La encerrona trágica del dualismo cartesiano

Por Liliana Etlis.

Quién ladrón y quién asesino. Quién es civilizado y quién es bárbaro. Durante mucho tiempo se le concedió, por decirlo de algún modo, narrativas y literaturas de poetas trágicxs o sensibles, figuras que impresionaban su lectura sea marginal, extraña, encantadora como aquellos magos en horizontes deslumbrantes, un viaje al otro lado del pluriverso. Tono, textura proveniente de otros tiempos circulares testimoniaban curiosidad filosófica y memoria. Así fui acercándome a relatores de letras andantes con el entusiasmo de leer desde las entrañas húmedas de necesidad latinoamericana.

Me asomé al WhatsApp muy serenamente en la simultaneidad de mi “estar estando” ya que tenía un cartel con sobresalientes dimensiones que decía en letras muy enérgicas, que no tenía más lugar en la memoria, como si toda la info de este pequeño aparato que en épocas pretéritas era considerado futurista, hubiesen representaciones simbólicas presionado por detrás del celular y se incrustaran en aquellas piezas de litio, cobalto, plástico, grafito y otrxs, como un conjuro hechizado por tantos datos y memorias de escrituras, nociones, videos, conclusiones, teorías, prácticas de muchxs compañerxs que día a día empujan sus cervicales hacia el sur de sus cuerpos para teclear ideas.

Se preguntarán a esta altura qué tiene que ver el primer párrafo con el segundo ¿no? …Y si, tuvo que suceder algo del orden del vacío, del desconocimiento de parte de casi todxs.

La televisión, los periodistas, vecinxs, plantas, el aire, toda molécula que participaba del horizonte zigzagueante de la noticia, opinaban y daban explicaciones como si se hubiesen recibido de juecxs a través de los resúmenes que recuerdo los llamábamos de Lerú.

En aquél preciso instante una voz que provenía de un noticiero lejano informaba que el delincuente había muerto y que, además, el jubilado se había defendido cansado de varios asaltos en su casa.

Se replicaba como las imágenes en los espejos este tratamiento periodístico, como si los servicios de comunicación no estuviesen para informar sino para determinar una sola versión de los hechos anulando las demás, facilitando opiniones a la audiencia y privilegiando un espectáculo como los del Cirque Du Soleil, un show donde las acrobacias participan entre las deformaciones y por qué no las ilegitimidades por fuera del poder judicial.

 Por otro lado, la decisión individual que determina quién estará anclado o emancipado en el territorio de tensiones donde la pandemia, el hambre, la calle, el frío, las soledades, el control y el disciplinamiento, atravesaran matrices llenas de polvo acumulados en siglos de injusticias y desigualdades, empujando a los cuerpos ser y estar antes de nacer en un contexto.

Algunxs opinan y son jueces, pero muy pocos cuestionan cómo se fue construyendo poco a poco, ladrillo sobre ladrillo, esta cultura del arma para la seguridad de la propiedad privada y no el problema de la seguridad sobre la salud, educación, techo y trabajo. Seguridad contra el pibe de clases vulnerables con historia de carencias y sueños, cimentación de la ignorancia del mafioso de guantes blancos, de la incomodidad de repensar en otras formas de vivir en este mundo donde es posible cambiarlo si las utopías envuelven nuevamente las fibras de nuestrxs sentipensares.

Esperaré más testimonios que aparecen con el devenir, pero no voy a caer en la complejidad de este suceso antes de conocer profundamente qué pasó en la arena de la incertidumbre.