La controversia del feminismo liberal
Por Mariela Montiel
Esta semana, creo, no ha sido la mejor de nuestra ministra de Mujeres, Géneros y Diversidades, Gómez Alcorta. La idea con las siguientes líneas es contextualizar los feminismos, argumentar mi desacuerdo con este fenómeno e intentar entrar en la rueda de pensar, pensarnos y seguir aportando a la descolonización pedagógica y cultural que sufre este sector de la militancia.
Si lo que deseamos es construir, entonces será necesario dar un marco teórico a estas líneas. Las cuales están pensadas a partir de lo que veo y siento en los barrios, en cada espacio pedagógico y lo charlado en rondas de mates junto a valiosas compañeras y compañeros. A la mayoría de la barriada nos pasa algo así como que “No nos cierra el feminismo” ¿No te pasa?
Comencemos por lo macro. Desde la caída de la URSS, existe un feminismo liberal y uno antiliberal. El primero fue desarrollándose dando respuesta a las demandas feministas de cada momento histórico. Entonces, el feminismo liberal se divide en cuatro olas (delimitadas a partir de la mirada europea)
La primera ola se encuentra dominado por la ilustración, hija de la Revolución Francesa, se militó por la educación, la libertad, la igualdad y los derechos políticos (voto, principalmente). En América Latina se extiende hasta la década del 40. Encontramos allí las llamadas “Sufragistas”, señoras que se enmarcaban en el relato iluminista de “Civilización y barbarie”, Julieta Lanteri, Alicia Moreau de Justo, Carolina Muzzeli, entre otras. Todas pertenecían a la elite amante de Paris, ajenas a las paisanas, tanas y españolas. Valoramos su militancia de tacones, pero no lograron captar la realidad más allá de sus anteojos grandes, casas importadas y fiestas con el staff de “Sur”.
La segunda ola es consecuencia de la conciencia laboral de las mujeres europeas que habían tenido que salir a trabajar durante la Primera Guerra Mundial. En nuestro país aparece en escena una actriz de radio, negrita, una “tilinga” que viene a romper la militancia de salón, burguesa, racial y de vértigo social.
Contemporánea a las sufragistas y siendo la antítesis de la glamorosa Victoria Ocampo, aparece una mujer criada en calle de tierra, con necesidades y que desde su autopercepción de trabajadora había sido socia fundadora de la Sociedad Radial Argentina, etc. no me voy a explayar en lo obvio.
La tercera ola se sitúa en la década de los sesenta, cuando Betty Friedan creó la Organización Nacional de Mujeres (NOW), convirtiéndose en la organización femenina más representativa del feminismo liberal. Claramente, otra vez asistimos a la importación ideológica.
En nuestro continente, lejos de la NOW, surge dentro de la izquierda nacional un feminismo radical y consistía en la abolición del patriarcado, definido como un sistema regido por la denominación sexual, opresor de la mujer, bajo el lema “lo personal es político”, defendiendo que los valores del patriarcado también afectaban la vida privada, como la estructura familiar o la sexualidad. (Tema aparte es la lucha de las compañeras que bancaron la resistencia y el terrorismo de estado).
Bien, actualmente según el calendario liberal, estarían transitando la cuarta ola. Pero antes de meternos allí, analicemos lo siguiente.
Está claro que el voto femenino no ha sido para Juan Domingo Perón y Eva Duarte un fin. Por el contrario, ha sido un medio para aportar al desarrollo nacional. Será a partir de 1955, con el derrocamiento del gobierno peronista, soberano y justicialista, que la economía comenzará a primeriarle poder de decisión a lo político. Como consecuencia, el desmantelamiento industrial, la apertura desarrollista del radicalismo de los 60 y finalmente el terrorismo de estado para implantar el neoliberalismo.
Llegamos así a la cuarta ola feminista liberal caracterizada por su activismo en las redes sociales para aumentar su visibilidad y su mayor repercusión internacional, reclamando la lucha por la igualdad, los derechos civiles, el derecho al aborto, la oposición a la violencia machista y a los estereotipos, la defensa de la libertad sexual, donde entra con fuerza el colectivo LGTBI y la denuncia al sexismo en los medios de comunicación.
