Dime de quien es Crimea y te diré quién eres (1ª parte)

Por Christian Lamesa.

Recuerdo que hace un tiempo, mantuve una conversación con un conocido, acerca de diversos asuntos de geopolítica y en un momento dado surgió el tema de la “invasión de Putin a Crimea”, según la mirada de mi interlocutor; a lo cual yo intenté exponer los hechos que llevaron a la población de la península de Crimea a tomar la decisión unánime de separarse de la República de Ucrania y volver a formar parte de Rusia en el año 2014. Mi esfuerzo fue infructuoso, ya que recibí por respuesta, algo así como: “no sé, igual para mi Putin invadió Crimea con los hombrecitos verdes y se la robó a Ucrania”.

Por supuesto que la situación de Crimea con las implicancias geopolíticas que tiene y el riesgo para la paz mundial que conlleva, dado el peso de los actores implicados, requiere un análisis un poco más arduo que el que se me había ofrecido en esa conversación, el cual seguramente era fruto de la mirada simplona y sesgada que recibimos a través de los medios de comunicación de este lado del mundo. Una observación más profunda sobre la situación de la estratégica península, es lo que trataré de brindarles a lo largo de este artículo, que dividiremos en cuatro partes, siendo ésta la primera y en la que veremos algunos antecedentes históricos para entender lo que significa Crimea para el pueblo ruso. En la segunda parte analizaremos la nueva posición de la Federación de Rusia, a partir del gobierno de Vladímir Putin, ante el acoso de la OTAN; la tercera abordará el golpe de estado de Ucrania, detonante de la reunificación; y en la última parte, las consecuencias de la injerencia norteamericana y europea en el espacio postsoviético.

La península de Crimea, situada al norte del mar Negro, tiene un valor estratégico enorme para la estabilidad de toda la región, en la que confluyen Europa oriental y la parte occidental de Asia.

En el año 1783, la emperatriz de Rusia, Catalina II La Grande, anexionó la península de Crimea al territorio ruso, tras dos guerras victoriosas contra el Imperio otomano, el cual dejó de representar la amenaza que había sido en el pasado para Rusia y también ayudó a menguar la influencia y aspiraciones expansionistas otomanas en el resto de Europa.

Setenta años más tarde, en 1853 estallaba la guerra de Crimea, que iba a enfrentar al Imperio ruso y al Reino de Grecia, por un lado, contra el ya decadente Imperio otomano, al que se aliaron Francia y el Reino Unido, buscando ganar influencia sobre sus posesiones europeas. El Zar Nicolás I era el responsable de la protección de los cristianos ortodoxos que vivían en los territorios balcánicos que estaban en poder de los otomanos, este no era un dato carente de importancia, al ser este el mismo imperio que seis décadas más tarde iba a perpetrar el genocidio armenio, con un millón y medio de víctimas.

La guerra de Crimea le costó a Rusia casi medio millón de muertos y los defensores de base naval y la ciudad de Sebastopol, protagonizaron una de las páginas heroicas de la historia rusa, al resistir por once meses el asedio de las fuerzas enemigas antes de caer. Casi de la misma manera se iba a repetir la historia, durante la invasión nazi a la Unión Soviética, cuando los marineros de la Flota del mar Negro junto a los soldados del Ejército Rojo defendieron hasta el último aliento a Sebastopol, de las embestidas nazis.

Esta breve reseña, busca mostrar que para el sentir nacional del pueblo ruso, Crimea no es un lugar más, sino que hay un vínculo histórico y emocional que trasciende cualquier otro aspecto. Durante todo el periodo mencionado, la península estuvo bajo la soberanía del Imperio Ruso y a partir del triunfo de la revolución, en 1917, formó parte de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia y una vez creada la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1922, mantuvo el mismo estatus anterior, pero dentro de este nuevo estado nacional. Esta situación cambio de forma repentina y arbitraria en 19 de febrero de 1954, cuando el primer secretario del Partido comunista de la URSS, Nikita Jruschov le cedió a través de un decreto, la península de Crimea a la República Socialista Soviética de Ucrania, sin ningún tipo de consulta previa a sus ciudadanos y violando las normas jurídicas vigentes en aquel momento. Más allá de la irregular cesión, el traspaso del territorio al vecino país no generó mayores problemas, ya que Crimea seguía perteneciendo al mismo gran país soviético, bajo la misma Constitución y marco jurídico que regía para las quince repúblicas que conformaban la URSS, por lo tanto, en la vida cotidiana de los crimeos esto no representó ninguna modificación.

