Milongueando
Por Liliana Etlis.
Era un salón amplio, se respiraba tranquilidad, las personas acudían sin prisa. El olor a madera venía de aquellas pequeñas mesas circulares recién fabricadas con sillas dispuestas alrededor del espacio milonguero.
Costumbres de una cultura rioplatense envolvía una atmósfera de abrazos, algunos con afectos que vienen de adentro, de las vísceras, del corazón, otros superficiales, los más con visión erotizantes y los abrazos donde se une la vibración del deseo, la sonrisa cómplice, la mirada oblicua, la escucha de aquel golpecito en la espalda, las lenguas secas de tanta espera.
Es un encuentro especial donde los diálogos nutren y acompañan relatos, parejas que imaginan hasta el final los vocablos por los gestos, principalmente cuando gustan animarse a sostener mutuamente el equilibrio.
La pista se llena cuando la magia musical insiste en bailar el silencio, es el instante donde aumenta la pasión y la armonía.
Muchas parejas con técnicas de baile contemporáneo no parecen irradiar esa amorosidad espontánea, algunas visten con ropa ajustada al cuerpo, zapatos lustrados, medias de nylon con la famosa raya por detrás, tacos altos, trajes con tiradores y camisa blanca almidonada, corbatas de lino en juego con las medias.
Otras, en cambio, las más añejas, iban vestidas con ropa de afecto y emoción. Giraban el mundo con el brillo en sus ojos y las manos sostenían omóplatos con una delicada presión.Muchxs vecinxs de la Unión Vecinal iban también alegrando el placer de la noche, recibiendo miradas en aquellos espacios circulares.
Mis padres bailaban una danza amorosa, la milonga era un remolino donde se entramaba la sonrisa, las miradas, el sentirse cuerpo a cuerpo.
La milonga se transformaba en un símbolo de toda una época donde los abrazos eran sentidos ávidos de soñantes mezclando placer, pasión y sensualidad.
La lujuria comenzaba en ese espacio donde la atmósfera seguía acunando la memoria.
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Pintura: SheriChacamianArt Bailarina de Tango
