La Justicia Patriarcal en vivo y en directo

Por Alberto Lettieri

El jueves pasado asistimos con enorme asombro al maltrato infringido por el Fiscal Santiago Terán a la periodista Lucila Trujillo durante la transmisión del programa “La tarde por C5N”, televisado en vivo y en directo.

El fiscal había sido convocado para hablar sobre sus polémicas declaraciones previas en las que arengaba a las mujeres a armarse para repeler agresiones de violencia de género en caso de riesgo de muerte. De sus expresiones se extraía fácilmente que, para él, la violencia de género ejercida sobre las mujeres estaba en el orden natural de las cosas, y que debía resolverse con la aplicación de más violencia, en este caso de las víctimas.

Siendo un hombre de la justicia, deslindaba las responsabilidades de los poderes públicos en cuestiones de violencia de género, y lo expresaba – como es habitual en estos casos – a un discurso soberbio, paternalista y autoritario. El discurso de típico de la justicia patriarcal que no atiende a razones, porque se siente legitimada por una verdad revelada y cuenta con la impunidad que le confiere formar parte de una institución que lo valida por acción u omisión.

A medida que sus expresiones quedaban desautorizadas por les periodistes Luciana Trujillo y Julián Guarino, Terán volvió a mostrar la hilacha, descargando su ofensiva sobre la reportera en un tono de inaceptable violencia. Primero insistió en preguntarle si era casada, como si su estado civil tuviera importancia para cuestionar sus ofensas. La respuesta afirmativa de la periodista lo descolocó, por lo que decidió duplicar su apuesta e interrogarla a su vez sobre cuál sería su conducta en caso de ser agredida por su marido.

¿Mataría a su conyugue o aceptaría mansamente ser su víctima? Fue el interrogante que repitió, a los gritos y ya sacado de control, el funcionario judicial. De nada valían las objeciones de Trujillo. Para Terán la violencia de género no era una cuestión social que debería ser contrarrestada con acciones y decisiones institucionales concretas, sino una conducta propia de los seres humanos y cuya resolución, más que a la órbita de la justicia, debe resolverse en el terreno de la lucha individual por la supervivencia.

Las expresiones y el comportamiento agresivo del fiscal no difieren de lo que la mayoría de las mujeres han sufrido y sufren de manera cotidiana en sus hogares, en sus lugares de trabajo, en el espacio público o privado e, incluso, dentro de los mismos espacios institucionales que deberían asegurarles protección y respeto. Todo esto, que de por sí es absolutamente condenable, se convierte en inaceptable y aún más repudiable cuando es expresado y justificado por un funcionario judicial cuya tarea consiste en garantizar los derechos y seguridades que con sus acciones y declaraciones descalifica.

No basta con repudiar al Fiscal Terán ni con solidarizarse con Luciana Trujillo, quien demostró valentía y convicción al momento ponerle límites a su agresor. Se trata de una cuestión mucho más profunda: ¿cómo sería posible avanzar en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria, si la encargada de garantizar nuestros derechos es una justicia descalificada a los ojos de la sociedad por su insistencia en defender los intereses de los poderosos, en perjuicio de les más débiles? La aprobación de la Ley Micaela, que exige la Capacitación Obligatoria en Género a todas las personas que se desempeñan en la función pública, constituye un avance significativo, pero deberá garantizarse su plena aplicación. Sobre todo, en el terreno de una justicia en la que sus agentes falsean la verdad para tratar de justificar sus acciones. El propio Terán, en el reportaje de referencia, aseguró haber participado en dos capacitaciones de esta norma, “la última hace unos cuatro años”. ¿No estaba informado siquiera de que su aprobación se realizó hace dos años? ¿Cómo pudo capacitarse en una ley que no había sido redactada, ni mucho menos aprobada, entonces? ¿Cuál es la probidad de los agentes de la justicia para garantizar los derechos de las víctimas de género cuando desconocen – y desaprueban desde sus propios prejuicios y convicciones – la normativa que los respaldan?

Lo que debió sufrir Luciana Trujillo no es más que una pequeña muestra en público de lo que miles de víctimas viven diariamente en el anonimato al momento de buscar en la Justicia la protección y la seguridad que debería garantizárseles. Pero también es un indicador irrefutable de la matriz patriarcal de nuestra justicia y de la indispensable necesidad de una reforma judicial integral, que garantice la transparencia y la equidad para quienes deban someterse a su arbitrio.

Con fiscales arengando a las mujeres a defenderse o matar a sus agresores, la Justicia argentina no hace más que negarse a sí misma y abonar un modelo de sociedad propio de un Estado de Naturaleza. El fiscal Terán no debería ignorar que esa justicia patriarcal castiga habitualmente, con la mayor dureza, a las víctimas que se defienden de sus agresores, tal como él cínicamente aconseja.

¿Cuáles han sido las condenas o descalificaciones que ha sufrido Terán dentro del universo judicial por su desempeño de esa tarde en C5N?

El Ministerio Público de la Provincia de Neuquén, dónde se desempeña Terán, dispuso un Jury de enjuiciamiento para someterlo a juicio político.

Cómo los roedores, el funcionario intenta escapar por el tirante: pidió licencia por enfermedad para tratar de que las aguas se calmen y retomar más adelante, como si nada hubiera pasado.

Es muy importante que no se salga con la suya, y que la justicia dictamine de manera ejemplificadora, acorde a la magnitud de sus actos.

Una justicia que a través de sus instrumentos recomienda matar parece todo un contrasentido, pero confirma la imperiosa necesidad de acelerar su reforma radical, ya que no es solo Terán sino buena parte de sus miembros que permanecen en silencio los que piensan y actúan del mismo modo.

Tal vez no a través de los medios de comunicación, sino de un modo que puede ser mucho más letal: por medio de su pasividad o de sus sentencias.