Legajo 5384
Por Sebastián Ruíz.
“Metalúrgico no se hace, se nace.” Era una de mis frases de cabecera. Bah, lo sigue siendo. Soy más metalúrgico que cualquier otra cosa. Tirame en una línea (de producción) y te agarro el ritmo al toque. Al toque, siempre que me dejen dormir una siesturra en el depósito.
No es nada fácil. Imagínate: estar varias horas haciendo lo mismo, una y otra vez sin perder la concentración. Sin perder tiempo para llegar a cumplir con la producción. ¿Y si estabas de jirafa? Uf. Una tortura perro, lo mismo pero con resaca. Yo en el trabajo y mi mandíbula en el after. Encima el reloj, mientras te pega con un látigo, que te mira mal… corte: “¡Dale gato que a ese ritmo no vas a cobrar el plus!”. Terminé esa línea y lo agité: “¡Awantiá fordista de mierda!”. Le saqué las pilas y me las puse yo.
No sólo soy bueno en la línea de producción, también un 10 en todo lo demás. ¿Quién só chango? Me refiero a lo que debe ser un buen operario. Menos en el mate, ahí un 4. De merienda, el respectivo pancho en la estación de tren y una tortilla antes de llegar a casa. Si con suerte cobraba el viernes, el martes ya estaba mangueando un vale. ¿Nunca pediste un vale? Jajajaja. Algunos lo conocen como anticipo de sueldo. Pero el vale no se pide en la oficina de recursos humanos, es ahí mano a mano con el trompeta, el boss. “Habilitá un quiñone que me quedé sin un sope”. Y te hacía firmar un papelito que decía “Vale por $500”.
Trabajé muchos años en muchas fábricas. Lo que más disfruté es la amistad, el sentimiento de hermandad con esas personas que están ahí jugadas como vos. Entre nosotros, hermanos; para el jefe, legajos. El Pota, El Rasta, Juancito: altos rancho. A veces hasta el jefe parecía un ser humano. Me acuerdo de una que hasta hoy me hace reír: una vez Gastoncito le bajó los pantalones al Pastor mientras soldaba. Llegó el jefe y lo vió. Fueron días de reírse hasta que otra “travesura” cambiara el eje de las risas.
La risa es un parche, como las galletitas de agua que engañan al estómago. Es que la vida del metalúrgico no es fácil. ¿Alguna vez miraste a los ojos a alguien que acababan de despedir? ¿Le viste la mirada a ese guachín?
Algunos hablan por hablar.
Nunca estuvieron ahí. Nunca reclamaron teniendo algo para perder. Y cuando estás perdido, no queda más que reír. Reírte fuerte en la cara del jefe de mierda porque sabes que ya perdiste. Pero con esa le das vuelta el partido. Hecho mierda por dentro, de eso no hay dudas. Pero sabiendo que esa risa le va a doler por siempre.
El horizonte es el viernes. Siempre. Y si gatillaban ese día, mejor. Ya son las 6 de la tarde y estás en el conurbano. Se descorchan esas latas. Dale, vení, acoplate compa.
Vení igual que, donde toman 2, toman 3.
Gracias. Gracias y perdón. Porque yo me fui. Pero nunca me voy a olvidar que salí de ahí.