Descolonializándonos
Por Liliana Etlis.
Sentipensar es poder desplazarse del binarismo cartesiano que heredamos de la colonización del siglo XV: razonar por un lado y el sentir por el otro. Un sentir despojado de toda referencia a formas de estar-estando en este presente, donde el padecimiento ante la pandemia nos descubre en lo más hondo de lo cotidiano.
Recordaba una situación que se me presentó durante la semana en el ciberespacio, una de esas reuniones donde aparecemos todxs con cuerpos fragmentados en una pantalla. Convocaban para escuchar sobre geopolítica, uno de los núcleos que iluminan más de una neurona en esta etapa de mi vida. Asocié esto con aquellos nuevos modos de intervención en espacios subalternos, donde comenzamos a juntarnos para tratar de visibilizar y solucionar conflictos en la comuna, sea desde la solidaridad, donaciones, ollas populares, etcétera.
La exposición sobre las diferentes prácticas de conocimiento y los posibles impactos de la actualidad en la arena social me interroga nuevamente sobre la colonialidad del poder y del saber. Estructuras que son de otros territorios, con códigos simbólicos diferentes en formas de expresión, borrando en la apariencia la semilla de lo comunitario, matriz donde la felicidad entre otras vivencias es compartida.
Dominan formas de pensamiento y conocimiento muy desafectado de nuestra identidad mestiza, que no implica tener genes con codificación ancestral, no es desde la biología que lo sentipienso, sino desde la cultura que nos impusieron y las formas de vivir extrañas a nuestras raíces.
La batalla entre dos modelos del vivir están entramadas desde la cultura, la historia, lo social, formas subjetivas donde conviven la herencia de los pueblos indígenas, los afrodescendientes, las corrientes migratorias desde diferentes latitudes, formando un crisol en este suelo patrio donde es posible la construcción de la conciencia nacional solo desde una mirada contra hegemónica. Trabajadores y clases populares que fueron expulsados del contrato social durante siglos, evidencian una profunda crisis política a través de la eliminación de los derechos sociales y económicos, convirtiendo el neoliberalismo, en descartables aquellas poblaciones como las villas y asentamientos con altos índices de pobreza e indigencia.
Me pregunto: ¿qué lógica opera en cada lugar para saber dónde damos batalla cultural? Y esos procesos de construcción y de co-construcción alternativos, ¿tienen un único horizonte o nos permitiremos andar por varias rutas posibles? Si la apuesta es por la vida y no por la necropolítica ¿qué nos impide acercarnos a soluciones sociales, políticas y culturales? ¿con cosmovisiones diferente es posible?
Ir más allá de los sentidos es también cuestionar lugares donde se advierta un significado que nos permita un encuentro con el otro, construyendo una narrativa distinta a la herencia monárquica católica española de siglos pasados. Debatir el lugar del poder es también adueñarnos de un mundo de dueños, mantener la memoria viva para resolver enigmas que la colonización atraviesa los tiempos, transitar un proyecto histórico de los vínculos y de la vida en comunidad rechazando el modelo que mercantiliza hasta el aire es digno.
El capitalismo demuestra que la prioridad es el poder económico. En realidad, podemos plantear la idea de vivir una civilización que pueda producir varios sistemas de poder, entre ellos el económico, por lo tanto y rechazar así, el funcionamiento que se funda por lógicas civilizatorias en el sistema, atravesado por organizaciones de la modernidad, destruyendo toda la vida humana y la no humana. La idea de que “lo humano” es exterior a la naturaleza, una lógica civilizatoria dualista que destruye la vida. El giro descolonial es una necesidad para que continúe la vida en el planeta. No es un tema de opción, sino que es de vida o muerte.
La transformación social no se agota cambiando solo el sistema, sino que tendremos necesariamente que salir de la lógica civilizatoria cambiando el paradigma y poder sentipensar una diferente cartografía del poder, descolonizando la noción de modernidad para no reproducir sus prácticas y conceptos.
La interseccionalidad como horizonte es estar atentos a la mirada del poder comunal pluriversal y descolonial y no quedarse coagulado en la noción de universalidad, criterio del que vemos en la actualidad su fracaso y total hundimiento. La vida humana no es exterior a la naturaleza como la práctica colonial nos hizo creer, despreciando el saber latinoamericano. El racismo, el sexismo, el patriarcado, son superestructuras que nos colocan enfrentando la defensa de la dignidad humana.
Los momentos de crisis pasarán si hay organización política en cada terreno donde el aire huele a soberanía, porque el mundo gira hacia el pluriverso si logramos desarticular los factores de poder neoliberal.