Mentiras, verdades y hechos acerca de Alexéi Navalny.
Por Christian Lamesa.
Desafortunadamente en occidente en general y en nuestro país en particular, el acceso a la información internacional está concentrado en algunas cadenas de noticias norteamericanas y europeas. De este modo, la visión del mundo y de la geopolítica que la mayoría de la población consume, va a ir desde una mirada pronorteamericana, más o menos conservadora o liberal, dependiendo de que cadena se trate, yendo desde FoxNews a la CNN; hasta una visión eurocéntrica con tintes más “progresistas”, lo que hará sentir más cómodos a los televidentes más alineados con ideas de centroizquierda. Un ejemplo de este segmento son los contenidos de la BBC, la Deutsche Welle, France24 o Euronews.
Sin embargo, con matices de estilo y de tratamiento de los temas, dependiendo de la ideología particular de cada medio sobre los asuntos políticos internos de sus propios países; en los temas geopolíticos realmente importantes, en todos los casos, los televidentes estarán consumiendo la misma agenda atlantista, cuyo eje central lo constituyen los interesas de la OTAN.
Al mismo tiempo, esa agenda es reproducida por los medios nacionales, desde la derecha hasta la izquierda y de este modo se crea un discurso periodístico unánime, a través del cual se nos “informa” que un personaje como Alexéi Navalny, es el líder de la oposición rusa, que el presidente Putin lo mandó a envenenar o que multitudes reclaman su libertad manifestándose por todos los rincones de Rusia. Por supuesto que está es la visión que buscan instalar los medios de comunicación internacionales, que uniformemente responden a los intereses y estrategias geopolíticas de sus gobiernos y especialmente de las corporaciones globales que están por encima de estos; y es bien sabido por todos los que analizamos y reflexionamos sobre estos temas, que desde el momento en que Vladímir Putin pronunció el recordado discurso de Múnich del año 2007, la OTAN no ha hecho más que incrementar su política de hostigamiento hacia Moscú.
Así pues, a través de estas líneas intentaré brindarles a los lectores, otra visión del “Caso Navalny”, para que cada uno pueda sacar sus propias conclusiones al respecto.
Alexéi Navalny es un abogado y youtuber ruso de 44 años. Su primera aproximación a la política la hizo en 1999, al incorporarse al Partido Yábloko, de tendencia liberal, del cual se alejaría ocho años más tarde, cuando las autoridades partidarias estaban considerando su expulsión. Luego de su paso por el liberalismo, mutó ideológicamente a una suerte de nacionalismo antiinmigración y creó su primer partido propio, llamado Narod, a través del cual desplegaba un discurso de odio, especialmente dirigido a la comunidad musulmana, siendo esto especialmente ofensivo, para los diez millones de rusos que profesan la religión islámica.
En el año 2010, recibió una beca de la Universidad de Yale y a su regreso a Rusia, seis meses después, vuelve a reconvertirse, esta vez en la joven promesa de la política eslava (esto según la propaganda de los medios occidentales, claro está), y hace de la lucha contra la corrupción, su bandera y la de su ONG Fundación Anticorrupción, creada en 2011 y cuyo financiamiento nunca fue demasiado trasparente, cómo se esperaría, ni sus denuncias tan fundadas como deberían ser. Sí en este momento está percibiendo alguna similitud con algún sector político de nuestro país, se debe a que el guión siempre lo escribe el mismo libretista.
Con su nuevo partido Rusia del Futuro, en 2013 compite por la alcaldía de Moscú y a pesar de todo el dinero, el apoyo y la propaganda internacional a su favor, tan solo suma el 27,24% de los votos, frente al 51% de Serguéi Sobianin de Rusia Unida, partido del presidente Putin.
Como respondiendo a una rutina establecida que se repite sin importar el escenario, inmediatamente denunció fraude electoral y llamó a protestas sin solicitar el permiso municipal correspondiente, motivo por el cual era detenido y así se repetía la puesta en escena de Bruselas, condenando la restricción a las libertades en la “Rusia totalitaria de Putin”. Acá es necesario detenernos y aclarar que cada país tiene sus costumbres, idiosincrasia y leyes; y en Rusia la mayoría de la gente es muy respetuosa de las normas y las cumplen; y al igual que sucede en los Estados Unidos, en territorio ruso para hacer una manifestación, se debe pedir antes una autorización al municipio correspondiente.
Pero sus problemas con la justicia rusa no se iban a limitar a faltas menores como estas. En 2009, mientras se desempeñaba como asesor del político liberal Nikita Belij, quien era el gobernador de la región de Kírov, Navalny se apropió de al menos 10.000 metros cúbicos de madera, pertenecientes a la empresa forestal Kirovles, propiedad del estado regional. Ésta malversación de fondos públicos ascendía a 16 millones de rublos (530.000 dólares al cambio del año 2009).
