La verdadera riqueza es nuestra

Por Luciana Hidalgo.

Había una vez un concepto de “éxito” que quienes lo asumían se convertían en humanos alienados, que vivían corriendo, preocupados por hacer permanentemente, llevándose a la gente por delante cuando caminaban por la calle, ignorando lo que sentían quienes los rodeaban, sufriendo dolores de todo tipo, presos de sí mismos.

Ese concepto de “éxito” era el más fomentado socialmente, pero no era el único.

Recuerdo una tarde de mis 15 años, había pasado todo el día repartiendo volantes para un local de celulares en las calles Blanco Encalada y Cabildo. Al mismo tiempo hubo un niño que todo el día pidió monedas a los humanos automatizados que nos rodearon. Al llegar las 19:30hs apareció en la esquina contento con una bandeja de sanguchitos. Yo pensaba en cuánto le había llevado lograr esa felicidad, el tiempo. Lo que significaba que toda esa gente, que daban la sensación de padecer peor que nosotros, frenara para que le dieran una moneda, que les importe. Me anime, me acerque y le pregunte si me convidaba, estiró la mano y me ofreció de la bandeja.

Ese día me volví a mi casa con una mirada diferente del mundo. Sabía que a nosotros nos podía faltar cualquier cosa que, ante los ojos de aquellos que creen poseerlo todo, significa “éxito” en la vida. Pero que, a diferencia de ellos, nosotros seríamos incapaces de dejar morir a alguien. Eso sí que es un éxito, la verdadera riqueza, la nuestra. La voluntad de compartir, de interesarnos por la vida del otro, la sensibilidad, el saber lo que sentimos y padecemos con tan sólo una mirada.

Ese es el éxito al que debemos apuntar en estos tiempos. Una vez leí que “el secreto de los que se llevan bien es que no se juzgan” y creo que es eso lo que nos sucedió en aquella esquina, aquella tarde. Lo que nos sucede cuando nos miramos como iguales. Entendemos que nadie sobra, que somos humanos de carne y hueso y merecemos vivir con dignidad y amor. Cuando nos miramos como iguales encontramos lo que nos une. Ese sentir de pueblo, que se refleja cuando recibimos a personas de cualquier parte del mundo, y nos disponemos a convivir con sus hábitos y culturas, compartiendo con ellos los derechos por los que tanto hemos luchado, sin juzgar el motivo que los llevó a emigrar.

En esta semana donde vivimos un nuevo natalicio de nuestra Jefa Espiritual “Santa Evita” creí fundamental compartirles esta mirada, no sólo de nuestras miserias, sino que también, de nuestras virtudes. Nadie como ella supo mostrar nuestra verdadera riqueza, la de ser casas habitables. Por eso le rezamos, porque sabemos que siempre nos va a escuchar desde donde esté y que todo lo que hizo y nos dio fundó una concepción digna del éxito. Ella junto a Perón siempre nos van a esperar en el Futuro.