La realidad es ideológica
Por Oscar Rodríguez.
El ser humano está estructurado de una determinada manera que nunca puede estar seguro si el mundo en el que vive es realmente cómo cree que es.
Vamos construyendo una realidad de acuerdo a cómo nos van moldeando. Nuestros padres, nuestro entorno, nuestra educación.
No es el mismo estímulo el que recibe un individuo que “cayó” en la educación pública que aquel que recibió su formación en el colegio Newman.
Todos estos estímulos van forjando nuestra visión del mundo. Nuestra ideología.
O sea, nuestra realidad la vamos construyendo socialmente.
La captación de los estímulos externos están filtrados de acuerdo a nuestra interpretación ideológica de la realidad.
No importa el significado si no que lo importante es el significante.
El significado se oculta bajo la apariencia de objetos y el significante arrastra consigo un rasgo ideológico.
La ideología opera durante todo el proceso de comunicación pero permanece invisible, no es percibido, de manera que el receptor cree estar ante la descripción simple de un acontecimiento.
Por ejemplo, si tomamos como medios hegemónicos transmitieron la llegada de las vacunas Sputnik V, claramente se percibe un sesgo ideológico. Los periodistas de trinchera apuntaron y dispararon anunciando o dando a entender que estábamos frente a un envenenamiento social.
La consecuencia de este mensaje malintencionado fue que un alto porcentaje de la población desistiera de vacunarse, aun poniendo en riesgo su propia vida.
Tal es así que hubo que pensar estrategias de orden publicitario con figuras reconocidas del ámbito deportivo, social y cultural para revertir esta situación.
Aquí estamos en presencia de cómo la ideología opera en todo el proceso de comunicación.
Cuántas veces habrán escuchado: “basta de AUH, vayan a trabajar vagos, a mi nadie me regala nada”.
Este pensamiento obtuso se comienza a construir desde los medios hegemónicos de incomunicación.
Son los hacedores del odio.
Ahora bien, esos que construyen su realidad ideológica creada desde su pensamiento único, sin un mínimo de pensamiento crítico que le permita decodificar cual es la realidad más cercana a lo “real” son los primeros que despotrican, gritan, se enojan, cuando se visibiliza un caso como el de Maia.
Dicen, “vive en situación de calle”, la realidad es que vive en la calle.
Es invisible, nadie la ve. Nadie los ve.
Y cuando el estado intenta visibilizarlos muchos se enojan porque creen que se está tirando la plata, “la plata de mis impuestos” dicen.
Muchos de ellos seguramente han publicado en sus redes sociales “Todos somos Maia”, nada más alejado de la realidad.
Maia pertenece a ese grupo de compatriotas que no ven, que tratan de evitar, que les molesta, y tiran debajo de algún puente.
Maia pertenece a los invisibles que tratan de encontrar un lugarcito en esta capital que lo devora todo. Donde el interés por el negocio inmobiliario tapa todas las necesidades de los invisibles.
Ellos, los miles de Maia.
Nuestros compatriotas que duermen en la calle son los olvidados del estado de la ciudad de BsAs.
La preocupación de los gestores de la ciudad, es otra.
Lo que sí es seguro, es que han olvidado las políticas públicas.
El drama de la situación habitacional es harto conocida, y la preocupación, de los que hoy dirigen los destinos de esta ciudad, por este tema es cero.
La realidad ideológica generada, hace que muchos avalen la política de exclusión del gobierno de la ciudad, que se desentiende de los sectores populares.
A no olvidar a la UCEP, la unidad de control del espacio público, un grupo operativo, creado por el macrismo de la ciudad, que violentaba a las personas que dormían en la calle.
Los invisibles para un gobierno que reniega de los subsidios que atenúe al menos un poco el sufrimiento de no ser.
Hay miles de Maia, ojala esta situación logre cambiar la realidad percibida por la clase media porteña. Ojala se corra el velo de esa realidad ideológica que nubla la mirada de muchos y hace que no se vean los invisibles que están en las calles de Bs. As.-