¿Lo que la gente quiere, o lo que la gente necesita?
Por Silvina Caputo.
Uno de los grandes interrogantes a la hora de hacer periodismo es si a la gente hay que darle lo que quiere o lo que necesita. Lo mismo sucede con los gobiernos. Hasta dónde las políticas son las necesarias y hasta dónde están dictadas por las presiones de las grandes voluntades, que pueden tirar gobiernos.
Aquí se presenta el dilema. El ser o no ser, la autenticidad o el oportunismo. Este último concepto no siempre dictado desde la fría especulación sino, simplemente, desde la necesidad de interactuar en un contexto.
La flexibilización que no es, porque mejor llamarla ´responsabilidad social´, viene a presentar el problema de una forma tan concreta como las cifras de contagio que crecen día a día marcando récords.
Sin embargo, la gente está triste, encerrada, mal psicológicamente, y parece, necesita salir a la calle. No importa si eso conlleva un resultado de Covid positivo, es necesario que estén contentos, que se sientan libres, o tal vez, responsables sin que se lo impongan.
De nuevo, ¿qué es lo que hay que darle a esa gente? ¿Lo que quiere, o lo que necesita? El Presidente sabe lo que se necesita, los epidemiólogos también, la oposición también, supongo que ´la gente´ también, pero parece que el ´humor social´ indicaría que eso no importa, que hay que seguir una línea dictada por quien sabe quién, marcada por los intereses de quién sabe quién, donde parece que es menor, correr el riesgo de contagiarse.
En la ciudad, donde los casos son alarmantes, se prioriza que los runners – de siempre y también los autodidactas de cuarentena- puedan desarrollar ejercicio físico. Parece que no alcanzaron las acciones de los gimnasios que supieron aggiornarse y dar clases virtuales. No, hay que salir. Hay que juntarse, hay que trasgredir, hay que sentir que somos intocables, que el virus no puede con nosotros, que, por ahí, era sólo una película de ciencia ficción, o cuestión del nuevo orden mundial.
Hagamos de cuenta de que no pasa nada, y probemos, y apelemos a la responsabilidad social colectiva, a esa que tiene la señora mayor que se fue a vivir con su madre aún más mayor y que no sale ni a hacer las compras porque tiene conciencia del peligro; pero también a esa otra, que sale con normalidad a pasear, que esconde a los hijos en un baúl y que festeja casamientos y baby shawers sintiéndose invencible.
Podríamos hacerle una entrevista a aquel habitante de departamento que vimos trompeando al guardia de seguridad que lo denunció cuando salió de su domicilio, o al surfer que se fue hasta Ostende moviendo su melena al viento, eludiendo cuánto control hubo disponible.
Ellos seguramente nos hablarán de su responsabilidad social, nosotros seremos víctimas de esas responsabilidades, y los que quieran seguir su cuarentena, sólo algunos, no podrán hacerlo, ya que los empleadores – sobre todo del sector privado- podrán apretarlo a sus anchas.
Eso sí, seremos libres, como San Martín, y como Zamba. Aunque los que hayan necesitado esa libertad, poco sepan, de qué se trata.