Durante el juicio que se le realizó a Alexéi Navalny y a su socio, el empresario Piotr Ofitserov; ambos fueron hallados culpables y sentenciados a cinco y cuatro años de prisión respectivamente. La medida judicial fue apelada y mientras el juzgado de la ciudad de Kírov revisaba la misma, Navalny pudo presentarse a las elecciones municipales de Moscú. Ese mismo año fue confirmada la sentencia, pero se le otorgó la libertad condicional. A partir de ese momento debía presentarse ante las autoridades dos veces al mes, no cambiar de domicilio y quedaba inhabilitado para ser candidato en las presidenciales de 2018.
Esa no sería la última condena a Navalny debido a sus negocios poco claros. En 2014 fue sentenciado a tres años y medio de prisión junto con su hermano Oleg, por defraudación en perjuicio de la filial rusa de la empresa de cosméticos francesa, Yves Rocher; y además se les sumó un cargo por lavado de dinero. Alexéi permaneció ocho meses en arresto domiciliario y posteriormente la justicia rusa le otorgó la libertad condicional.
Ya en 2018 e inhabilitado para presentarse como candidato a la presidencia de Rusia, el supuesto “líder” de la oposición, llamó todos sus seguidores a boicotear los comicios; y curiosamente, ese año la participación ciudadana fue muy alta (en Rusia el voto no es obligatorio), presentándose a votar el 67,54% de los empadronados. Y por si esto fuera poco, como para medir el predicamento del candidato de occidente, sobre la sociedad rusa; el presidente Vladímir Putin fue reelegido en el cargo con un apabullante 76,69% de los votos. Acá alguien podría suponer que el espacio político en ocupar el segundo lugar, seguramente tiene una orientación liberal similar a las ideas que por esos días sostenía Navalny. Pues no, el Partido Comunista de la Federación de Rusia quedó por detrás de Rusia Unida, con el 11,77% de las preferencias y en tercer puesto, Vladímir Zhirinovski, candidato nacionalista de ultraderecha. Como se podrán imaginar, es sumamente improbable que algún votante de Putin hubiera votado a Navalny, de haber podido presentarse éste; y más descabellado aun sería que un nostálgico de la URSS o un ultranacionalista de repente, cautivado por el encantador “líder” opositor, abrace los ideales liberales, atlantistas y pro occidentales.
Como podemos ver, hay en la fila por lo menos dos candidatos que podrían arrogarse el liderazgo opositor antes que el candidato de la Unión Europea. Para hacer un paralelismo con la política argentina, esto es tan absurdo como afirmar que Juan José Gómez Centurión o José Luis Espert son los líderes de la oposición política en nuestro país.
Por supuesto que Alexéi Navalny es apenas un actor secundario, un peón en un tablero mucho más complejo, donde la estrategia de occidente (Estados Unidos y la Unión Europea como fiel escudero), es aislar y desestabilizar a Rusia, intentando crearle una “revolución de color”, al estilo ucraniano o georgiano. ¿Para qué? En primer lugar para volver a la hegemonía unipolar que prevaleció a nivel mundial, a partir del colapso de la URSS; a la cual Vladímir Putin puso en cuestión en 2007, cuando pateó el tablero mundial y les expresó claramente a los líderes de la OTAN, que Rusia fue, es y será un actor central en la geopolítica y que las relaciones entre los países deben ser de respeto y que no hay lugar para otra cosa que no sea un mundo multipolar. Un ejemplo de esto en la práctica lo podemos ver en Siria, en contraste con las anteriores experiencias de Irak y Libia.
Otro motivo para atacar al verdadero liderazgo ruso, encarnado en el presidente Putin, es retomar el rumbo de los años noventa, cuando Rusia estuvo a punto de la desintegración nacional y sus riquezas nacionales fueron rematadas a precio de salgo, en favor de los intereses occidentales.
Por último, me gustaría analizar las últimas puestas en escena del “líder” opositor. Para poner las cosas en contexto, no puedo dejar de recordar que el año pasado, en el marco de la pandemia, todos los países fueron golpeados en mayor o menor medida. Debido a esta situación y como bien sabemos, los sectores opositores que buscan desestabilizar a los oficialismos, operaron para generar descontento entre la población. En el caso de Rusia, el Kremlin tenía previsto un referéndum en el cual se le consultó al pueblo sobre la redacción de una nueva constitución. Sin duda, muchos podían pensar que en un contexto de pandemia, el resultado no sería favorable a la iniciativa del oficialismo. Sin embargo, Vladímir Putin volvió a contar con la aprobación del pueblo ruso obteniendo el 78,56% en favor la propuesta oficial con una gran participación del 67,88% de ciudadanos habilitados para votar.
