¿Biden peronista?
Por Christian Lamesa.
En el terreno geopolítico, una lectura con poca capacidad de análisis de los diferentes escenarios, puede ser peligrosa, pero una visión ingenua es mucho peor.
Hace algunos días que asisto azorado a la reacción al discurso “populista” del presidente norteamericano Joe Biden, por parte de amplios sectores de la progresía vernácula. Militantes e incluso algunos dirigentes y hasta comunicadores identificados con ideas progresistas, parecen emocionarse hasta las lágrimas al escuchar el supuestamente nuevo posicionamiento de la política interna de Washington, llegando a la desmesura de comparar al inquilino de la Casa Blanca (hasta que Kamala lo desaloje) con Juan Perón o con Franklin Roosevelt. Es a partir de este punto que me surgen algunas dudas.
¿Alguien puede creer seriamente que Biden, que es continuador de las políticas de los Clinton y Obama, y este sector ha sido el representante del establishment financiero global, se va a enfrentar a Wall Street para generar un mayor bienestar en la clase media y en el sector de los trabajadores? Particularmente considero que no, pero sí de todos modos así lo hiciera, lo más probable es que esa mejora para la vida de los norteamericanos, la terminarían pagando nuestros países y los demás pueblos a lo largo del mundo que han sido y aun son explotados y saqueados por EEUU, de acá surge mi incapacidad para entender que provoca la alegría de los progres, si en el mejor de los casos, la fiesta no será en nuestra casa, no estamos invitados y los gastos, sin duda los pagaremos nosotros.
Además me cuesta entender que algunos integrantes de estos sectores progresistas, que defienden la justicia social y demás valores importantes que también comparto, celebren la supuesta reedición del estado de bienestar para los ciudadanos del país del norte (no para los nuestros) y vean peronizarse al compañero de fórmula de Kamala. Al mismo tiempo, esa administración tan progresista, envía a nuestro país al jefe del Comando Sur con la misión de presionarnos para disminuir los vínculos con China y Rusia, en aras de la seguridad nacional de Washington y entre otras cosas, dejar de comprarles vacunas contra el Covid-19 a estos países, los cuales son prácticamente los proveedores de la totalidad de las dosis que hemos recibido, mientras que EEUU acaparó para sí y para sus dos principales socios, el Reino Unido e Israel, la casi totalidad de la producción de sus laboratorios. Sobre este particular, también Biden despertó un amor desenfrenado por parte de los socialdemócratas locales, al declarar que habría que liberar las patentes, pero sin ninguna precisión sobre la forma o el plazo, sino más bien como una declamación, cuando todos sabemos que en EEUU, ante una situación de emergencia y mediante las órdenes ejecutivas, el presidente tiene amplios poderes y de hecho, durante la presente pandemia, han prohibido la exportación de insumos esenciales para la elaboración de vacunas, como los micro filtros de los que carecía México y no pudo importar y debido a esto envió las vacunas de Oxford Astra-Zéneca elaboradas en nuestro país a su vecino del norte, las cuales quedaron “secuestradas” tras la frontera, a causa de esa misma orden ejecutiva.
Estos progres que creen que Drácula puede volverse abstemio de sangre, también parecen desconocer lo que el nuevo adalid de la justicia social está realizando y el riesgo al que está exponiendo al mundo con su política agresiva de contención de Rusia y China, las declaraciones injerencistas de la vicepresidenta Kamala Harris respecto de los asuntos internos de El Salvador y las políticas del presidente Bukele, elegido democráticamente por los salvadoreños o el sostenimiento del régimen uribista de Iván Duque, títere de Washington, mientras masacra al pueblo colombiano en las calles, a la vista del mundo, entre muchas otras cosas. Claro que si se tratase de Venezuela, ya estarían amenazando con una invasión militar.
Para finalizar, los que tenemos más de cuarenta años seguramente recordamos ese emblemático show televisivo llamado “Titanes en el ring” y la forma en que nos entusiasmaba ver aquellas peleas que creíamos reales, pero que más tarde, al crecer entendimos que era solo show y entretenimiento. Eso mismo fue lo que mostró Joe Biden en su primer discurso ante el Congreso norteamericano; un buen show, bien coreografiado, pensado para intentar ganar la simpatía de la clase media y de los trabajadores norteamericanos, sectores que en gran medida ha perdido el Partido Demócrata, justamente por haber gobernado para los sectores financieros, y el inquilino de la Casa Blanca necesita recuperarlos, si quiere afianzar su gobierno, tras unas elecciones “ganadas” de manera poco clara y con una guerra civil larvada hacia el interior de los EEUU con una sociedad profundamente dividida, la cual puede estallar en cualquier momento, como vimos con los sucesos del 6 de enero en el Capitolio o en cada ocasión en que la policía asesina a ciudadanos afroamericanos o latinos.
Mientras todo esto sucede, cierta progresía local se entusiasma con el show de catch del “Caballero rojo Biden” contra el “maléfico Mister Wall Street” y cree que es real.
Sería muy bueno recordar lo que pensaba el general Juan Perón (el verdadero, no Biden), al respecto al decir: “La política, es la política internacional” y debido a esto mismo, la ingenuidad en la geopolítica puede ser muy riesgosa.