El eterno retorno de la lucha de clases
Por Liliana Etlis.

Se levantó de repente como si el despertador lo obligara a cumplir con alguna ley temporal, bajó como pudo de una litera prestada muy baja casi al ras del suelo, se calzó con rapidez y casi dormido comenzó a prepararse para ir a la huelga. Hoy era el día en que pedirían más salario y amucharse en un grito, eso lo hacía sentir feliz porque sabía que las cuerdas vocales tenían la misma intensidad que las del compañero que le seguía en estatura. Y luego otro. Y el próximo.
*La dignidad no se negocia* dijo uno, *la vida tiene que ser vivida con salud* agregó otro, necesitamos *llenar los platos de la mesa con comida*, y así se fueron sucediendo reclamos uno tras otro. Mientras tanto, en la delantera de la plaza había un cartel muy grande sostenido por barras de hierro. En la blanca tela sobresalían las letras en tamaño visible*Aumento salarial ya!!! *. En un mural estaba inscripta la frase *¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar? *. Frente a la casa que bordeaba la placita anunciaba *Por menos horas de trabajo* y las voces comenzaron a mezclarse en una sola, una sinfonía junto al cantar de los cantares.
Sumaban varias personas que participaban desde las miradas oblicuas y otras desde la expulsión del aire que venía desde las vísceras. Algunas comenzaron a caminar muy lentamente hacia el lugar donde lxs compañerxs agitaban sus manos y movían el cuerpo girándolo desde la totalidad del espacio propio, abrían sus bocas mostrando gruesos labios y dientes manchados por la mala alimentación.
Así fueron siempre reclamando con entusiasmo, son momentos en que lxs trabajadorxs no se sienten tan solxs sino que se metabolizan sus cuerpos con la calle, los vecinos, los desconocidos, las plantas, las nubes, los carteles, todo lo que nos rodea se transforma en una realidad que respira verdades desde lugares que unx descubre son necesarios, se alargan los brazos entramando ideas y las ideas sentimientos y los sentimientos pasiones y las pasiones lucha y la lucha un nido de sentipensares diversos que le dan sentido a cada rostro, a cada mirada.
Escenas que se repitieron desde mi muy tierna niñez donde lxs laburantes iban encontrándose a pesar de todo y es lo que me permitió tener ese interrogante dando vueltas por sobre mi caleidoscópica mirada interna ¿por qué existe la riqueza?
La igualdad, las añoranzas y la justicia siempre iban de la mano de las solidaridades del barrio. En la plaza había una alcancía donde aportaban los vecinos para sostener la huelga o el paro y se volvieron prácticas necesarias para seguir en el terreno de las largas noches de tomas de fábrica, paros totales, parciales, huelgas y otras formas donde los trabajadorxs tomaban un protagonismo.
Él, mi padre, siempre adherido a la presencia de la esperanza y de que alguna vez aquel mundo mejor llegaría. ¿Y los sueños? siempre los sueños aparecían simultáneamente entre cánticos y abrazos. Simplemente era reclamar el vivir sin desigualdades sociales, con justicia, libertades para sentipensar y embellecer los caminos de la vida andando en un mundo donde reverdezca su contenido más humano.