El referéndum se llevó a cabo del 25 de junio al 1º de julio de 2020, y ese resultado tan contundente reafirmaba la intacta popularidad del presidente. Menos de dos meses después, el 20 de agosto, sucede el supuesto envenenamiento del “líder” Navalny, corriendo como reguero de pólvora la afirmación, sin presentar pruebas concretas por parte de Alemania, de que el gobierno ruso había envenenado con el agente nervioso Novichok, al youtuber. Ahora yo me pregunto, en el contexto que acabo de describir, ¿no es absurdo que un presidente con este nivel de aceptación intente asesinar a un opositor que no suma más que un 5% de intención de voto?
Leonid Rink, uno de los científicos que participó en la creación de este arma química, durante las décadas de los ´70 y ´80 en la Unión Soviética, afirmó que de haber sido atacado con un agente nervioso de la familia Novichok, Navalny habría muerto en no más de diez minutos y que además sería muy difícil, dado su alto grado de toxicidad, que nadie más del entorno del político liberal fuera afectado.
A fin de determinar la verdad acerca de lo sucedido, la justicia rusa le pidió a Alemania información sobre las supuestas evidencias que probarían un atentado contra la vida de Navalny; a lo cual Berlín se ha negado sistemáticamente. El propio presidente Putin, en dialogo con su par francés, Emmanuel Macrón, le propuso enviar expertos rusos para trabajar en conjunto con equipos de Francia, Alemania y Suecia para investigar el caso; y la respuesta de los que no dudan en acusar al Kremlin de este hecho, es el silencio o la negativa a colaborar.
Para terminar, regreso al comienzo enfatizando nuevamente, en el trabajo en equipo que hacen los gobiernos, las corporaciones y los medios de comunicación. Hace unos pocos días atrás, Alexéi Navalny, en su faceta de youtuber, presentó un video en el que muestra un verdadero palacio a las orillas del Mar Negro, el cual afirma que es propiedad del presidente Putin. Dice que su construcción costó 1.000 millones de dólares y que en ese lugar, el jefe del Kremlin hace magnificas fiestas junto a sus corruptos amigos millonarios.
Por supuesto que esta “información” que no estaba respaldada con ninguna prueba, fue reproducida por infinidad de medios de todo el mundo, como un escándalo y una prueba más de la corrupción del dictador Putin. Un par de días después, el multimillonario ruso Arkady Rotemberg declaró públicamente que esa mansión es de su propiedad y que aún está en construcción, por lo tanto nadie vive allí y mucho menos se hacen fiestas; e invito a todos los periodistas que quisieran corroborarlo. Un buen número de trabajadores de prensa pudieron comprobarlo y se filmaron las instalaciones, todavía en obra. Esta desmentida no fue difundida por ningún medio de comunicación occidental de los que se hicieron eco de las acusaciones de Navalny.
Llamativamente, o no tanto, las cadenas de noticias occidentales tampoco difundieron un video que resulta muy difícil hallar en internet y por eso, al final del artículo les dejo el link. Se trata de una filmación obtenida durante el año 2012, por el FSB, Servicio Federal de Seguridad de Rusia, donde se ve al más cercano colaborador y amigo de Navalny, Vladímir Ashurkov, conversando con James William Thomas Ford, quien tenía el cargo de segundo secretario de asuntos políticos de la embajada del Reino Unido en Rusia. El FSB sospechaba que Ford era un agente del MI6 (servicio de inteligencia británico). A lo largo de esta conversación, Ashurkov le comenta al agente extranjero, lo valiosos que pueden ser los servicios de la ONG de Navalny para los intereses comerciales de Londres en Rusia; y va más allá diciendo: “Si tuviéramos más dinero, expandiríamos nuestro equipo, por supuesto”, y agregó que su objetivo era obtener “un poco de dinero, unos 10 o 20 millones de dólares al año” y que eso marcaría una gran diferencia. Y agregó: “Y esta no es una gran cantidad de dinero para las personas que tienen miles de millones en juego. Y ese es el mensaje que estoy tratando de proyectar en mis esfuerzos de recaudación de fondos y hablar con la gente de la comunidad empresarial”. En otro pasaje, el amigo de Navalny le detalla al agente británico, los objetivos de la ONG, tales como exponer supuestos casos de corrupción en Rusia y si bien es esencialmente un tipo de organización periodística, su trabajo está vinculado, en última instancia a los objetivos de Navalny de ganar poder político. Finalmente Ashurkov describió las actividades de la organización como, “protestas masivas, iniciativas civiles, propaganda, establecer contactos con la élite y explicarles que somos personas razonables y que no vamos a demoler todo y quitarles sus activos”.
Así son las cosas y es esto a lo que se enfrentan los pueblos y sus líderes, cuando intentan defender su soberanía, su derecho a la autodeterminación y a vivir según sus valores y tradiciones.
En este momento Alexéi Navalny se encuentra en prisión por orden de la justicia rusa, debido a la violación de los términos de la libertad condicional que se le había concedido.