Los buenos modales
Por Nieves Viviani.
Soy un país ocupado
por invasores educados
que a la hora de la cena me devoran
con la amable hospitalidad
de sus protocolos de esclavitud.
En los artísticos días de veleidad creativa,
suelen diagramar en mí
– con prolijos ademanes-
blancas avenidas de inmaculada trivialidad
y asépticas ventanillas
con bosques desvastados.
La abusiva arquitectura
y la voracidad de sus mandíbulas
corroboran los adorables horrores
de la persistencia,
mientras el dulce veneno
de sus espíritus rectores
me asegura, definitivamente,
la serenidad perfecta
de los macabros paraísos.
La repugnancia del buen imperialismo
es placentera,
si te extraés la sangre para siempre
y adorás con amorosa sumisión
el aura de los muertos.