No caben dudas que todo lo que se proclama en ese espacio responde a problemáticas reales, pero el problema se deriva de la pertinencia, de la capacidad de poder diagnosticar la situación a partir de una mirada epistémica, social, económica financiera y política. ¿Qué gran cambio ocurrió en el mundo en los últimos 50 años y que influye de manera directa e indirecta en los femicidios, los abortos, la des-identidad? ¿Los machos? No. El punto de inflexión está en el sistema capitalista liberal y globalizado que a partir de la caída de la URSS no tiene competencia. Entonces, compañeras hay que luchar para quitarle hegemonía a esa elite oligarca financiera internacional que concentra el 1% de la riqueza planetaria.
Ese feminismo liberal es inventado por esas elites. Por medio de las ONG, del marketing “vacío” de contenido y de fundaciones privadas que logran injerencia en la educación pública, colonizan la cabeza de nuestras pibas y mujeres. Te doy un ejemplo, el aborto. Hace años que divide al pueblo en general, convoca a una o dos movilizaciones pintorescas anuales (a las cuales asistí con mi hija) y grita “mi cuerpo, mi decisión”. Analicemos. Hemos logrado una valiosa ley de ESI ¿Necesaria? sí, muy. ¿Prioritaria para nuestros pibes? No. Aporta a la prevención, pero no hace justicia, no mete preso al violador, al femicida. Lo que necesitamos es una reforma judicial. Por otro lado, mis estudiantes (adultas y adolescentes) de barrio adentro no abortan. Su cultura o religiosidad influye y el interrumpir un embarazo no es opción. ¿Qué hacemos? ¿La condenamos por creer en algo? No.
Con los DDHH pasa igual. ¿Quién es víctima? ¿El negro que afana en el chino o el oligarca que fuga dólares y luego huye como rata? ¿Quién está preso? El negro.
Podría sospechar que el problema no está en las leyes, ni en los derechos individuales y la fragmentación social. Es posible que el tema sea más complejo y no esté al alcance de todos los compañeros. Por eso, quienes nos formamos en la escuela/universidad pública tenemos la obligación de intentar aportar y construir una mirada contrahegemónica.
Un grupo de pensadores euro asiáticos y latinoamericanos coinciden en que la caída del comunismo dejó vía libre al liberalismo. Tanto el liberalismo, como el comunismo y el nacionalismo o socialdemocracia son sistemas totalitarios. Es decir, no hay lugar para la disidencia. Es así, que en los 90, con la disolución del comunismo soviético, los liberales copan todos los espacios. Agregamos a esto que según la tesis de Alexander Dugin, la izquierda y la derecha como la conocíamos durante la Guerra Fría, ya no existe, por lo que estratégicamente el liberalismo tomará rasgos de las dos. Será económicamente de derecha: adorar el mercado, apertura comercial, endiosar al capital y especular financieramente. Pero, en lo político se vuelve conservador (casi fascista) pero atiende demandas como matrimonio igualitario, aborto, lenguaje inclusivo, medio ambiente, etc.
La democracia liberal es la que domina la política occidental, es el poder de unas minorías (elites globales financieras y liberales) contra las mayorías. Para los liberales el pueblo es un conjunto de individualidades. Es decir, no existe el pueblo como categoría social y política. Sólo hay individualidades. Así es que hay DDHH para ciertos individuos y para otros no. ¿Queda claro que los DDHH no son para los pueblos? ¿Entendés por qué el aborto no es un derecho para el pueblo si no para ciertas mujeres? El liberalismo y su democracia quitaron soberanía a las naciones y se la dieron a los bancos, no gobierna para los pueblos, sino para las individualidades. Apunta a fragmentar.
Solo así podemos comprender por qué Gómez Alcorta trabaja con el embajador británico en vez de hacerlo con las compañeras que crían a sus hijos a mate cocido y torta frita y se encomiendan a todos los dioses para que el transa de la villa no le mate al pibe.
Solo así comprendemos la poca correlatividad del discurso y la práctica. Las compañeras quieren vivir en una patria justa y soberana. Necesitamos trabajo y soberanía alimentaria y difícilmente lo consiga hablando con el gobierno británico sobre políticas de género.
Solo así se entiende porque en su alegato tuitero dice que entre el gobierno británico y nuestro país existe una “controversia”. No compañera, existe imperialismo. Ud. puede reunirse con el pueblo británico, pero no con funcionarios que avalan los Acuerdos de Madrid, que son beneficiarios de una cantidad de recursos naturales y financieros extraídos de nuestro territorio y que podrían poner fin al hambre del pueblo argentino.
Compañera, su actitud es reflejo de que le están errando en las prioridades y que gobierna para el liberalismo.