La otra Mirada

Por Liliana Etlis.

Hoy es un día “descifrante”, intento decodificar el decir de Doña María cuando me la crucé en el pasillo del edificio. La situación fue inesperada, de esas rarezas que encuentro a menudo en este último tiempo de pandemia. Quiso expresar una frase y se le interpuso la voz con el barbijo. 

Recordé inmediatamente mis primeras sensaciones cuando comencé a utilizar el zoom, esas discontinuidades en determinados lugares de la historia personal y sus repeticiones. Con el paso del tiempo habitué formas de expresión diferentes en lo que sentía como efecto de ser, además, una sobreviviente epocal.

En la naturalización de los relatos, en algún momento una palabra, una frase, una foto, una imagen, ilumina una situación y se construyen conceptos, despertando nuevas nociones encerradas en frascos de vidrio transparente que germinan produciendo incomodidad e incertidumbre ante lo desconocido.

El relato de mi vecina fue recordar una melodía que tarareó unos microsegundos llamada Nuestro Vietnam.

Con dolor relató su historia muy sintéticamente y reconstruí con imágenes lo que contaban sus gestos, los sonidos y su voz entrecortada en fragmentos silenciosos desiguales.

“Estuve durante el bombardeo, era muy chica”, alcanzó a pronunciar finalmente. Brotó una lágrima que desnudaba su angustia y entre distancias de cuerpos abracé sus antebrazos y se fue apurada tras el tiempo sin tiempo.

Quedé absorta y regresé hacia mis lugares rememorando un seminario que realicé hace tres años sobre Memoria en la Facultad de Filosofía y Letras, era un proyecto donde intentarían encontrar testimonios orales para ser editados en la revista Puentes de la academia desde una mirada que abarcara historias en los márgenes, analizando relatos de vivencias de lxs que eran niñxs, además narraciones en iglesias, rememoraciones adultas, es decir que había que encontrar preferentemente evidencias en personas que tendrían en ese momento alrededor de 70 años y describir qué recordaba del bombardeo del 55.

Ricardo Piglia dejaba un rastro en sus escritos “no se narran los hechos sino los efectos de los hechos”.

Entre huellas silenciosas, escrituras recortadas, tratamos de develar los ocultamientos. Narrar desde los márgenes me resultaba una idea interesante como también la mirada doméstica, la religiosa, la infantil, de esos años.

Los distintos imaginarios que conformaron memoria, las experiencias dramáticas en las misas de iglesias, los objetos, los mitos que circularon entre ellos los muy nombrados caramelos con vidrios molidos y navajas en un tobogán y otros, armaban un camino que iluminaba otros saberes.

Me interrogaba ¿quién tendría autoridad para narrar? Si la memoria es coyuntural, relativa, perecedera ¿dependerá de las prácticas? El recurso de los libros ¿estarán tapando las discontinuidades que se producen en la construcción de un testimonio como las narraciones infantiles?¡Cómo se transcribe la angustia? Por qué el ocultamiento? el silencio? los secretos colectivos?

Ese mismo día escuché por la radio el programa de Carlos Polimeni y decidí transcribir los testimonios orales de aquellxs afectadxs, sobrevivientes del bombardeo fascista del 55 y que fueron reconocidos recién en estos últimos años.

“…yo iba por el bajo del trole…escuché que bombardeaban…”

“…dejamos de trabajar al mediodía y empezó a escucharse los bombardeos…”

“… los aviones iban en círculos…”

“…iban a largar flores…”

“…se escucharon bombas…”

“…la gente miraba al cielo y en vez de flores arrojaron bombas…”

“…esquirlas que me cortaron la pierna…”

“…el último asiento …iban al colegio en el último asiento…estaban todas muertas…”

“…me quise levantar y me rompen el zapato y el pie las esquirlas…”

“… me alcanzó la vista y no veo más…”

“…las dictaduras hicieron que pasara el dolor en el más profundo de los silencios…”

“…no dije nada, más bien ocultaba…”

“…no confiaba más en nadie, muchos años de silencio…”

“…nadie me llamó por más de 60 años estando amputada todos estos años…”

Así fui reconstruyendo en mi interior, los hechos y sus efectos, enlazando los de mi vecina, lo que escuché cuando chica en mi casa, los relatos de sobrevivientes, el seminario que por razones de salud no pude terminar de realizar y el programa radial. Pude dar espesor a una lágrima que viajaba desde hacía décadas en el interior de un cuerpo silenciado, el de Doña María, quien expresó lo negando.

 Muchos años, mucha historia condensada en la no mirada, centradas en las disciplinadas historias oficiales, en el relato hegemónico. Narraciones desde otra lugar devuelven a las subalternidades justicia. 

Tendremos que resignificar desde la memoria colectiva, como nos enseñaron Madres, Abuelas y diversos grupos que en la lucha cotidiana aprendimos a realizar un trabajo de duelo colectivo, visibilizando representaciones arrinconadas en oscuros espacios donde el fascismo se pronunció bombardeando y asesinando al pueblo durante el gobierno nacional y popular de Juan D. Perón.

 La constelación de discursos mediáticos y artísticos alcanzaron y alcanzan construcciones y versiones desarmando caminos, mitos y recreando la producción narrativa oral para que el Nunca más sea expresión testimonial y repudiar siempre el Terrorismo de Estado en cualquier momento de la historia argentina.