Pero casi cuarenta años después la situación iba a sufrir un cambio de ciento ochenta grados. Cuando se produjo el colapso de la URSS y la posterior separación de las repúblicas que la formaban, Crimea y sus habitantes pasaron a formar parte de un país muy diferente al que habían pertenecido hasta ese momento. El 24 de agosto de 1991 queda oficialmente constituida la República de Ucrania e inmediatamente surgen controversias tales, como a que país pertenecería la Flota del mar Negro y el control de la base naval de Sebastopol. Esto se pudo zanjar exitosamente mediante la firma en 1997, del Tratado de Paz y Amistad entre Rusia y Ucrania, que establecía, entre otras cosas, el alquiler de la base naval a Moscú por un plazo de veinte años. Otro tema controversial desde el mismo momento de la independencia ucraniana, fue justamente la soberanía sobre Crimea, la cual el día 5 de mayo de 1992, declaró su independencia y aprobó su propia Constitución. Por su parte, la Duma Estatal de la Federación de Rusia (cámara de diputados) declaró el 21 de mayo de 1992, la nulidad de la cesión de la península por parte de Nikita Jruschov a Ucrania. La resolución de la rama legislativa del Estado ruso, al igual que la declaración de independencia del Parlamento de Crimea fue rechazada por Kiev. Dos años más tarde, las autoridades locales de la península intentarían nuevamente lograr su independencia, pero fueron ocupados por fuerzas militares ucranianas y finalmente la cuestión se resolvió con una mayor autonomía, pero esto era solo un parche, ya que el anhelo de los crimeos seguiría siendo volver a unirse a Rusia.

Ya para finalizar esta primera parte del análisis de la crisis de Ucrania del 2014 y la reunificación de Crimea y Sebastopol con Rusia, es necesario contextualizar brevemente la situación del espacio postsoviético a partir del año 1991, y la actitud expansionista agresiva de occidente sobre los territorios que habían integrado el Pacto de Varsovia (alianza defensiva de los países de la esfera soviética, que respondía a la amenaza militar de la OTAN).

En primer, lugar cabe recordar que la alianza atlántica fue creada en el año 1949, por los Estados Unidos, Canadá y diez países europeos, entre ellos el Reino Unido, Francia e Italia entre otros, supuestamente para responder al peligro que suponía la Unión Soviética para occidente, siendo que Moscú nunca había incumplido lo acordado por Iósif Stalin, Franklin Roosevelt y Winston Churchill en la Conferencia de Yalta, respecto de las zonas de influencia de las potencias vencedoras en la postguerra.

A tal punto Moscú no buscaba ni deseaba ninguna confrontación con occidente, que llegó a solicitar ser aceptado como miembro de la OTAN, siendo esta una medida que garantizaría la paz en Europa, la cual fue rechazada oficialmente por la alianza atlántica, el 7 de mayo de 1954. Y como para que no queden dudas acerca de que espacio era el que deseaba una confrontación, el día 6 de mayo de 1955, la organización militar le daba la bienvenida a la República Federal Alemana, violando uno de los puntos que se acordaron antes de la finalización de la guerra, que establecía que los estados vencedores se comprometían a evitar por todos los medios la posibilidad de que Alemania pudiera volver a provocar una nueva confrontación bélica y entre otras medidas se impediría la remilitarización del país que había causado la muerte de más de veintisiete millones de soviéticos, entre otros genocidios. Recién ocho días después de este hecho, Moscú y los países del bloque soviético fundaron el Pacto de Varsovia.

Una vez colapsada la Unión Soviética y con Rusia inmersa en una tremenda crisis económica, social y política, dominada por los oligarcas y la corrupción de una clase política, cuyo principal exponente fue Boris Yeltsin, la OTAN no perdió el tiempo y buscó rápidamente rodear militarmente las fronteras rusas, incumpliendo otro compromiso, pero en este caso verbal, que ingenuamente creyó Mijaíl Gorbachov, acerca de que no intentarían sumar a los ex países del Pacto de Varsovia a la alianza atlántica. En 1999 ingresaron a la organización militar occidental Polonia, Hungría y la República Checa. Cinco años después serían Eslovaquia, Eslovenia, Rumania, Bulgaria y las tres repúblicas bálticas que habían formado parte de la mismísima Unión Soviética; resulta difícil imaginar una mayor provocación. En 2009 serían Croacia y Bulgaria los últimos en ingresar y esta sería la acción que colmaría la paciencia del presidente Putin.