Dialoguitos Telefónicos 2

Por Gustavo Morato.

Mi mamá siempre dijo que tengo un corazón de oro y…

Estaba pensando en eso cuando justo sonó el celular y vi que era Carlos. Lo atendí, a pesar del abrupto final que habíamos tenido en nuestra charla anterior.

(Les digo la verdad, pensé que me llamaba para disculparse por haberme cortado la última vez que habíamos hablado)

-Hola- me dijo -ahí te mandé un WhatsApp con el video de una conferencia de un cirujano argentino muy prestigioso, con un currículum impresionante que entre otras cosas operó al papa. -No te lo podés perder- me dijo-,  este es el país que se nos viene si no hacemos lo que hay que hacer.
En honor a mi mamá, me dispuse a verlo.

Ya desde el comienzo me resultó raro que el prestigioso doctor aclarara qué iba a hablar de un tema que no era de su estricta competencia, pero sí sensible a su honda preocupación.

Durante el desarrollo de su charla se dedicó a exponer y desmenuzar datos varios referidos a tasas de natalidad y pobreza, avalados según él, por una prestigiosa universidad de los Estados Unidos.

Todos sus argumentos apuntaban a sostener la remanida hipótesis acerca de que, si los pobres seguían teniendo hijos, al cabo de tres o cuatro generaciones la mayoría de los argentinos iban a ser pobres, porque los pobres tienen más hijos que los ricos.

-Esto sería trágico! – decía compungido el tal doctor- porque como está demostrado, los pobres tienen menos capacidad neuronal y por lo tanto el hombre argentino del mañana tendrá menor coeficiente intelectual.

Concluía su exposición haciendo un llamado para poner manos a la obra en forma urgente, recordándonos su calidad de cirujano acostumbrado a tomar decisiones drásticas.

A fin de revertir la tendencia proponía una serie de medidas. Entre las más jugosas figuraban: eliminar la asignación universal por hijo, arancelar las universidades y prohibir o limitar drásticamente el ingreso de ciudadanos de países limítrofes.

Quedé anonadado y no sé por qué me acordé de Milton Friedman.

En eso estaba cuando sonó el celular. Era Carlos nuevamente.

-Y, ¿qué te pareció, no es extraordinario? Es impactante, no? – me espetó.

– Sí, bueno, impactante es, pero…

– Mirá, te aviso que los datos están avalados por una universidad muy prestigiosa. Ellos investigan de verdad, no son ningunas chantas. Allí ponen mucha plata para las investigaciones y son gente seria. ¿Vos escuchaste bien lo que están anunciando? Y ustedes, ¿qué van a hacer?

En ese instante se ve que necesitó respirar y paró por un segundo su diatriba. Aproveché entonces para meter mi primer bocadillo.

-No, sí claro que son serios- dije- pero te recuerdo que de esas universidades también salió el que hace cosa de 3 meses anunció, sin ruborizarse y avalando a Trump, que la cloriquina curaba el coronavirus y tuvieron ya varios muertos como consecuencia de eso.

– ¡Bueno, bueno, bueno, – tronó Carlos- no me cambies el tema, eso no tiene nada que ver, no me salgas con el coronavirus que estoy harto de esa musiquita! ¡Esto es cosa seria y no me digas que no te parece terrible lo que va a pasar si no se toman medidas drásticas y urgentes!

Mientras Carlos, que tiene una voz bastante potente y cuando se pone un poco nervioso aún más, seguía hablando yo pensaba cómo haría para poder explicarle que, según Piaget, se observan iguales resultados (salvo casos extremos) en cuanto a la idea de la conservación de la cantidad en los chicos de entre 5 y 7 años, sean de una villa, de Recoleta, de Nueva York, de la selva amazónica o de aquí a la vuelta.

-Piaget- vociferó-no me vengas con esa antigüedad! – Contestame si no te pareció espeluznante lo que se nos viene encima! Esto es científico! Mirá que hay estudios que muestran que hay razas o personas que genéticamente son inferiores.

Un premio Nobel de Medicina, James Watson que fue el descubridor del ADN, demostró que la raza negra es inferior a la raza blanca.  Si lo hubieran escuchado … ¡Con una simple esterilización no estarían pasando por todos los problemas que esos le están armando a Trump! ¡No lo dejan gobernar!

-Pero Carlos-logré colar-, si lo hubieran hecho no habría existido Obama, ni Whytney Houston, ni Denzel Whashington, y además te recuerdo que Watson se rectificó y dijo que no tenía evidencia científica sobre lo que había dicho, y tuvo que renunciar a su cargo como Jefe de uno de los laboratorios más grandes del mundo por sostener esas sandeces.

Creo que adiviné su bufido estentóreo antes de que ocurriera.

-No ves que con vos no se puede hablar! – gritó Carlos a los 4 vientos- Me venís con Watson! ¡Ustedes lo que no quieren es terminar con los pobres! Con vos es imposible, mirá que te tengo paciencia ¿eh?

Y clic. Me cortó.

Quedé patitieso.  Y no sé por qué, esta vez, me acordé de Jonathan Swift. Aquél que con estilo irónico no exento de crueldad en “Una modesta proposición” plantea que la mejor forma de terminar con los niños pobres es sacrificándolos para vender después su carne en los comercios ingleses.

Pero también Carlos me dejó pensando. Creo que tenía razón. Es verdad, nosotros no queremos terminar con los pobres. Queremos terminar con la pobreza.

¡Ah! Y mi mamá decía también que soy el más bueno de todos los hermanos varones… pero la verdad, no sé si la próxima vez te atiendo.