Casos de éxito: la agroindustria de los biocombustibles
Por Julio De Vido (h)
En general a lo largo del siglo XX y lo transcurrido del XXI, se reconoce en los gobiernos de corte peronista constantes tensiones en el marco de las relaciones con el sector agropecuario basado a priori en la obtención de rentas extraordinarias por este último del uso y trabajo de la tierra.
Las discusiones se centran en múltiples factores, basándose en la baja dotación de trabajo utilizada por superficie de A actividad agropecuaria respecto a B actividad industrial como también en la concentración en la tenencia y explotación de la tierra al menos en lo que respecta a la región pampeana entre otras, cuestiones que siempre pueden ser largamente debatidas y refutadas desde uno u otro sector generando roces y parálisis que suelen derivar en el cortoplacismo que las políticas sectoriales tienen en el país.
Sin embargo, como desde este ámbito queremos aportar una gota de optimismo al futuro (COVID-19 mediante), traemos en la edición de hoy el caso de los biocombustibles (biodiesel derivado generalmente a partir de aceite de soja y bioetanol, derivado fundamentalmente de la molienda de la caña de azúcar y el maíz), un producto derivado de la producción agropecuaria del que Argentina contaba con una producción de 711.864 de toneladas (biodiesel) en 2008 pasando a una de 2.626.064 en el 2015 (entre biodiesel y bioetanol).
Viendo los números parecería un simple aumento en la producción, pero esto se dio con las leyes 26.093/06 y 26.334/07 mediante. La primera establece el marco regulatorio y promocional para la introducción de los biocombustibles en la matriz energética argentina con un plazo de 15 años y la segunda tiene el objeto de incorporar a la producción de caña de azúcar y a la industria azucarera a los sujetos beneficiarios del régimen promocional establecido por la Ley 26.093.
Se estableció como Autoridad de Aplicación a la Secretaría de Energía de la Nación, en el marco del entonces Ministerio de Planificación Federal de la Nación, principal impulsor del proyecto y del éxito del mismo, excepto en las cuestiones de índole tributario o fiscal, para las cuales dicho rol será cumplido por el Ministerio de Economía y Producción de la Nación.
¿Cuál fue la importancia por entonces del marco regulatorio instrumentado?
Fundamentalmente sentar las bases para el desarrollo de una industria paralela y complementaria a uno de los principales complejos agroexportadores del país, con mayor valor agregado y con un fuerte arraigo local ya que los mismo pueden ubicarse en cercanías a las zonas productivas generando puestos de trabajo de calidad. Por otro lado, aprovechar la fuerte demanda mundial por energías verdes y/o renovables, aprovechando el impulso que distintos países le dieron en sus legislaciones a los cortes obligatorios de biocombustibles en los combustibles de origen fósil.
Este último hecho se va a profundizar en los próximos años ya que, según el especialista consultado por Identidad Colectiva, Cdor. Claudio Molina, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno, “en todo el mundo hay un nuevo paradigma energético, que privilegia el desarrollo de una matriz energética limpia de gases efecto invernadero y de otros muy dañinos para la salud -como el abundante particulado que emite el gasoil, declarado cancerígeno por la OMS en 2012-. Es por ello que los combustibles minerales tienen fecha de defunción y de a poco, algunos países ya la están fijando. Lo descrito antes en cuanto a gases efecto invernadero, llevó a la Argentina a asumir compromisos en materia de reducción de las emisiones causadas por la quema de combustibles fósiles hasta 2030, firmando en abril de 2016 en New York, un acuerdo derivado de la COP 21 celebrada en París en diciembre de 2015. Dicho acuerdo fue ratificado por Ley 27.270 y es mandatorio. Hay un sendero que implica la intensificación del uso de los biocombustibles en Argentina.”
A pesar que durante la administración Macrista continuó creciendo la producción, desde el sector se ha denunciado una sistemática campaña de boicot contra los biocombustibles tanto por los agentes de gobierno, particularmente el secretario Lopetegui, como desde las mismas petroleras incumpliendo con el corte obligatorio estipulado del 10% para el biodiesel y el 12% para el bioetanol, actualizados por última vez en el decreto 543/16.
Sumado a esto, con las esperanzas renovadas tras la asunción del nuevo gobierno, se dejaron de publicar los precios de referencias por la autoridad de aplicación, generando grandes tensiones con el sector petrolero.
El año próximo vence la ley 26.093, promulgada por el presidente Néstor C. Kirchner, planificada y ejecutada con éxito desde el Ministerio de Planificación Federal, el entramado productivo de los biocombustibles se encuentra en condiciones de dar el salto hacia una segunda etapa en lo que respecta al marco regulatorio que no se condice simplemente con una prórroga de la ley vigente. De la exitosa experiencia, analizando los errores y conjugando con los actores involucrados, que por cierto hoy por hoy se encuentran en delicadas situaciones financieras tras años de indiferencia y sumado a los actuales efectos de la pandemia, derivados por la caída en la demanda de combustibles, se debe generar un nuevo proyecto de ley que contemple la nueva coyuntura mundial y las tendencias en el uso de este bien, no solo porque la incorporación de biocombustibles a los combustibles minerales ha ahorrado al país miles de millones de dólares en importaciones de combustibles, al tiempo que permite industrializar materias primas de distintas regiones, entre ellas, de la Argentina profunda, generando inversiones y empleos genuinos, sino también porque es momento de dar un salto cualitativo, estableciendo un sendero de crecimiento en el contenido de biocombustibles en mezclas con los combustibles minerales, al tiempo de fomentar usos puros de los mismos, la incorporación de otros productos como el biojet, el biogás, generando a su vez un interesante marco para la recepción de inversiones en el sector, tanto nacionales como extranjeras.
Por otro lado, los biocombustibles cumplen una importante función en cuanto a la diversificación de los bienes que componen al complejo oleaginoso tanto como producto per se como así también como sostén y/o compensación en la oferta y demanda de las demás, en este caso, commodities. Esto se verifico al menos en dos oportunidades, en el año 2010 el gobierno chino de forma unilateral decidió modificar los estándares de calidad del aceite de soja para favorecer su molienda local, tratándose esto de una barrera paraarancelaria, por entonces el Ministro Julio De Vido, decidió aumentar el corte obligatorio de biodiesel para absorber los excedentes de stock que eso hubiera generado y aumentando a su vez el valor agregado de la materia prima.
Otro ejemplo de esto y quizás de mayor importancia política fue ya cuando en septiembre del 2012 el Ministro Axel Kicillof consideró necesario aumentar las retenciones a los biocombustibles, seguramente por una necesidad fiscal como las que suelen motivar este tipo de medidas, pero ya con el mismo a cargo de la política energética del país favoreciendo a los productores petroleros y en detrimento de los estructura productiva que gira en torno a la producción de biocombustibles y su favorable impacto en la utilización de divisas al disminuir la necesidad de importación de combustibles fósiles y a su vez abriendo un mercado más de exportación representado por este tipo de combustibles renovables.
En palabras del principal ejecutor de esta exitosa política de desarrollo productivo: “los biocombustibles nacieron con el kirchnerismo y el kirchnerismo los llevo hacia su muerte”, aún estamos a tiempo de cambiar el final de la frase, recientemente a los principales actores del sector les dijeron en un ministerio que hasta que no se solucione la cuestión de la deuda no era un tema prioritario, hoy seguramente es por la pandemia, no dejemos que mañana sea tarde, no perdamos un sector con los más de treinta mil puestos de trabajo directo e indirecto que ocupa y los mil millones de dólares que represento en ingresos de divisas en el año 2019 por exportaciones.