Hacia nuevos paradigmas en movilidad urbana
Por Fabio Márquez – Director Comisión de Participación Social de ACUMAR (Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo).
Las ciudades contemporáneas necesitan reconvertir los modos en que nos trasladamos hacia maneras más sostenibles, para mejorar la calidad del hábitat en términos ambientales y de nuestras propias vidas.
Hace un buen rato ya que la ciudad actual se encuentra colapsada en cuanto a tránsito y transporte. Después de más de un siglo promoviendo los vehículos automotores individuales, para los que hemos ampliado calles, avenidas y construido autopistas que no hemos parado de ensanchar, demoliendo ciudad bestialmente (Av. 9 de Julio es testimonio de esto), cada vez la situación es peor. Embotellamientos en los horarios centrales y a veces no tan centrales, pérdida enorme de tiempo en traslados por la ciudad, con aporte a la principal contaminación del aire por la quema de combustible fósil y también contaminación auditiva, por el ruido que producen estos automotores personales, más colectivos y camiones, que hacen del ruido urbano una constante en la que el silencio es un bien extinto.
Está claro que la modalidad en que vivimos, necesitando trasladarnos a diferentes partes de la ciudad para trabajar, estudiar, recrearnos, comprar, dormir, es porque nuestra vida está desparrama por el territorio (aunque la pandemia nos pueda dejar instaladas algunas cuestiones sin salir de casa), se transforma en la pesadilla cotidiana que sufrimos la mayoría de modo resignado, como si fuera una condición inmodificable del supuesto “progreso”, que por supuesto no es tal. Vivir mal nunca es progreso. A esta situación que estamos describiendo le podemos seguir agregando inconvenientes, como las tasas de siniestralidad vial con cantidades de heridos y muertos por cuestiones evitables (porque no son accidentes), el malestar e incomodidad por circular de esta manera, el expendio monetario que nos genera gastar dinero moviéndonos de mala manera y podríamos seguir con lo que ustedes quieran agregar a esta lista.

¿Es necesario seguir insistiendo en un modelo de movilidad urbana obsoleto? Las calles están atestadas de autos y lo único que regula su cantidad es el poder adquisitivo de poderlos comprar. O sea que la inequidad socioeconómica es la única acción real que impide que cada persona adulta pueda moverse por la ciudad en auto. ¿Entendemos esta situación delirante? Es cierto también que el transporte público no está lo bien que necesitamos que pueda estar. Viajamos atestados en unidades de transporte de personas que, en los momentos de mayor volumen de pasajeros, no pueden atender como debieran el servicio y que no alientan a elegir dejar el auto para subirse al transporte público, sean colectivos, trenes o subtes. Allí está una parte de la solución, mejorar en cantidad y calidad para quienes viajan y para el ambiente, los medios de transporte público y sus servicios. Que debieran dejar de motorizarse expeliendo al aire agentes tóxicos de gases y micro particulados que nos dañan la salud, que sean menos ruidosos y que garanticen comodidad con certeza en la regularidad de sus horarios. La electricidad tendrá que ser el combustible para los vehículos de transporte que necesitamos: colectivos a batería, tranvías, trolebuses, más subte y trenes eléctricos. Pero no autos, aunque sean eléctricos, porque no cabemos con ellos en la cotidianeidad urbana.
El medio de transporte masivo necesario, que no contamina el aire, es muy silencioso, que requiere menos recursos monetarios para utilizarlo y aporta a la salud psicofísica de quien lo utiliza, es la bicicleta. No es una novedad, con las experiencias concretas desde hace tiempo en varias ciudades occidentales que la han priorizado como medio de transporte. Para que la bici sea la mejor opción posible para trasladarse por la ciudad de modo masivo y que motive a que toda persona que pueda se suba a ella para moverse, se debe ofrecer infraestructura acorde. Principalmente ciclovías en conectores viales principales como avenidas, con carriles anchos unidireccionales en el mismo sentido del tránsito automotor y con la señalización pertinente. Parte de la infraestructura necesaria son estacionamientos grandes para bicicletas y en lugares estratégicos. Hay que instrumentar interacciones entre trenes (que tengan buen espacio para bicis), ciclovías y estacionamientos de bicicletas, que potencien la media y larga distancia con la bici, articulando ambos medios de locomoción. También desarrollar ciclopistas (calzadas vehiculares exclusivas para bicicletas sin compartirla con automotores), para recorridos troncales de alta frecuencia en tránsito de bicicletas, que actúen a modo similar de las autopistas con los coches. Cuestiones que podrían ser obvias pero que en la práctica no suceden, es que tengan buenas superficies de rodamiento, sin baches, rejillas peligrosas, que sean muy angostas, mal o nulamente señalizadas, que corran en sentido contrario al tránsito automotor, entre otras cuestiones de mala factura.
En el Área Metropolitana Buenos Aires hay poco realizado en el sentido de lo que venimos describiendo y bastante de lo realizado no está muy logrado, como en Ciudad de Buenos Aires (donde las implementaciones mejor hechas son las propuestas por actores sociales). Quizás la cuestión es considerar la movilidad en bici como minoritaria o marginal, quedando para satisfacer sectores que ya están arriba de la bici. Pero lo que hace falta es una política pública que promueva su uso de manera multitudinaria y decidir ir retirando el auto del centro de la escena, pero de modo ordenado y racional. Acompañando estas acciones de obra pública con políticas de educación vial, informar y motivar a la gente con argumentos válidos para que elija moverse en bici, bajar las velocidades máximas de los autos en todas las vías y especialmente en calles barriales. Aumentando el caudal de personas moviéndose en bici, se apacigua el tránsito, hay menos ruido, contaminamos menos el aire, es más económico para moverse así y para la administración pública es menor el mantenimiento de calles.
