El rebrote de la decadencia
Por Julio De Vido (h).
Pérdida progresiva de la fuerza, intensidad, importancia o perfección de una cosa o una persona.”
Durante un cierto período del 2020 la vicepresidenta CFK se dirigió a la ciudadanía a través de cartas publicadas en las redes sociales, replicadas por todos los medios y claramente dominaba la agenda comunicacional del día de su emisión. En una de ellas plantea tres certezas. Me quiero detener en la tercera de ellas que es en la que afirmó que Argentina es un “extraño lugar en donde mueren todas las teorías” y reconoció que la economía bimonetaria es el problema “más grave que tiene nuestro país”.
A contramano del reconocimiento y el abordaje sistémico e integral que esta cuestión merece, el presidente esta semana concedió una entrevista en la que aseguró “no entender” por qué “los productores argentinos que producen en pesos argentinos… le tienen que cobrar el maíz del mismo modo que se lo cobran a otro que quiere pagarlo en otro lugar del mundo”. En primer lugar se trata de un reconocimiento inédito del fracaso de las retenciones como amortiguador del precio de los commodities para “la mesa de los argentinos”, puede que ya sea hora de confirmar que el único fin que tienen es meramente recaudatorio y fiscalista, lo cual podría no estar tan mal si se enmarcara en un plan de reordenamiento de la macroeconomía el cual no se observa en el horizonte.
En segundo lugar se trata de un error conceptual que logra indefectiblemente que las patronales agropecuarias abran sus contabilidades y demuestren que entre el 60% y 70% de sus costos se encuentran en moneda dura o atados a la cotización de la misma, solo por hablar del eslabón primario de la producción y dependiendo de la actividad, teniendo en sus extremos a la cría bovina como la más “pesificada” y a la lechería como la más “dolarizada”.
Párrafo aparte a la afirmación de que los argentinos pagamos la carne igual que “un chino, un francés o un alemán”, pasaje carente de realismo, insultante para con la industria frigorífica que tiene en el mercado interno a su más importante cliente, a excepción quizás de aquellas instalaciones fuertemente orientadas a los mercados de exportación justificadas en las inversiones en ellas realizadas. Se continua en la línea de atacar a las cadenas productivas y no en las que en otras notas hemos señalado como las principales dificultades que son la progresiva destrucción del poder adquisitivo de la sociedad (comparado no solo con Alemania, Francia y China, sino con los países de la región) y del impuesto inflacionario, de mayor impacto en los que AF menciona como los que menos tienen.
En algún curso de negociación que nos dictaron en la escuela secundaria, recuerdo que una de las claves era no sentarse sobre los extremos para que la negociación arribe a buen puerto: aquí reside en gran parte también el arte de la política. Hasta ahora las decisiones extremas o sobreactuadas en lo único que han desembocado es en marchas atrás.
Situación que seguramente se replique con una de las últimas medidas adoptadas por el gobierno tendiente a restringir las exportaciones de maíz para “asegurar el abastecimiento interno”, decisión que no había sido adoptada siquiera en los años de mayor intervencionismo sobre el sector en el segundo gobierno de CFK.
Cualquier política que busque incrementar la exportación de productos agropecuarios con mayor valor agregado, llámense estas proteínas animales, carnes, biocombustibles e inclusive harinas y aceites, difícilmente se condigan con un retroceso en la superficie sembrada de maíz, ni pensar en un inversor chino que viene a poner una granja porcina y se encuentra con la mera posibilidad de no obtener ese insumo primordial.
Argentina venía de una cosecha record de maíz de la campaña 19/20 que concluyó en alrededor de 58 millones de toneladas. La 20/21 seguramente lejos esté de eso por la falta de precipitaciones en las principales regiones productoras, sumado a una caída de 1.1% en el área sembrada, la soja por acción u omisión continúa siendo la vedette de las pampas por la tracción del complejo oleaginoso de Rosario y la menor competencia interna que presenta. Medidas sin trasfondo ni planificación como la del cierre de exportaciones de maíz, no hacen más que sostener ese status quo.
No tengo dudas que la medida será revisada, no por el temor a un cese de comercialización agropecuaria ni a la presión de los factores de poder, sino simplemente porque entiendo que no es una decisión tomada por los equipos que lideran la política agropecuaria.
Insisto nuevamente en esta primera nota del 2021, apelemos a la creatividad y a la política como acción transformadora de la sociedad y de todos sus componentes, téngale más miedo a la marcha atrás que a los errores que puedan derivar de decisiones valientes, consecuentes, consensuadas y novedosas. Es momento de revertir la decadencia en la que nos venimos hundiendo como si fuese un lodazal.