El silencio no es mi idioma: Perdón
Por Lucía Braggio.
¡¡¡Papiiiiiiiiii!!! (Escuché desde la oficina, próxima al pasillo donde las personas privadas de su libertad se encuentran con sus familiares, en el lugar de muchas rejas donde está mi escuela).
Hombre/padre: -¡¡¡Hijoooo!!! (Silencio, imaginé de abrazo).
Niño: –No me dejaron entrar la pelota.
Hoy, en nuestro país, es el Día de lxs niñxs, de las infancias, de “todo ser humano menor de 18 años” (tal como establece la Convención sobre los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes).
Es el Día de lxs niñxs que están privadxs de su libertad por haber cometido (presuntamente) algún delito, a quienes se piensa en “conflicto con la ley penal” cuando es la normativa y la sociedad la que lxs construye como problema, y a quienes se supone “peligrosxs” cuando en realidad están en peligro.
Es el Día de lxs niñxs que tienen a su mamá o a su papá presx; que presenciaron, en sus propias casas, allanamientos brutales y traumáticos, en los que NO se lxs resguardó y que fueron testigxs de la violenta detención de su xadre, expuestxs al maltrato de las fuerzas de “seguridad”. Niñxs cuyas familias deben decidir qué decirles frente a la ausencia física de la persona presx y el lugar en el que está y si irán o no a verla. Niñxs cuyas familias muchas veces no comentan la situación en la escuela por temor a los prejuicios y las etiquetas que puedan recaer en ellxs. Niñxs que viajan y esperan más horas de las que comparten con su ser queridx durante la visita; que en esas esperas padecen el más frío de los fríos, la más fuerte de las lluvias o el peor de los calores, en lugares espantosos e incluso a la intemperie. Niñxs que deben soportar que personas vestidas de negro que dan miedo, revisen las cosas que llevan para compartir con su familiar durante el encuentro y les nieguen el ingreso del cuaderno de la escuela o de una pelota. Niñxs que, a pesar de las dificultades, de las trabas administrativas y burocráticas, del maltrato injusto y arbitrario, lloran al despedirse porque no se quieren ir.
Niñxs que, cuando su xadre es enviadx a una cárcel en otra provincia, pasan meses o años sin verlx porque es imposible costear los pasajes y el alojamiento, y se vuelve difícil, incluso, mantener una comunicación telefónica frecuente porque los pulsos de la tarjeta –que pagan las familias– son más caros y se agotan más rápido. Niñxs de familias que deben afrontar los gastos que conlleva sostener la detención de un familiar (viáticos, insumos básicos, tarjetas telefónicas, etc.), lo cual agrava y profundiza la situación de vulnerabilidad social en la que ya se encontraban. Niñxs que cumplen años, celebran navidades o participan en actos escolares, extrañando y doliendo la ausencia de su ser queridx.
Estas son sólo algunas de las tantísimas situaciones que padecen lxs niñxs con madres, padres o referentes adultxs privadxs de su libertad, para que se entienda de una buena vez que la cárcel no sólo impacta (negativamente) en la vida de quienes encierra, sino que atraviesa, también, a sus familiares y entre ellxs, especialmente, a quienes nos importan hoy y debieran importarnos siempre.
Hoy es el Día de las infancias que padecen la cárcel desde adentro y desde afuera, que la sufren porque la viven. Niñxs vulnerables y vulneradxs, pobres y empobrecidxs, en desigualdad cada vez más desigual.
A estas infancias olvidadas e invisibilizadas, en su Día: PERDÓN.