Mentime que me gusta
Por Oscar Rodríguez.
Una operación que se sostuvo por años culmina con esta frase: Aníbal Fernández no es “La Morsa”.
No es nuevo para ninguno, al menos para los lectores de este portal, las operaciones mediáticas que se vienen llevando adelante en toda Latinoamérica.
Sobre todo, con la conjunción de gobiernos progresistas en la región, como lo fueron, Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Mujica en Uruguay, Néstor y Cristina en Argentina. La intersección de estos líderes sacudió los cimientos del poder real y generaron una reacción destituyente con la implementación de golpes blandos.
Este tipo de golpes fue y es una metodología implementada por la derecha para lograr el cometido de llegar al poder político.
Ese camino lo allanan utilizando un trípode de sustentación cuyas patas son, los medios de comunicación, el lawfare y la provocación del descontento social.
Los perimidos golpes de Estado utilizados con métodos brutales han dado paso a una nueva estrategia, pero siempre con los mismos objetivos, el carnicero abandona su delantal ensangrentado y se viste de traje para continuar con su faena.
Las operaciones mediáticas quedan en evidencia al hacer un repaso de la información dada por las corporaciones mediáticas de América Latina.
Si realizamos un relevamiento de la información que transmiten los medios hegemónicos, notamos que el objetivo es desinformar, lo paradójico es que el periodismo nació para informar, contar lo que ocurre, narrar los hechos, llegamos a un punto donde se perdió la objetividad, se desinforma a partir de invenciones intencionadas para instalar una ideología a partir de la creación de un mundo inexistente.
Los medios ya son parte de poderes fácticos, que articulan campañas de desinformación que muchas veces son utilizadas para acosar al adversario político. En nuestro país el año 2015 será recordado como el año de las fake news.
El acoso mediático que sufrió CFK en el último año de su gobierno. más las operaciones judiciales, configuraron un golpe blando que le dió al poder real el manejo del poder político. Para horadar la figura del actual vicepresidente de la Nación se basaron en la repetición de mentiras.
Constituyeron un plan sistemático de falsedades para imponer en la opinión pública que el gobierno Kirchnerista era absolutamente corrupto. El plan les dio resultado, lograron imponer un gobierno neoliberal en las elecciones del 2015.
Ahora bien, ¿cómo pasó que hayan logrado el propósito? ¿Cómo fue que no pudieron mantener las mentiras para retener el poder político en las elecciones del 2019?
Para poder encontrar respuestas a estos interrogantes, tendríamos que comprender qué es el poder y quien lo detenta.
Hay un poder real, el establishment, ese poder que venimos marcando en notas anteriores, el poder que manejó siempre la vida política de nuestro país.
El poder político difiere muchas veces del poder real.
Hasta acá, se entiende.
Hagamos un repaso de cómo nacieron los diarios más importantes de nuestro país.
La Nación y Clarín. Ambos con una clara ideología, La Nación con la idea Mitrista ya desde la etapa inicial avalando hechos atroces. Clarín se convirtió en lo que es hoy a partir de la apropiación de papel prensa y siempre recostado en la derecha.
Patrick Charadeau habla de un contrato de la información mediática entre medios y audiencia, cuyo fin es informar y, a la vez, incitar a los lectores y captarlos para consumir el discurso del medio.
Entre el lector, el oyente y el espectador del medio, hay un contrato implícito de no traición, Charadeau menciona un contrato enunciativo entre medio y lector, por el cual el medio se obliga a la autenticidad y a la seriedad. Es decir, prometen ser fieles a la verdad y se obligan a transmitir información verificada. Un contrato de índole moral.
Ese contrato ha sido traicionado por los medios. Nadie niega, que puedan tener su ideología y subjetivar la información de acuerdo a esa ideología. El juego, es poder entender por qué y con qué intención se pone en agenda tal o cual información. Lo que no se puede hacer, es mentir, inventar, ahí es cuando están traicionando el contrato con el seguidor.
Se rompe el contrato moral que describe Charadeau, “vos dame lo que necesito para sostener lo que pienso”.
Mentime que me gusta. Los medios buscan atraer a los seguidores para satisfacer el contrato informativo, mientras que los seguidores buscan argumentos que avalen su pensamiento, sin importar que aquello que les aporta sea verdad o mentira. Se genera un mundo irreal sustentado en falsedades informativas. El espectador, oyente, lector pierde noción de la realidad. Se transforma en el “ANTI”.
Con los avances en el estudio de la neurociencia, podemos revisar el concepto de percepción. Umberto Eco, en su Teoría de los mundos posibles explica la existencia de un mundo real, objetivo, exterior, que, en interacción con el mundo de referencia de cada individuo, reconstruye un mundo posible.
El mundo posible reconstruido en la psiquis del “mentime que me gusta” se sustenta en un marco de referencia falaz.
El poder real creyó poder sostener ese mundo, pero se encontró con el desastre económico y social del macrismo. Las consecuencias tremendas que dejó el neoliberalismo que sufrimos estos últimos 4 años los llevó a perder el poder político.
Hoy están queriendo recuperar ese poder perdido. ¿Pueden recurrir al golpe blando que hicieron en el 2015?
Gene Sharp, describe a los golpes blandos como la instrumentación de técnicas de sometimiento psicológicas, económicas y sociales, llevadas adelante por los medios masivos.
En su ensayo «De la dictadura a la democracia», enumera 5 pasos para llevar adelante la estrategia de un golpe blando:
La primera etapa es promover acciones no violentas para generar y promocionar un clima de malestar en la sociedad, destacando entre ellas denuncias de corrupción, promoción de intrigas o divulgación de falsos rumores.
La segunda etapa consiste en desarrollar intensas campañas en “defensa de la libertad de prensa”, acompañadas de acusaciones de totalitarismo contra el gobierno en el poder.
La tercera etapa se centra en la lucha activa por reivindicaciones políticas y sociales y en la manipulación del colectivo para que emprenda manifestaciones y protestas violentas, amenazando las instituciones.
La cuarta etapa pasa por ejecutar operaciones de guerra psicológica y desestabilización del gobierno, creando un clima de “ingobernabilidad”.
La quinta y última etapa tiene por objeto forzar la renuncia del presidente de turno, mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones, mientras se mantiene la presión en la calle.
Ahora, podemos entender con mayor claridad de lo que son capaces los medios, pueden llegar a hacer cualquier cosa para voltear a un gobierno.
Veo con preocupación el ataque sistemático que está sufriendo el presidente de la Nación y las reiteradas apariciones televisivas de Eduardo Duhalde.
La constante mentira que baja de los medios hegemónicos constituyen un peligro para la estabilidad democrática.
Lo preocupante es como prende la manipulación mediática en los “mentime que me gusta”.