De gran cuñado a Lanata sin escalas
Por Oscar Rodríguez.
El arribo de la crisis del 2001 viene de una serie de hechos y situaciones cuyo inicio los podríamos ubicar desde la instauración del estado nacional allá por 1880.
Donde la derecha comenzó a tener influencia en el poder político y en el poder económico con el diseño de un país dedicado a la exportación de productos primarios y la importación de bienes manufacturados.
Podemos ir viendo la imposición de este modelo de país haciendo saltos temporales por la historia, en 1930 Uriburu y Justo, la concordancia conservadora, en 1955 la unión libertadora, en el 76 la más brutal y sangrienta expresión de la derecha derivando en Menen, De la Rúa y por último Macri.
He aquí el hilo conductor que no quieren que veamos. Y para que no lo veamos tratan de desvirtuar la política y degradar el debate.
La derecha va escondiendo su rostro perverso a partir de la coraza mediática que oculta sus intenciones y le barre la basura debajo de la alfombra.
Desde los medios gráficos, La Prensa y la Nación en aquellos comienzos de la patria, llegando a Clarín y tiempo nuevo en el medio televisivo.
Los días martes la audiencia escuchaba incrédula como Bernardo Neustadt iba utilizando recursos comunicativos que dieron pie a programas posteriores que invadieron las pantallas.
Los medios van estableciendo los hechos que han de ser debatidos considerándolos de interés público, un sector del arco político toma la posta y se lleva el debate a un terreno absolutamente irrelevante vacío de contenido ideológico.
El surgimiento del infotainment, es la clara muestra de llevar la información a un punto de ridiculización absoluto y esto resta seriedad al intento de imponer temas serios de debate que puedan brindar a la audiencia claridad sobre algunos temas de trascendencia para el país, intentan desideologizar
21 de diciembre de 2000
Estudio de TV. Conductor Marcelo Tinelli, edad 40 años.
Programa: VideoMatch
Invitado: Sr. Presidente de la República Fernando de la Rúa.
Imitador: Freddy Villareal.
¿Podríamos marcar este hecho como la vulgarización del debate político?
Justo un año después de que el presidente fuese ridiculizado ante la sociedad, estalló una de las peores crisis de nuestro país.
Se ningunea la figura presidencial e intenta ridiculizar a la política y a los políticos con una clara estrategia de sacar de escena la discusión sobre diversos temas que afectan a la población en su conjunto.
El advenimiento de GRAN CUÑADO llevó adelante ese objetivo al cual muchos políticos se prestaron a ese juego. No importaba el ridículo, importaba aparecer en uno de los programas más vistos de la época.
El poder de fuego mediático que logró gran cuñado, quedó demostrado en la performance que obtuviera De Narvaez en las elecciones legislativas del año 2009.
La frase “alica alicate” lo llevó al triunfo electoral superando por dos puntos al kirchnerismo.
Aquel personaje creado en un medio televisivo terminó desapareciendo, pero no sin dejar un gran daño, porque con ese resultado electoral se cambió la conformación en la cámara legislativa.
En tiempos electorales, siempre es sumamente interesante escuchar cada una de las propuestas de los espacios políticos.
Lejos quedó aquella época de salir a buscar las plataformas políticas, escuchar a los candidatos, comparar propuestas.
Otros tiempos, y no digo con esto que la política ni los políticos se han degradado.
Tal vez, somos nosotros los que hemos bajado nuestra expectativa en el juego democrático.
Tal vez hemos caído en la trampa que nos han impuesto, la frivolización de todo, la banalización de la política en programas televisivos con altos puntos de rating, como los que hemos mencionado unas líneas más arriba.
Lo que logran a partir de estos formatos, que van de lo ridículo a lo obsceno, recuerden el sketch de Lanata con las pretendidas bóvedas de Lázaro Baez, es una desmoralización y un debilitamiento de la política, creando un conjunto de estados mentales que construyen opinión a partir de información falsa o sesgada.
He aquí el núcleo de la cuestión: la pseudo información política llega a más gente y se banaliza la actividad política a la vez que se debilita la virtud cívica del espectador.
Programas que se emiten en el prime time, con “periodistas” que tienen una clara intención de desmoralizar, llevando de esta manera el debate a un nivel nimio.
Con este objetivo las pantallas se ven invadidas por personajes payasescos como: Canosa, Majul, Etchecopar, Lanata, Pablo Rossi.
Ante esto, los mejores argumentos quedan postergados y sometidos a las disparatadas ocurrencias de esta gente.
La apelación a la emotividad, la sustitución de información por eslogan resulta más convincente y no requieren de la aplicación de criterios de racionalidad.
La parodia les sirve para construir representaciones sociales en contra del bien común.
Esto nos ha llevado a menospreciar el debate político y a no poner verdaderamente sobre la mesa la discusión de qué país queremos.
Ojo, que quede claro, esta nota no es un ataque frontal a estos programas televisivos, sino que pretende ser una reflexión, de qué son estos programas y con qué óptica hay que mirarlos.
Si pretendes un análisis serio sobre temas que nos inquietan como sociedad no los mires, ahora si buscas un poco de entretenimiento sin contenido serio y humor, es una buena opción recurrir a una Canosa, un Majul, un Lanata.
La propuesta que nos van a traer siempre va a ser la del olvido, el pasado los incomoda.
El hilo conductor de la historia les deja marcas funestas en ese rostro que tratan de ocultar como sea.
Pero las consecuencias que provoca la derecha siempre es la misma, incremento de la pobreza, altas tasas de desocupación, endeudamiento externo, concentración de la riqueza, desindustrialización, precariedad laboral entre otros desastres.
Y acá no se trata de nombres, puede ser Uriburu, Videla, Macri, Martínez de Hoz, Menem o cualquier otro, se trata de comprender nuestro devenir histórico y romper la coraza mediática que oculta el verdadero propósito del poder económico.
Sin duda tenemos que analizar el presente para proyectar el futuro, pero esto no lo podemos hacer si no comprendemos el pasado.
“La falta mayor de nuestro tiempo es la ignorancia de la historia, nunca desde el siglo XVI, el hombre medio ha sabido menos del pasado. La experiencia histórica acumulada permitiría evitar las fatales e ingenuas caídas históricas de otros hombres y otros pueblos, pero si se encuentra con problemas muy difíciles y su mente por haber perdido la memoria vuelve a la niñez, no hay verosimilitud de buen éxito. Los errores mortales de otras épocas volverán indefectiblemente a cometerse”.
José Ortega y Gasset.