Morro: Triste y solitario final

Por Lucila Coccia.

El suicidio de Santiago “El Morro” García sorprendió a un país que, si bien tiene una tasa altísima de psicólogos, se mantiene reacio a hablar de la salud mental. En el deber ser de una sociedad patriarcal, y más dentro del fútbol históricamente masculinizado, no hay lugar para las vulnerabilidades.

A pesar de que se desconoce cuál fue el detonante para que el futbolista uruguayo de treinta años decida quitarse la vida en su residencia en la provincia de Mendoza, el deportista sufría depresión por la cual estaba bajo tratamiento psiquiátrico.

Aunque la historia del Morro hoy está bajo la lupa, no es el primer caso en el país. Pasaron más de veinte años desde que la promesa de 21 años de San Lorenzo, Mirko Saric, se suicidó y nada pareció haber cambiado. Aún son apenas cuatro equipos de los veintiséis que participan en la Primera División que tienen profesionales de la salud mental a disposición de los jugadores. Estos equipos son Boca, River, Racing y Godoy Cruz, aunque en las inferiores el número se eleva, ya que está más aceptado socialmente que un niño o adolescente reciba asistencia.

El Tomba, siendo uno de los pocos clubes argentinos que tiene atención psicológica y conociendo la situación que estaba pasando su ídolo, no estuvo a la altura para contenerlo y aún así decidió apartarlo del plantel.

El Morro venía teniendo conflictos con la dirigencia de Godoy Cruz porque en palabras de José Manzur, el presidente de la institución, García era un líder negativo para los jóvenes y por eso la comisión directiva había decidido no tenerlo en cuenta, a pesar de tener contrato hasta junio de 2021.

La frialdad con la que la dirigencia del Tomba trató el fallecimiento de su máximo goleador histórico en Primera División demostró una vez más que, en el fútbol como mercado, los deportistas son reducidos a meros representantes de sus cuerpos. La deshumanización llega a tal punto que, estar por encima del peso ideal, basta para descartar el “producto” defectuoso y borrar cuatro años de alegrías. 

La muerte de un goleador nato, ídolo de multitudes trae a la luz una problemática silenciada por una sociedad cuyo único objetivo es el éxito a toda costa. El Morro deja un vacío inmenso en el corazón de los hinchas y también abre la discusión sobre cómo se trabaja lo humano dentro del deporte. Es el momento que los formadores y dirigentes estén a la altura.