Ley de Cannabis: El amparo del Estado frente al dolor de la enfermedad
Por Silvina Caputo. Periodista.
Esta semana el gobierno nacional reglamentó la Ley del Cannabis Medicinal que había sido sancionada durante el gobierno de Mauricio Macri a sabiendas de que era una “mala norma” que dejaba deudas por saldar y que en nada ayudaba a los enfermos, ni a sus familiares en el acceso a la medicación necesaria, en muchos casos, indispensable, para salvar la vida.
Y es que poco se podía esperar de una ley aprobada durante un gobierno en el cual la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, llenaba las tapas de los principales diarios del país con una foto bajo el título, “duro golpe al narcotráfico” mostrando dos plantitas de marihuana.
Esa ley, que supuestamente creaba un registro de usuarios del producto medicinal y que se encargaba de decir que se iba a dar gratuitamente el medicamento (si, así de hipócrita), no sólo nunca funcionó, sino que además estableció que sólo podían acceder al aceite las personas que tuvieran epilepsia refractaria, dejando afuera del acceso a infinidad de pacientes con otras patologías para las cuales el cannabis ha demostrado ser efectivo.
El gobierno de Alberto y Cristina saldó el jueves pasado esa deuda. Reglamentó la mala norma y la convirtió en una buena norma, derogando el artículo que criminalizaba a las madres que, a escondidas, tenían que cultivar durante un año una plantita, y después rogar que el resultado fuera el adecuado para parar convulsiones o simplemente para lograr una mejor calidad de vida de sus hijos.
Ahora el autocultivo es legal para los pacientes que lo necesitan. Ahora no habrá necesidad de recurrir a los chantas que prometían un producto sanador, y serán los mismos interesados los que tendrán cabal noción de lo que contiene la medicación que toman.
Claro que en esto no hay milagros. No hay pócimas mágicas. El camino que las madres que cultivamos cannabis para nuestros hijos comenzamos hace mucho tiempo, seguirá siendo difícil, inexacto, prueba y error, porque así es el rumbo.
Pero tendremos la certeza de que no seremos encarceladas, humilladas, atropelladas en el derecho mínimo que nos cabe, de intentar cuidar de nuestros hijos, sobre todo las que no tenemos certezas de cura, y las que sabemos que, con sólo sacarles una sonrisa y una calidad de vida mejor, seremos más felices.
Lo somos hoy, después de tanta lucha, y reafirmamos nuestra convicción de que solo un Estado que ampara, que protege, puede paliar en parte, tanto dolor.
Gracias Alberto, Gracias Cristina y Gracias Máximo, quien en todo momento pugnó desde el Congreso porque se salden los errores que el macrismo había dejado, también en los remedios de nuestros hijos.