Después de la Pandemia, el Estado como cuestión de Estado
Por Francisco José Pestanha.
La aparición del covid-19 trasmutada luego en pandemia ha interpelado a todas las comunidades y estados del planeta. Ante una tragedia de consecuencias imprevisibles los gobiernos reaccionaron de las más diversas maneras y han apelado a disímiles protocolos de actuación. Algunos tardíamente. Otros, lisa y llanamente, abandonando a su suerte a un sector de la población depositándola en instituciones de salud ya colapsadas. Hubo casos en los que se priorizó el mercado por sobre la salud y otros donde el estado marcó una enérgica presencia a partir de la adopción de políticas públicas activas.
En nuestro país el coronavirus coincidió con el comienzo de una gestión – con menos de 3 meses en el gobierno – que de acuerdo a sus proposiciones electorales, aventuraba un cambio de posicionamiento en torno al rol del Estado en nítido contraste con la gestión de cambiemos. Hemos de recordar que la experiencia del macrismo estuvo escoltada por una pléyade de intelectuales, economistas, funcionarios y opinólogos que, como otrora, predicaban a los cuatro vientos la necesidad de achicar el estado, reducir el sector público, disminuir el déficit y una serie de remachadas “recomendaciones” destinadas a fomentar el debilitamiento del Estado a favor del “sector privado”. Esa concepción llevada al extremo condujo, entre otras desgracias, hacia el menoscabo de la capacidad operativa del Ministerio de Salud mediante su degradación al rango de Secretaría en septiembre del año 2018.
Cabe rememorar que la cuestión de la salud cobró máxima prioridad durante el primer peronismo, alcanzando rango ministerial en 1949. Bajo la impronta y conducción del Dr. Ramón Carrillo y su equipo, se implementó un revolucionario cambio de paradigma orientado por el sanitarismo concepción basada en la promoción de la salud. De esta forma el Ministerio cobrará un protagonismo inédito y el éxito de su gestión, con estadísticas por medio, resulta indudable. Deben mencionarse además las políticas activas impulsadas para el fortalecimiento y dignificación de la profesión de la Enfermería bajo la mirada atenta de Eva Perón.
La post pandemia coloca a nuestro país ante un desafío significativo. Somos de la opinión que, ya liberados de su azote, la realidad de nuestro país demandara un profundo y sincero debate sobre el rol del sector público, contienda que además deberá alcanzar rango de verdadera cuestión de Estado. En tal orden de ideas, prima indudablemente la reconstrucción y redefinición del sector público en todas sus áreas de incumbencia priorizando estratégicamente aquellas orientadas hacia la atención de los sectores más vulnerados. El cuarenta por ciento de pobreza en un país que exporta alimentos, resulta indignante y vejatorio.
Con este escenario y para aportar a tal debate, bien vale revitalizar la noción de defensa integral que constituyó uno de los núcleos germinales del movimiento cultural y político conducido por Juan Perón. La defensa, para este movimiento, no se reduce en manera alguna a la “cuestión castrense”. Muy por el contrario, se trata de una misión que incumbe a todos los sectores de la comunidad.
Así en la conferencia pronunciada el 10 de junio de 1944 con motivo de la inauguración de la Cátedra de Defensa Nacional en la Universidad Nacional de La Plata, el entonces Coronel Perón en calidad de Ministro de Guerra sostuvo entre otras cuestiones “(…) las dos palabras, Defensa Nacional, pueden hacer pensar a algunos espíritus que se trata de un problema cuyo planteo y solución interesan e incumben únicamente a las fuerzas armadas de una nación. La realidad es bien distinta. En su solución entran en juego todos sus habitantes; todas las energías, todas las riquezas, todas las industrias y producciones más diversas; todos los medios de transporte y vías de comunicación, etc…”.
En dicha oportunidad el ex mandatario expresó además que “(…) deseamos vivir en paz, con todas las naciones de buena voluntad del globo. Y el progreso de nuestros hermanos de América, sólo nos produce satisfacción y orgullo (…) Queremos ser el pueblo más feliz de la Tierra, ya que la naturaleza se ha mostrado pródiga con nosotros”. Concluyó enfatizando que los tiempos demandaban la puesta en marcha de “(…) una gran obra social (…) Tenemos una excelente materia prima; pero para bien moldearla, es indispensable el esfuerzo común de todos los argentinos, desde los que ocupan las más altas magistraturas del país, hasta el más modesto ciudadano”.
Algunos improvisados sostendrán que se trata de ideas perimidas. Pero ciertas concepciones atraviesan como lanzas los tiempos y nos proponen categorías para enfrentar desafíos extraordinarios. Nótese, por ejemplo, como los Estados Unidos uno de los países más poderosos en términos tecnológicos del mundo, resulta impotente hoy para garantizar la vida de sus habitantes ante una calamidad como esta. Allí la idea de defensa integral está ausente.
Como declaramos recientemente, la Argentina debe ir tras esta catástrofe sanitaria a refundar un nuevo Estado más activo y poderoso haciendo hincapié en la cuestión de la defensa integral, pensando en el bienestar del pueblo desde aquí y evitando caer nuevamente en esa penosa costumbre de adoptar acríticamente cualquier receta preconcebida. Ello necesariamente demandará un enorme esfuerzo orientado a fortalecer la autoestima de un pueblo golpeado a lo largo de distintos capítulos de nuestro pasado reciente por gobiernos que por décadas – y aún honrando las excepciones – han contribuido con el deterioro progresivo e integral del país y su gente.