Belgrano: Mucho más que una bandera

Por Alberto Sileoni.

El pasado no ha muerto; ni siquiera ha pasado”. William Faulkner

El 20 de junio de 2017 en Rosario, en el Monumento a la Bandera, en un acto vallado y vacío, el presidente en su micro discurso de seis minutos afirmó que Manuel Belgrano con su vida, demostraba que “sí se puede”. Una insolencia que se sumaba al maltrato de la historia oficial, que en general destaca como su mérito excluyente la creación de la bandera.

Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano y Peri nació en 1770, octavo hijo de los dieciséis que tuvieron sus padres, un italiano y una criolla hija de santiagueños, y fue, entre tantas cosas el responsable del primer proyecto de educación gratuita, obligatoria y estatal que hubo en nuestro país. Un nuevo aniversario de su muerte es una oportunidad para recordar a este argentino visionario, cuyas acciones, doscientos años después, conservan toda su fuerza.

Estudió ocho años Economía y Abogacía en universidades españolas –  Salamanca, Oviedo y Valladolid, donde se gradúa-, lo que le otorgó una rigurosa y amplia formación complementada con otras lecturas. Solicitó al papa Pío VI una dispensa para leer los libros prohibidos por la Inquisición, lo que posibilitó que accediera a Montesquieu, Rousseau, Voltaire y la Enciclopedia. Además, joven e inquieto, en Madrid formó parte de los cenáculos intelectuales, aquellas célebres tertulias cuyos mentores fueron grandes escritores de la época como Campomanes y Jovellanos, entre otros.

A su regreso, ya siendo una personalidad destacada, es designado Secretario Perpetuo del Consulado de Industria y Comercio del Virreinato, institución que, junto al Cabildo, la Audiencia y las milicias constituían el poder fáctico en estas tierras. Así, a sus veintipico, este porteño ilustrado y de familia adinerada, tenía todas las condiciones para asumir la cómoda vida de burócrata, pero no hizo eso, se fue para el lado del sacrificio, y la gloria.

Primo de Juan José Castelli, tempranamente demostró su amor a la patria como Capitán de milicias criollas durante las invasiones inglesas y posteriormente como partícipe activo de las discusiones clandestinas sobre la igualdad, la independencia y la libertad en la Jabonería de Hipólito Vieytes.

Fue periodista y colaboró en el Correo de Comercio, el Telégrafo Mercantil y el Semanario de Agricultura, Comercio e Industria; a pesar de ser un fisiócrata defendió con fuerza la incipiente industria, y, además, cuando la patria lo necesitó soldado se puso el uniforme militar. Pero lo que quiero destacar especialmente, es que fue el primero en estas tierras en exponer públicamente el valor de la educación. En su Memorias de 1796 como Secretario, y en el Correo de Comercio escribe artículos educativos; hay uno, frecuentemente citado del 17 de marzo de 1810, en el que se pregunta con qué derecho se les pide a los ciudadanos de a pie amor al trabajo, buenas costumbres y honradez, si previamente no se los educa.

La originalidad de su pensamiento, fue situar a la educación entre las actividades estratégicas, y advertir su racionalidad económica, social y política y su relación con la dignidad de las personas.

Cada vez que se refiere a la felicidad pública¸ la educación aparece como una herramienta privilegiada para su logro, junto con la agricultura, la industria y el comercio. Nadie antes había ubicado en esa nómina la tarea de educar.

Propuso que los niños aprendieran las primeras letras junto con matemática básica y catecismo, para que posteriormente fueran recibidos por los maestros de oficios en escuelas gratuitas, las que debían ser distribuidas en todos los barrios, sin distinción de clases. Además, creó las escuelas de Náutica, Matemática y la Academia de Dibujo, y sostuvo que, además de las escuelas, debían discutirse ideas por otros caminos, como el periodismo, las bibliotecas y la circulación de libros.

Su preocupación por lo educativo también está presente en los Reglamentos que escribe en diferentes ocasiones. Durante la campaña al Paraguay, en Tacuarí en 1810, redacta el Reglamento para los 30 Pueblos de las Misiones, que será incorporado por Juan Bautista Alberdi como una de las bases de la Constitución Nacional. Allí ordena la libertad de todos los naturales, los exime de tributos y dispone la libre disposición de sus propiedades; además, prescribe la creación de un fondo que “no ha de tener otro objeto que el establecimiento de escuelas de primeras letras, artes y oficios”. En 1813 a raíz de la victoria en la batalla de Salta, dicta un Reglamento para la creación de escuelas, donde subraya los valores de amor al orden, consideración y dulzura en el trato, sentimiento de honor, inclinación al trabajo y la posesión de “un espíritu nacional que les haga preferir el bien público del privado y estimar en más la calidad del americano que la del extranjero”. La identidad americana como obsesión política.

Podríamos destacar muchos otros rasgos de su singular biografía, pero lo que resulta conmovedor es que, sin ser estrictamente un pedagogo, comprendió como pocos que la educación debía llegar a los “nuevos sujetos pedagógicos”, a aquellos y aquellas que estaban excluidos de ese derecho: las mujeres, los desposeídos, los indios, los huérfanos y los pobres, entre otros. Ese desvelo por incorporar a los “relegados”, como él los denominaba, es uno de sus extraordinarios legados educativos y lo enlaza con los grandes maestros y maestras de nuestra patria americana.

Entre la educación de los desamparados, se ocupó especialmente de las mujeres para que pudieran salir de la ociosidad y de la ignorancia; en esa inmensa soledad, sobresale otra voz, la de Simón Rodríguez, el maestro venezolano de Bolívar, que sostenía que había que educar a las niñas para que su destino no sea el convento o deban casarse solo para asegurar su manutención.

Un 20 de junio de 1949 el presidente Perón anunció la eliminación de los aranceles universitarios en homenaje a Belgrano, y afirmó que “(…) para honrar a los héroes nada mejor que imitarlos”. ¿Qué sería imitar en estos tiempos a Manuel Belgrano, sin que ese acto fuera mera repetición y copia? Podría ser solicitar el auxilio de su pensamiento, que mantiene una iluminadora vigencia, para que nos ayude a pensar – y construir- la sociedad y la educación de la pos pandemia.  En medio de este conteo incesante de infectados y muertos, la educación, la escuela, debe regresarnos al lugar del amor y del vínculo, del conocimiento y la solidaridad.

La escuela, aquella de Belgrano y ésta de hoy, con sus docentes y su inmenso compromiso nos recuerda que la vida sigue siendo necesaria y deseable, que ha sido y es un deber educar a todas y todos, y que debe transmitirse, siempre, el amor indeclinable a nuestra patria.