Otro tema no menor y menos tangible en el corto plazo, pero quienes nos movemos en bici lo conocemos bien, es el cambio en la calidad de vida de quienes nos desplazamos cotidianamente en bicicleta. Mejora la condición física y también psíquica, cambiando la manera de ver el mundo. Con la bici sabemos cuando salimos y llegamos a donde vayamos. Vemos la ciudad desde otra velocidad que nos permite ver detalles y poder detenernos donde queramos sin inconvenientes. Da libertad, autonomía, conexión con lo que nos rodea y aporta a nuestro mejor humor diario. Por supuesto que además de ser un medio de transporte cotidiano también es un vehículo recreativo, que nos ofrece los mejores paseos que podamos hacer con la versatilidad que nos da.
Hay varios colectivos sociales que se organizaron para promover el uso de la bici desde hace tiempo. Podemos mencionar algunos como Asociación Ciclistas Urbanos (ACU), Argentina en Bici (Argenbici), Pedalea como una Piba, Pedalúdico, Bicivilizadxs, B Invasión Bici, 30 Días en Bici, que bregan por ampliar el uso de la bicicleta tanto como medio de transporte cotidiano como vehículo recreativo. Entendiendo que, si queremos promover propuestas de mejora ambiental urbana y de modo sostenible, entonces la bicicleta deberá ocupar un lugar importante en la agenda pública y desde la Comisión de Participación Social de ACUMAR entendemos que debe ser de modo participativo. Por ello creamos el año pasado (apenas se inició la nueva gestión de ACUMAR presidida por Martín Sabatella), la Mesa de Trabajo de Movilidad Sostenible, de la que participan los actores sociales descritos anteriormente. La situación de restricciones por la pandemia nos limitó los planes que estábamos desarrollando, con una agenda de bicicleteadas o pedaleadas por diferentes lugares de la Cuenca Matanza Riachuelo. Solo pudimos hacer dos bicicleteadas con los cuidados necesarios y en dos situaciones territoriales muy diferentes. En diciembre pasado hicimos la primera desde la Vuelta de Rocha en el barrio La Boca de Ciudad de Buenos Aires, por donde recorrimos la ribera porteña hasta el puente Victorino de la Plaza y de allí por la ribera avellanedense terminamos en el Trasbordador, del lado de Isla Maciel disfrutando el atardecer desde un escenario que para la mayoría fue una grata sorpresa paisajística. Participaron alrededor de 140 personas a las que les propusimos desde esta Mesa de Trabajo, que la bicicleteada estimule paseos en bici, interpretar el paisaje que recorrimos desde diferentes aspectos y conocer espacios del Riachuelo poco visitados. La segunda pedaleada fue en San Vicente y tuvo la característica singular en que la mayor parte del recorrido fue por vías rurales. La hicimos en febrero de este año y participaron alrededor de 80 personas proponiéndoles los mismos objetivos, a los que agregamos interpretar la flora nativa desde el concepto de ser componente de la biodiversidad.
Como desde esta Mesa de Trabajo de Movilidad Sostenible veníamos más encausados en actividades presenciales que hoy no podemos hacer, tratamos de compartir información entre participantes y como hicimos hace poco, tener una reunión con los secretario y subsecretario de Ambiente del municipio de Lomas de Zamora, para que nos describan los proyectos de ciclovías y bicisendas que están desarrollando. Este municipio está comenzando a explorar sobre infraestructura ciclista y se mostraron abiertos a intercambiar opiniones sobre lo que están proyectando. Después de esa reunión, nos estarán enviando los proyectos que están haciendo desde las secretarías de Ambiente y la de Obras Públicas, para darles devolución desde la experiencia de los diversos colectivos ciclistas.

La circulación de las personas en una megalópolis como el Área Metropolitana Buenos Aires necesariamente hay que pensarla multimodal y priorizar el soporte del transporte público, desalentando el uso del auto y promoviendo el uso de la bicicleta a escala popular. La tarea desde esta mesa de trabajo participativa que creamos desde la Comisión de Participación Social, es generar espacios de diálogo y propuestas en todos los sentidos necesarios. Tanto sea estimular la participación social de organizaciones sociales sobre la temática del ciclismo urbano, como acercar a funcionarios públicos municipales el mensaje, para que puedan contemplar las ventajas de impulsar acciones que hagan de la bicicleta un elemento importante en la agenda pública. No es imposible imaginar como viable que niñas y niños puedan ir en bici a la escuela, que sus padres y madres vayan a sus trabajos en carriles exclusivos para bicicletas en vías principales de circulación vehicular, que tengamos bicisendas de paseo por espacios verdes o ribera de ríos y arroyos. Nos moveremos mejor, en una ciudad menos tóxica en aire y ruido, más segura para el tránsito de toda la gente, sean peatones, ciclistas, motociclistas o automovilistas. Apaciguaremos la calle, mejorando el tránsito promoviendo el uso masivo de bicicletas, que nos permitirá vivir mejor desde tantos puntos de vista, que nos merecemos no dejar de intentarlo. El 5 de junio es el Día Mundial del Ambiente, establecido por la Organización de las Naciones Unidas en el año 1977, como día de sensibilización y reflexión sobre la situación ambiental. La situación pandémica de la covid-19 nos impide que hagamos una bicicleteada colectiva por la Cuenca a propósito de esta fecha, para interpretar el paisaje de este río con sus valores socioculturales. De todos modos, acá decimos que el futuro urbano va de la mano de la bicicleta y no del auto, para que tengamos un ambiente más sano. Trabajamos desde este espacio para transformar ese futuro en presente lo antes que se pueda y moviéndonos en bici.
Contacto de la Coordinación de Participación Social de ACUMAR: participacion@acumar.gov.ar