No les pedimos que pierdan, solo les pedimos que ganen un poco menos
Por Delfina Rossi.
Para poder comprender la crisis de deuda que hoy atraviesa Argentina, es necesario mirar nuestra historia, y particularmente el proceso de endeudamiento del gobierno anterior. Antes de la pandemia de coronavirus, como dijo el Jefe de Gabinete, padecimos la pandemia económica del gobierno de Macri. Nos dejaron un país en default técnico, con serios problemas para acceder a financiamiento en el medio de una pandemia global de dimensiones inéditas.
Hagamos un poco de memoria. La llegada de Macri a la presidencia en diciembre de 2015 significó un quiebre en la orientación de la política económica, a partir de una visión profundamente ideológica, neoliberal, de cómo funcionan la economía y los mercados, que se tradujo en una serie de medidas de alto impacto negativo. En primer lugar, se eliminaron las restricciones cambiarias y los controles de capitales. En segundo lugar, se abandonó la posición de defensa de las condiciones de los canjes de 2005 y 2010, aceptando el reclamo de los fondos buitres, con la promesa de que dicho acuerdo nos permitiría volver a los mercados financieros internacionales (en otras palabras, volver a tomar deuda en moneda extranjera en los diferentes mercados del mundo) y generar un shock de confianza, y en consecuencia una “lluvia de inversiones”.
La lluvia llegó, pero no las inversiones. La deuda tomada por el gobierno de Macri no fue utilizada para crear trabajo, aumentar la producción ni fortalecer el aparato productivo, sino que se utilizó para sostener inversiones especulativas de corto plazo con rendimientos altísimos, la famosa “bicicleta financiera”. Ganar intereses en pesos para correr al dólar frente a riesgos devaluatorios gracias a la “libre movilidad de capitales”. En 2018 estas inversiones de corto plazo vieron la hora de salir, y allí comenzó la crisis que aún hoy atravesamos. En ese momento podría haberse tomado la decisión de retomar los controles de capitales e intentar una temprana reestructuración de la deuda. Sin embargo, el gobierno de entonces decidió acudir al FMI, pese a que había prometido a no hacerlo. Es tristemente célebre la larga historia de Argentina con el FMI, y no es una novedad que su “ayuda” viene atada a condiciones que socavan la soberanía económica, y que, además, no son efectivas para superar las crisis, sino todo lo contrario.
Alberto Fernández, el 10 de diciembre de 2019, sí recibió una pesada herencia: un país sobre endeudado, con altísima inflación, pobreza y desempleo. Desde entonces comenzó el proceso para reestructurar la deuda de manera sustentable y que dé lugar a un sendero de crecimiento sostenible. Desde el principio el gobierno ha hecho hincapié en que Argentina quiere pagar, pero no puede en las actuales condiciones. Argentina quiere pagar, pero no puede hacerlo a costa del bienestar del pueblo.
La última propuesta Argentina sobre la renegociación de la deuda extranjera en manos de privados, es por demás razonable. De concretarse un acuerdo, garantizaría el cierre de un capítulo y se reestructurarían más de 68 mil millones de dólares, lo que allanaría el camino para que el país pueda volver a crecer y generar empleo. Y es tan razonable, que a los acreedores no se les está pidiendo que pierdan, sólo que ganen menos: en un mundo con tasas cercanas al 0%, Argentina estaba pagando un cupón promedio de 7% en los bonos de mercado, la propuesta ofrece un promedio de 3,5%, con un año de gracia y en promedio se pagará 53,5 USD por cada 100 USD.
Después de todo ellos, los acreedores, sabían el riesgo que corrían en un principio cuando adquirieron títulos públicos con alto rendimiento, emitidos por el gobierno anterior en un festival de bonos que se vislumbraba insostenible desde el primer día y sin un proyecto de desarrollo para el país.
Hoy la situación es diametralmente opuesta, a pesar de los desafíos de la pandemia del COVID-19, el gobierno de Alberto Fernández cuenta con una estrategia para poner la deuda externa en un sendero sostenible, pero también con reactivar la economía argentina, a partir del desarrollo del mercado interno, así como del aumento de la competitividad de nuestras industrias. Solo una Argentina desarrollada, industrializada, dejará de ser aquella que sistemáticamente defaulteen sus obligaciones internacionales, ese es el camino.