuvo muchos errores no forzados, tanto en el manejo de los tiempos, como en la estrategia y el lenguaje utilizado y también en algunos objetivos buscados que excedían el rescate de los acreedores internos. Sigo validando el intento por evitar lo que está ocurriendo en la actualidad; una “monumental licuación de la deuda con el campo”.

Es que para cuando el gobierno quiso expropiar todavía no se habían presentado las denuncias penales que luego iniciaron los principales acreedores productores,  los bancos extranjeros y los bancos nacionales. Tampoco se habían conocido todas las maniobras de armado de sociedades para fugar dinero y estafar a esos acreedores.

Si la Intervención de  la empresa fuera  ahora que se sabe todo lo que hicieron, quizás  no hubiese generado el rechazo que generó en su momento en algunos sectores de la sociedad cuando algunos medios porteños presentaban a la familias Vicentin como honestos empresarios de provincia. Hoy quedaría claro que el primero que se quedó con la propiedad privada fue Vicentin, que no pagó los granos que recibió y los créditos que tomó no por un problema financiero sino como conclusión de un a maniobra defraudatoria.

Para que se diera tamaño desastre hubo connivencia de parte de organismos de control durante el gobierno de Mauricio Macri, como el Banco Central, la Comisión Nacional de Valores, todos manejos que fueron claves para que se concrete esta estafa ya que el propio Macri llamaba al presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, para que le preste millones que la línea gerencial del banco no aprobaba”, Pero  tampoco sonaron las alertas  en  las Bolsas de Cereales y las Cámaras Arbitrales, o si sonaron , no fueron escuchadas. El tema Vicentin marca un antes y un después en muchos ámbitos y estamentos, entre ellos la Bolsa de Comercio de la ciudad de la ciudad de Rosario.

Es fundamental que para que este tipo de grandes fraudes corporativos no se vuelvan a suceder la Justicia tome decisiones firmes. Y no me refiero solamente  a la condena penal sino al resarcimiento económicos de los perjudicados por la estafa.  La Justicia no puede convalidar semejante licuación de pasivos. El libro también da cuenta de nuestra actividad profesional al respecto, con un nutrido apéndice documental.

Lo prologa mi amigo Aníbal Fernández con la impronta y  el tono  que todos le conocemos.

Lo que resta de mi parte no es menor: aguijonear a la editora para que lo tengamos rápido en la calle.