La canción del fuego
Por Nieves Viviani.
Tras la llama, la noche,
la noche siempre, hacia adelante siempre, arriba;
arriba el juego indescifrable de las constelaciones,
la ruta de los viajeros del arca,
arriba barcos, faros, ménades, solsticios;
arriba dioses perforando con su aliento el latido de tu pecho,
la crueldad inocente, el silencio puro ,
arriba la paz ingrávida y los sortilegios sin misterio,
arriba la perfección aséptica de los arquetipos,
el método pulcro sin esgrima,
arriba la danza del fantasma sin huesos y sin velo,
abajo el tiempo,
abajo la carne, el barro, el sudor y la fiebre,
abajo las flores, la miel y el dios coleóptero,
abajo los imponderables.
Abajo cuerpos y almas buscándose entre sí,
abajo las muertes (todas), los muertos (todos),
la memoria y las palabras,
abajo el poeta con la boca partida,
abajo miles y miles de Ifigenias con el cuerpo aceitado;
abajo el ojo tenso, la voz quebrada;
las risas, los pájaros, las ruinas y el espejo.
Abajo la cuerda que salva o mata, según sea el naufragio,
abajo el encuentro y la partida,
abajo los zapatos, el valor, la traición y el algoritmo.
Abajo las velas y el misterio.
Abajo los quebrantahuesos, lo imposible como norma,
el amanecer y las semillas.
Abajo, sobre todo, la canción del fuego haciéndose en nosotros,
y todas las formas del amor
porque el amor siempre,
el amor siempre,
el amor siempre.