“Jony” Potter, la saga
Por Lucía Braggio.
Capítulo 1: Jony, posta, te parece?
Una tarde, allá por los primeros días de junio de 2008, la clase se desarrollaba tranquilamente. Yo estaba a cargo de uno de los ciclos de alfabetización y tenía 7 u 8 estudiantes (entre ellos Jony). Escribí una actividad de matemática en el pizarrón y les pedí que la copiaran en sus cuadernos para, luego, pensarla y resolverla juntxs. Mientras los pibes transcribían la propuesta, me senté en uno de los pupitres a esperar que terminaran de hacerlo, al lado de Jony… (porque para mí –y porque ya sabía que– Jony ya era Jony…).
Los pupitres eran de esas sillas que tienen la mesita enganchada, ¿se entiende no?
En eso, el protagonista en cuestión le dice al operador que acompañaba la actividad educativa desde la puerta (siempre abierta) del aula, que quería ir al baño. Recuerdo que aquél le contestó: “Ahora no, tenés que esperar…”, pero no me acuerdo si agregó “hasta el recreo” o “porque está ocupado”. De todos modos –en función del desenlace que tuvo la situación– no importa esclarecer el motivo de la negativa.
Pocos minutos después, Jony reitera su demanda.
Y a partir de ahí, lo que sucedió, fue todo al mismo tiempo: mientras escuchaba la misma respuesta que el operador ya le había dado, y al dicho de “quiero ir al baño la xxx de tu xxxx”, Jony se levanta de su pupitre, lo toma con sus manos y lo lanza hacia la puerta del aula, donde se encontraba su interlocutor, quien alcanzó a salir y cerrarla.
El banco se estrelló contra la puerta y en el aula se hizo un silencio sepulcral (siempre difícil lograr en cualquier escuela) durante unos pocos segundos, hasta que los empleados de seguridad la abrieron y procedieron a “retirar” a Jony.
Es el día de hoy, que al recordar esta situación (y varias otras similares que tiene en su haber), nos reímos….
Por supuesto, no del riesgo que corrió el operador, y si lo hubiera lastimado, otra -o distinta- hubiera sido la historia.
Lo que nos provoca risa es recordar esas reacciones “desmedidas” que tenía y no poder creerlas, a la luz del Jony que fue siendo y es hoy.
Claro, ahora nos reímos. Pero por aquellos días de 2008, era un problema. Porque esas “reacciones” (entre otras tantas cuestiones que podríamos pensar) implicaban para él una “sanción” lo cual significaba que se quedaba sin poder venir a la escuela, sin poder asistir a un taller o salir al patio o cualquier otra privación extra a su privación de la libertad.
Al reencontrarnos, luego de alguna situación por el estilo (hubiera o no estado yo presente), y después de preguntarle incluso qué era lo que había ocurrido para escucharlo a él “explicar” la situación (que no justificaba su reacción), me encontraba preguntándole: “Jony, ¿posta?, ¿de verdad?, te parece?”. Y de ahí en más, varias largas charlas parecidas, hasta que ocurrió uno de esos momentos mágicos en que te das cuenta que no entendés nada. Pero ese será otro capítulo de “Jony” Potter.
Porque Jony (él, su vida, su historia, sus experiencias, construcciones, preguntas, reflexiones, crecimientos) es una saga. Y yo sólo puedo contar, en capítulos, la novela que nos encontró.
Nos conocimos a fines de mayo de 2008, en la ESCUELA de un lugar con muchas rejas.
“Entramos juntos”, decimos siempre. Para ambxs era la primera vez en el “Rocca” (uno de los Centros de Régimen Cerrado para adolescentes infractores o presuntos infractores de la ley penal, que funcionan en la CABA).
Yo tenía 23 años, poco más de dos en el ejercicio de la docencia y empezaba a trabajar como maestra en la escuela que comenzaba a organizarse allí.
Él tenía 16 y ya había estado en el “San Martín” (otro de los Centros Cerrados para adolescentes de la CABA).
Yo entré y no me fui más…
Él, después de un largo tiempo, salió, y al poco tiempo volvió a “caer”. Luego de varios años, recuperó definitivamente su libertad y a pesar de las tantas y diversas dificultades que tuvo y tiene que atravesar, sostiene -firme y con seguridad- que “nunca más”.
Para terminar esta primera entrega:
El 23 de mayo de 2006 yo tomaba mi primer cargo como docente suplente, en una escuela en el barrio de Bajo Flores. Felices 14 años de ejercicio de la profesión, para mí.
A los veinte y pico de días del mes de mayo de 2008, conocía a Jony en el Rocca… y comenzaba (hasta el día de hoy) el ejercicio de mi profesión en escuelas en esos lugares con muchas rejas. 12 años de una decisión que cambió mi vida por completo.
A Jony: Nuestro vínculo no conoce de distancias ni en el encierro, ni en libertad ni en cuarentena. Te abrazo y celebro tus logros, Siempre. ¡Felices 12 años de tenernos y pensar!
A Jony y a todos y cada uno de los estudiantes -adolescentes, jóvenes y adultos- con quienes me he encontrado en la construcción cotidiana de las ESCUELAS que funcionan en lugares con muchas rejas en estos 12 años: (contrariada) gracias por todo lo compartido juntxs que me ayudó y ayuda a ser quien soy e intento ser.
(Aniversarios varios este mes… Ahora entiendo por qué, entre otros motivos –además, incluso, de los casi 60 días de aislamiento–, viene tan intenso este “fines de mayo” para mí…)