Ate Erre
Por Sebastián Ruiz.
¡Qué ganas tengo de despertarme con la mitad del cuerpo paralizado y sabor a vino en la boca! ¡Cómo se extraña la resaca! ¿Qué onda, Alberto? ¿En qué fase me puedo romper la pera con unos tintillos? Bueno, igual, ni en la fase 78 podría volver a tomar vino. El tiempo pasa para todos, hasta para los fisuras: un día sos joven y al otro estás escabiando con tu sobrino.
Me voy a sincerar con ustedes, lo único que puedo tomar hoy es cerveza. Lata y media, no más. Siempre que hago esa aclaración salta alguno y dice: “eeeh so re flojito, vo. ¿Vo no so del conurba? Entonce tomá”. Cálmate y háblame bien, que te criaste en Belgrano hablando de balcón a balcón con tu vecino. Ambos comentarios están mal, ni yo tengo más capacidad para beber por haber nacido de un lado de la General Paz, ni vos tenés que dejar que yo te trate así por haberte criado entre avenidas y comida china. Aunque yo podría robarte las zapatillas así que la próxima, pensá mejor.
Perdí todas las cruzadas con las variedades de bebidas alcohólicas que se le ocurran. Mire, en una sola noche, perdí dos. En el cumple de 18 de mi amigo Julián, alguien preparó un trago raro que contenía un buen vino (desconozco la marca, pero era de botella de vidrio y para mí eso ya era bueno), champagne y azúcar. Estaba riquísimo, aunque yo ya estaba algo ebrio y mi paladar no podía ser buen jurado de nada. Al menos no fue dañino, de esa noche salí vivo.
Al otro día tuve otro cumpleaños, en el barrio. Yo quise deslumbrar a los pibes y preparar el mismo trago que conocí la noche anterior, pero al no contar con los elementos pertinentes, improvisé con otros. Mezclé vino termineitor en cajita y Manón (una bebida más peligrosa que el dióxido de cloro). Sin azúcar. En un jarrito de esos que se usan para calentar el mate cocido. Creo que eso le dio el toque. Por lo poco que recuerdo, no le gustó a nadie. Sólo a mí y a mi paladar, que claramente no podía ser jurado de nada. Fue dañino: salí vivo, pero nunca más pude volver a oler ni a acercarme a ninguna de esas bebidas.
Por más que se levante la cuarentena y se “vuelva” a la “normalidad”, esas reuniones no serían iguales. Más comida que bebida, seguro. Alguno será derrotado por el mismísimo tiempo y, sin tomar un solo trago, se quedará dormido sentado. Con más anécdotas que cajas de vino. Lo que no cambiará es la música que se pone: Cumbias Colombianas, unas buenas guarachas, Leo Mattioli, Los del Fuego, La Nueva Luna.
“Eh, ¿vo no só del cornuba? Pone dama grati si so del cornurba, alta cumbia cajetiala piola perrito cumbiero ate erre perro”. Me cansaste, dame las zapatillas.
Creo que necesito una máquina del tiempo.