Cuidados en tiempos de pandemia: un trabajo esencial que sigue a cargo de las mujeres

Por Cristina Álvarez Rodríguez. Diputada nacional.

“Cuidarte es cuidarnos”: la frase con la que el Gobierno nacional comunica la importancia del aislamiento social, preventivo y obligatorio incluye una pista sobre la importancia de los cuidados. Hace tiempo que muchas de nosotras insistimos en que es un tema que debe estar en la agenda política. Aunque las tareas de cuidados nos atraviesan y son imprescindibles para el funcionamiento de la sociedad, suelen ser poco valoradas social y económicamente. La cuarentena, tal vez, lo deja más a la vista que nunca.

¿Cuántos platos pueden acumularse para lavar? ¿Cuántas veces hay que barrer? ¿Cuánto tiempo lleva ayudar a niños, niñas, niñes y adolescentes a hacer tareas para la escuela? ¿Quién aplica la vacuna contra la gripe? ¿Qué rostro tienen quienes tratan a los infectados? ¿Quién ayuda a los adultos mayores a sacar la basura? ¿A quién recurrimos si nos enfermamos? ¿Qué tanta energía implica leerle un cuento a la noche a un hijo, hija o hije si tiene miedo? ¿Quiénes sostienen las ollas en los comedores? ¿Cómo se organizan las acciones comunitarias en los barrios populares?

Esas tareas que hacen posible el desarrollo de la vida se llaman “de cuidado” y todos, todas y todes, en algún momento de la vida, las necesitamos. Cuando somos bebés, cuando estamos grandes, si atravesamos una enfermedad o trabajamos muchas horas. El problema es que su valor económico es selectivamente invisibilizado. Si los cuidados se resuelven familiarmente se contempla como algo “natural” que surge del cariño. En cambio, al recurrir al mercado para contratar a una empleada doméstica o al pagar un geriátrico, obligadamente se reconoce que tienen un valor conmensurable.

La trampa luce simple. Pero lleva años desarmarla por una sencilla razón: las tareas de cuidado, mayormente las realizan las mujeres. En Argentina, el 90 por ciento las mujeres realizan el 76 por ciento de las tareas domésticas no remuneradas. Además, les dedican a esos menesteres un promedio de 6,4 horas diarias, cifra que en el caso de los hombres baja a 3,4 horas por día.

En pandemia

En Argentina, casi 70 por ciento del total de trabajadores de la salud son mujeres y el porcentaje aumenta cuando se trata de enfermería hasta un 85 por ciento. Por eso se dice, con razón, que son las mujeres las que están en la primera línea de batalla de la lucha para frenar la pandemia.

En sus inicios, la pandemia generó cierta sensación de igualdad: ante el virus, todos, todas y todes somos vulnerables. Sin embargo, era una especie de ilusión óptica porque más temprano que tarde, volvieron a notarse las desigualdades económicas, sociales, de género. En algunos casos, todas a la vez. A las mujeres -brecha salarial de género, desigualdad y techo de cristal de por medio-, las crisis siempre las golpean más.

Según un artículo de Página/12, la mitad de las empleadas de casas particulares que no pudieron presentarse en sus trabajos por la cuarentena sufrieron irregularidades para cobrar sus salarios, una cifra que ronda las 500 mil personas. Además, en muchos casos se enfrentan al dilema de ir a trabajar por exigencia de sus empleadores o arriesgarse a perder la fuente laboral.

Sucede, aunque sea injusto e ilegal. Por un lado, el Decreto 297/20 dispuso el aislamiento social, preventivo y obligatorio que implica permanecer en sus residencias habituales, dejar de ir a los trabajos y no transitar por rutas, vías y espacios públicos. Por otro, el 329/20 prohíbe los despidos y suspensiones.

Las políticas con perspectiva de género son la clave. En esto reflexionamos mucho la semana pasada, cuando diputadas y diputados recibimos la capacitación que indica la Ley Micaela. Integrar a la visión de mundo que existe una histórica desigualdad entre varones y mujeres es una condición para gobernar con justicia.

El Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) es un buen ejemplo de una medida feminista porque es una prestación que cobra solo un integrante de la familia y que prioriza que sean las mujeres. Otro ejemplo es la reciente resolución que permite el traslado de hijos, hijas e hijes entre las casas de las familias que no viven en el mismo hogar para evitar que todo el peso caiga en un solo lugar.

Desde el Congreso venimos tratando de instalar los cuidados en la agenda desde hace tiempo. A fines de 2019 sancionamos la Ley 27.532 que determina que la “Encuesta Nacional del Uso del Tiempo” será un módulo obligatorio en las Encuestas Permanentes de Hogares (Indec). También, en esa misma época, desde Diputados dimos media sanción al proyecto que establece salas de lactancia y alimentación en toda la administración pública nacional.

Cuidados en el mundo

La organización OXFAM, en un informe de principios de 2020, calculó que el trabajo de cuidados no remunerado que las mujeres realizan en el mundo entero equivale a casi 11 billones de dólares por año. “El modelo dominante de capitalismo promueve y se aprovecha de las creencias sexistas tradicionales, que restan autonomía a las mujeres y dan por hecho que ellas van a ocuparse de este tipo de trabajo, pero se niegan a valorarlas por ello”, concluyen.

En América Latina y el Caribe, según CEPAL, las mujeres que no estudian y que están desvinculadas del mercado laboral dedican -en promedio- al menos 40 horas semanales al trabajo no remunerado. Es decir, trabajan, pero no cobran por ello. Según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo, la mayoría de los empleos en educación y salud son ocupados por mujeres: “Tres de cada cuatro maestros, más de la mitad de los médicos y nueve de cada diez enfermeros son mujeres”, citan.

El modo tan desigual con el que los trabajos de cuidados recaen sobre mujeres y niñas genera consecuencias en sus vidas muy profundas y a largo plazo, al desdibujar determinadas opciones de futuro y reproducir las desigualdades económicas y de género de forma casi literal.

A principios de abril, la ONU llamó la atención sobre cómo afecta la pandemia: “El COVID-19 podría revertir los limitados logros en materia de igualdad de género y derechos de las mujeres”, dijo António Guterres, Secretario General. Como conclusión pidió que los Gobiernos pongan a mujeres y niñas en el centro de los esfuerzos de recuperación, que se las incluya como líderes para pensar los planes a futuro y que se eliminen “las inequidades del trabajo no remunerado de las personas que cuidan” creando una economía que funcione para todos y todas.

Es tiempo de pensar cómo será el mundo en la “nueva normalidad”. Cuando los momentos más dramáticos hayan pasado, los cuidados serán uno de los temas principales de la agenda legislativa. Estamos trabajando en un proyecto de ley con enfoque de derechos humanos y perspectiva de género. Tenemos que lograr una política integral de cuidados que contemple tres ideas centrales:

  • El derecho a ser cuidado, cuidada o cuidade.
  • El derecho a condiciones laborales dignas en el sector de cuidados.
  • Y el derecho a elegir si se desea cuidar, en el marco de repensar las relaciones familiares.

La pandemia pone en duda casi todo tal como lo conocemos. Aunque nadie sabe con qué cartas se jugará el futuro, nos animamos a pensar en que quizá haya una oportunidad para construir un nuevo paradigma de cuidados, con perspectiva de género, derechos humanos y justicia social.